EDUCACIÓN

Saquen una hoja

Nueva evidencia científica señala que la manera más efectiva para aprender a largo plazo es cerrar los libros y someterse a un examen sobre lo leído.

29 de enero de 2011

Una de las estrategias de los profesores que más detestan los estudiantes son los exámenes. Tradicionalmente les han servido para saber qué tanto aprendieron sus alumnos y para sacar las calificaciones. Pero, según recientes investigaciones, hacerse exámenes sería clave en el proceso de aprendizaje y, aparentemente, sería más efectivo que otras técnicas de estudio.

La semana pasada, un trabajo publicado en la revista Science confirmó esta tesis. El objetivo de Jeffrey Karpicke, profesor de Psicología de la Universidad de Purdue y autor del estudio, era ver el desempeño de 200 estudiantes en varias disciplinas científicas, frente a dos diferentes técnicas de estudio. En un grupo, los alumnos debían revisar el material frecuentemente y hacer diagramas y mapas conceptuales en los que se mostraban las relaciones entre las ideas. En el otro, los participantes debían leer los contenidos, cerrar los textos y responder un quiz. Al cabo de una semana, ambos grupos se reunieron para un examen final para ver qué tanto habían aprendido con cada uno de los métodos. Contra todos los pronósticos, quienes leyeron el material y presentaron la previa, que incluía preguntas para garantizar el aprendizaje con sentido, recordaron 50 por ciento más que los demás estudiantes.

"No hay nada malo con los mapas conceptuales, pero la evidencia muestra que la práctica de recuperar los datos del cerebro es mucho más efectiva que las otras técnicas de estudio", dice Karpicke. El trabajo causó interés entre los expertos porque actualmente los profesores se apoyan más en otras actividades de aprendizaje, como los mapas conceptuales, y menos en la memoria.

El 'testing effect', como se le conoce en inglés, es todavía un acertijo para los expertos, que vienen estudiando el tema desde hace más de una década. En educación la gente piensa que los exámenes solo sirven para medir el conocimiento. Pero en este caso el objetivo de las pruebas no es ese, ni tampoco motivar a los estudiantes a que estén atentos, sino ayudarles a guardar la información en la memoria. "Cada vez que se le practica una prueba a alguien se le estaría cambiando lo que sabe", dice Henry Roediger, de la Universidad de Washington en Saint Louis, quien ha realizado otras investigaciones en esta misma línea.

Roedinger y Karpicke creen que sus investigaciones están dando nuevas luces sobre lo que significa aprender. "Aprender es recuperar información, dice Karpicke y agrega que "la gente imagina que la memoria es un espacio para guardar datos, como los libros en una biblioteca. Pero lo que hoy sabemos es que el acto de sacarlos de allí no es neutral, sino que afecta el sistema", señala el investigador. Al respecto, Margarita Peña, directora del Icfes, comentó que "esto muestra cómo el aprendizaje no es un tema superado, sino que todavía hay muchas más preguntas por hacer".

En sus investigaciones, Roediger ha encontrado que una persona que está estudiando los hechos de la Polonia del siglo XVII, por ejemplo, podría retener más información si se le hace una prueba en la que se esfuerce por sacar los datos, que si solo lee el artículo varias veces. Pero también ha encontrado que la calidad de la prueba es crucial para el aprendizaje. Los exámenes deben ser de respuesta corta, se deben dar al comienzo o al final de cada sesión, y el profesor debe dar retroalimentación enseguida para que el estudiante sepa en qué falla.

Pese a la evidencia, hay todavía resistencia a las pruebas. Los maestros, porque no les gusta calificar tantos exámenes, y los alumnos, porque las previas les generan mucha ansiedad. Por lo pronto, Karpicke se concentrará en nuevas investigaciones para disipar dudas y lograr así que los quiz tengan más espacio en el aula de clase.