Si un paciente está convencido de que padecerá dolores, seguramente los padezca. | Foto: Fotolia/Picture Manager

SALUD

Saber demasiado enferma

Un estudio asegura que leer los prospectos de los medicamentos que toma puede hacerlo sentir más enfermo.

Alianza DW
2 de febrero de 2013

"La expectativa determina el desarrollo de una enfermedad", afirma el neurólogo Magnus Heier, que además es periodista científico y estudioso de la influencia del inconciente en el ser humano. Lo que esperamos que suceda influye en el desarrollo de nuestra enfermedad, según él, provocando incluso que los síntomas desaparezcan o que surjan nuevos.

Quien lee un artículo acerca de que las radiaciones electromagnéticas de las torres de telefonía móvil provocan enfermedades, probablemente llegue a padecer dolores de cabeza, incluso si los mástiles no entraron aún en funcionamiento, asegura el neurólogo. Un enfermo de cáncer que está convencido de que le quedan pocos meses de vida, tal vez muera más rápidamente a pesar de que el tumor haya dejado de crecer, que alguien que no cree que vaya a morir. Eso se llama efecto “nocebo”. Y Heier escribió un libro sobre el tema.

El miedo provoca estrés, y el estrés enferma

“El efecto aparece cuando se tiene miedo de una enfermedad, o de las terapias a las que habrá que someterse. Entonces, los efectos secundarios serán mucho más graves”, dice Heier. “Los pacientes de cáncer comienzan a sentir fuertes náuseas cuando entran en las salas en las que serán tratados con quimioterapia porque intuyen a nivel inconciente que sentirán esas náuseas después”.

El miedo es estrés para el cuerpo y puede debilitar el sistema inmunitario, que se torna más vulnerable, y entonces es más fácil que el organismo caiga preso de bacterias o virus, y que se produzca dolor donde no debería haberlo, explica el experto.

Este fenómeno también es confirmado por algunos estudios, como el de las Clínicas Universitarias de Ratisbona y Tubinga. Winfried Häuser, Emil Jansen y Paul Enck realizaron investigaciones acerca del efecto nocebo que fueron publicadas entre 1960 y 2011, verificando y unificando sus resultados.

Efecto nocebo, hasta ahora inadvertido


Nocebo viene del latín “nocere”, y significa “haré daño”, mientras “placebo” quiere decir: “gustaré”. En principio, se trata del mismo efecto, solo que uno es negativo y el otro es positivo. Ambos nos afectan allí donde menos podemos controlarlos: en nuestro inconsciente.

Un placebo produce la convicción de que un medicamento está haciendo efecto, algo que puede conducir a que una sustancia carente de agente activo, por ejemplo, una simple solución de agua con azúcar, tenga el mismo efecto que un verdadero remedio.

El efecto placebo ya ha sido investigado a fondo. En la biblioteca online del ministerio de Salud de EE. UU., PubMed, se registran casi 160.000 entradas de esa palabra. En cambio, la palabra “nocebo” cuenta allí con apenas 180 entradas.

Demasiada información

“Si detecto en un paciente una leve constricción de la arteria carótida –nada relevante, solo un pequeño estrechamiento- y se lo diagnostico, entonces, cuando se sienta mareado, siempre lo atribuirá a ese problema. Todos podemos sentirnos mareados de vez en cuando, pero el paciente ya no podrá sacarse el diagnóstico de la cabeza porque está anclado en su inconsciente”, aclara Magnus Heier.

Si alguien tiene miedo de desarrollar un tumor, tal vez no se enferme del tumor, pero sí de otra cosa debido al estrés. El efecto nocebo se dispara, sobre todo, por un exceso de información que no es posible ordenar de manera apropiada, especialmente al buscar enfermedades o síntomas en internet. En cuanto a los prospectos de los medicamentos, allí se detallan todos los efectos secundarios posibles, aunque algunos solo se presenten en casos “muy raros”, es decir, en uno de cada 10.000 pacientes. Pero las empresas están obligadas legalmente a detallar absolutamente todas las variantes.

Comunicación: la clave

Magnus Heier recomienda que si alguien nota que los efectos secundarios detallados en un medicamento le provocan miedo debe recurrir a la charla con un médico. Pero aquí, el especialista debe tener cuidado: “Se ha comprobado que también los efectos de una conversación pueden influir sobre el comportamiento o el desarrollo de una enfermedad”, dice Sasa Sopka, anestesista y uno de los directores de un centro de entrenamiento para capacitación de profesionales médicos en Aquisgrán en donde se ejercita todo, desde la operación hasta la charla con el paciente.

Para un paciente puede ser muy malo que el médico no lo escuche, no lo mire a los ojos, no lo tome en serio, o lo intimide. Si sus expresiones tienen un tono muy negativo, o si el médico hace diagnósticos graves sin pensarlo y sin haber examinado lo suficiente al paciente, eso puede traducirse en malestar.

Según Heier, sea como fuere, el poder de nuestro inconsciente al interpretar los síntomas y los diagnósticos no debe dejarse de lado en el tratamiento y en el trato con los pacientes.