SEGUNDOS AUXILIOS

El psicólogo David Green, de Israel, presenta interesantes teorías sobre psicoterapia para los damnificados de grandes catástrofes

11 de mayo de 1987

En Colombia, por lo general, el concepto de catástrofe está vinculado con el dinero. Se cae Popayán (como se cayó hace cuatro años por estos días de Semana Santa) y la pregunta que surge es ¿cuánto va a costar la reconstrucción? Desaparece Armero y surge de inmediato el ¿cuánta plata se perdió en cultivos?, pero pocas veces el impacto de la tragedia se relaciona con el desequilibrio mental que queda en las personas que la padecieron.
Una de esas pocas ocasiones ocurrió la semana pasada cuando la Universidad Javeriana organizó un seminario para estudiar las medidas de prevención y la intervención de emergencia en casos de catástrofe. El evento, que contó con la presencia del psicólogo israelí David Green, experto en el manejo de problemas de duelo y reacciones postraumáticas, concluyó el pasado fin de semana y arrojó resultados dignos de no ser desechados en el cajón del olvido.
Ante todo, se estableció que en Colombia aún no se ha diseñado un plan preventivo para minimizar las consecuencias negativas de una tragedia, y su creación es realmente urgente. Según el profesor Green, lo más importante para poder enfrentar un desastre natural consiste en desarrollar una estrategia en la cual cada persona sepa qué hacer y a dónde acudir. "Se requiere de un sistema elaborado a diferentes niveles, en el que participen profesionales de la medicina, la enfermería, la psicología, la psiquiatríay el trabajo social, personal de socorro los bomberos y la defensa civil, y no profesionales preparados para actuar como jefes de manzana o líderes locales.
LA OTRA PATA DEL COJO
Pero esto es apenas el principio. Se trata de un plan para proporcionar una ayuda inmediata, que si bien es la más importante, no es definitiva. Al cabo de las horas y de los días surge la crisis psicológica que conlleva toda desgracia.
Hay reacciones psicológicas inmediatas y posteriores. Las primeras se caracterizan por presentar una confusión de elementos psíquicos y fisiológicos -o por ser decididamente psicosomáticos-, debido a que la gente tiende a somatizar la ansiedad. Entonces pueden presentarse problemas gastrointestinales, afecciones respiratorias, hipertensión arterial, etc., pero que obedecen a una reacción mental. Más adelante se producen las crisis psicológicas claramente definidas, y surgen el miedo, la angustia y los complejos de culpabilidad entre otros. Y con el tiempo puede llegar la forma más aguda de las reacciones psíquicas, que es cuando el individuo deja de funcionar en alguno de sus aspectos: trabajo, reacciones familiares y sociales, sexualidad... Estas son las consecuencias más graves, ya que pueden durar muchos años, e incluso volverse crónicas.
"Al comienzo, asegura Green, debe adoptarse una psicoterapia de soporte, para ayudar al damnificado a superar el choque inicial, lleno de pánico y de inmenso dolor. Luego debe practicarse una psicoterapia a largo alcance, en la que se proporcionan elementos para la elaboración del duelo y de la pérdida -se pierden familiares, partes del cuerpo, posición social- y se busca la manera de que el individuo pueda retornar a sus relaciones con la sociedad y logre rehacer su familia ".
En este proceso es adecuado combinar las terapias individuales con las grupales. Conviene que el psicólogo se enfrente a la familia reunida, sobre lodo si ha muerto algún miembro de ella, y también al individuo independientemente. De la misma manera se acostumbra la terapia con un grupo numeroso de damnificados, para procurar una rehabilitación comunitaria que parta de la identidad del problema y de la cooperación mutua para superarlo. Si después de un tiempo prolongado la gente continúa sin un sitio de habitación y sin fuentes de trabajo, se puede crear una cronizacion del desastre, lo cual origina a su vez los llamados damnificados profesionales.
De estos "damnificados de oficio" está poblado el país. De cada tragedia, por antigua que sea, todavía quedan numerosas poblaciones que siguen viviendo como si la mala suerte hubiera llegado ayer. El de los damnificados de Popayán es el ejemplo más oportuno ya que en esta Semana Santa se están cumpliendo cuatro años del terremoto: a pesar del tiempo, aún hoy muchas familias siguen viviendo en carpas.
Esa secuela de la catástrofe habla por sí sola de la postración en que quedan los afectados. Y, como concluyeron los expertos en "castastrolismo" reunidos en Bogotá la semana pasada, la manera más eficaz para acabar con esos traumas de la tragedia es que la gente tenga capacidad de recuperación por sí sola, además de una terapia ocupacional porque "el trabajo es efectivo para superar este tipo de problemas, ya que hace que el individuo se mantenga entretenido y con la mente alejada del horror que vivió".