VIDA MODERNA

Seis meses con libros electrónicos

Tras 180 días leyendo textos digitales David Cuen, blogger especializado en tecnología de BBC Mundo, les comparte su experiencia. Lo bueno, lo malo, lo que extraña del papel y lo que prefiere de los bits.

Alianza BBC
David Cuen (Blogger de tecnología BBC Mundo)
3 de febrero de 2011

Hace unos días Amazon anunció que ya vendía más libros para su Kindle que ediciones de bolsillo. La mayoría de los editores estadounidenses -según una encuesta de Forrester- creen que para el 2014 las ventas electrónicas superarán a las de papel.

El día de mi cumpleaños recibí de regalo un lector de libros electrónicos. Un dispositivo delgado que me recibió con la promesa de otorgarme horas de lectura y miles de megabytes de letras.

Tras varios meses de uso quiero compartirles por un lado las cosas que me han atraído como imán hacia este nuevo medio y, por otro, las cosas que me hacen desear que la lectura en papel no desaparezca jamás.

¿Me acompañan?

Esto es lo que me gusta de los libros electrónicos:

Leo más
Mi tasa de lectura creció considerablemente al pasar de un libro al mes -o cada dos meses- a dos o tres cada 30 días.
La razón de este incremento es simple. La variedad de títulos disponibles y la posibilidad de tenerlos al instante hace que uno lea uno y quiera devorar más.
Se puede convertir en una adicción literaria.

Diccionario integrado
Cuando leo una palabra que desconozco, el lector de libros electrónicos me ofrece una definición al instante con sólo un clic. Incluso algunos dispositivos ofrecen la opción de acudir a una explicación más detallada o de consultar Wikipedia.

Precio
El precio que se paga por un texto digital suele ser inferior al de un libro impreso. No siempre es el caso, pero es bastante frecuente desembolsar menos por la versión electrónica que por la de papel.
Eso a pesar de que en la mayoría de los mercados los textos impresos no pagan impuestos, pero los electrónicos sí.
Pero el costo de producción de ambos es muy diferente en favor de los bits.

Experiencia social
Los lectores de libros electrónicos ofrecen la posibilidad de hacer anotaciones sobre lo que uno está leyendo y además compartirlo con otros.
Se pueden seleccionar citas o pasajes de una novela y compartirlas en Facebook o Twitter, por ejemplo.

Probar antes de comprar
Algunos de estos dispositivos ofrecen la posibilidad de descargar un capítulo de un libro antes de comprarlo.
Eso implica que el lector tiene la posibilidad de decidir si gusta de lo leído o no, antes de comprarlo.

Lo que no me gusta.

Me falta el aroma
Sí, lo sé. Ésta es una idea romántica y un cliché cultural, pero es verdad que después de un tiempo uno suele echar de menos el aroma de las hojas de papel.
Ese olor le otorga a los libros el sello de los recuerdos, algo que los electrónicos no proveen.

Poco material con ñ
Las cosas están cambiando y no cabe duda que en unos años más el catálogo de lecturas en español crecerá, pero por ahora aún es pobre.
Es una lástima porque podría servir de vehículo a muchos creadores literarios de habla hispana.
Supongo que la lógica del mercado se impone. Si no hay tantos lectores electrónicos en español, no habrá tantos libros.

Restricciones geográficas
Esta es una de las cosas que he encontrado más incómodas respecto al formato digital: en unos mercados hay títulos disponibles, en otros no.
Por razones comerciales las editoriales no permiten que algunos libros que se venden electrónicamente en EE.UU., estén a la venta en otros países.
La lógica es que o no tienen los derechos de autor para dicho mercado, o no quieren venderlo ahí en una edición digital porque la de papel representa un mejor negocio.
Sea cual sea la explicación, lo cierto es que estas restricciones van en contra de la propia naturaleza de la lectura electrónica.

Personalización
Otra idea romántica.
Los libros son objetos físicos, son átomos. Eso implica que "existen" en el sentido material de la palabra. Podemos verlos, olerlos, tocarlos, juntarlos uno con otro en anaqueles, etc.
Con los electrónicos eso no ocurre. Aún cuando tengamos miles de libros, estos sólo estarán en la memoria del dispositivo y en nuestro cerebro.

Tras seis meses de convivir con los libros electrónicos, tengo claro que no hay marcha atrás. Éste es el futuro y me gusta.

Eso no significa, sin embargo, que deban desaparecer las ediciones en papel. Todos necesitaremos de vez en cuando un cúmulo de páginas y aromas que nos recuerden que las letras cobran vida más allá de nuestra imaginación.

Ojalá que no desaparezcan.