Medio ambiente

Ser verde no sirve

Un nuevo libro sostiene que, pese a las buenas intenciones, los esfuerzos para mitigar el calentamiento global en realidad agravan el problema.

25 de febrero de 2012

Ante tantas no-

ticias sobre los problemas ambientales del planeta, muchas personas se han movilizado para aportar su grano de arena y, con acciones concretas, evitar contribuir a más daños. Pero David Owen, un reconocido autor y colaborador de revistas como The Atlantic y The New Yorker, acaba de publicar el libro The Conundrum, sobre la paradoja e hipocresía que resultan de asumir un estilo de vida verde. Muchas de estas soluciones amigables con el medio ambiente, dice, no solo son irrelevantes sino más perjudiciales de lo imaginado.

Y no es que Owen sea de los que niega el problema. Él se ha distinguido por su perfil ambientalista a tal punto que siempre había pensado que al vivir en Manhattan sin carro, sin secadora de ropa y sin máquina para cortar el prado, su huella ecológica era mínima. Pero se dio cuenta de que todo ese esfuerzo se borra con la otra mano en un segundo. Por ejemplo, él lo hizo al montar en un avión desde Nueva York hasta Australia para dar una conferencia de 45 minutos sobre el calentamiento global. "Ese avión consumió mucha energía que dejó una huella de carbono enorme. De hecho, mi tajada proporcional de combustible en ese viaje de ida y vuelta fue más grande que el total de energía que un residente promedio de la Tierra utiliza, para cualquier cosa, en un año", confesó en su libro.

Está el caso de los carros híbridos, reconocidos por todos como parte de la solución porque utilizan menos combustible fósil. El problema, según Owen, es que como son más eficientes la gente los usa para recorrer distancias cada vez más largas, con lo cual el gasto de combustible aumenta. Por eso, a pesar de que los autos hoy son más eficientes, hoy se consume mucha más gasolina.

Su reflexión está basada en un principio conocido como 'efecto rebote', que sucede siempre que una tecnología se vuelve más eficiente. Al mejorar la eficiencia, la actividad también baja de precio y hace que la gente se involucre más en ella, con lo cual los beneficios ambientales del avance se cancelan.

Eso mismo ha sucedido con el aire acondicionado que, por ser más eficiente y barato, hoy es más usado. O con los bombillos de la luz, que por las mismas razones se dejan encendidos por más horas. Owen incluso es implacable con los comportamientos de quienes apoyan la idea de comer local, que se basa en que se ahorra energía si los alimentos no viajan distancias largas. Para el autor, esta buena intención se anula cuando los consumidores viajan a las fincas orgánicas a comprar los productos en sus propios carros, que producen los gases de efecto invernadero.

Owen insiste en el tema de los aviones. Gracias al desarrollo de turbinas más eficientes, hoy un jet ahorra 75 por ciento más de combustible que uno de los años sesenta. Con esto se logró abaratar el precio de los pasajes y como consecuencia la gente hoy utiliza más este medio de transporte.

Los avances para mejorar la eficiencia de las tecnologías existentes solo lleva, según el autor, a que la gente las use más, pero aleja a la humanidad de una solución real al problema del calentamiento global. Incluso, la innovación técnica que hoy está orientada a desarrollar objetos amigables con el medio ambiente está creando nuevos y atractivos productos que los adictos al consumo querrán adquirir.

Y es que para Owen el problema está íntimamente relacionado con el consumismo, al cual nadie quiere renunciar. Como le dijo a SEMANA, "la gente ya sabe lo que tiene que hacer, lo que pasa es que no nos gustan las respuestas". Y estas implican cambios dramáticos en el comportamiento, como menos automóviles, menos movilidad, menos objetos de consumo."Menos consumo en general". Por eso, Owen considera que la pregunta que todos se deben hacer no es si se debe o no invertir en energía renovable, sino en si cada cual está dispuesto a dejar en el subsuelo gran parte de los combustibles fósiles. Él concluye que "al primer interrogante es fácil decirle sí, pero el segundo es el crucial". Y todavía la gente no está dispuesta a contestar esa pregunta afirmativamente. n