SIERRA ENFERMA

Un estudio de la Univesidad Nacional identifica todos los males que ha dejado la siembra de coca en la Reserva de la Macarena. SEMANA reproduce las principales conclusiones de la investigación.

9 de julio de 1990

A mediados de la década del setenta, llegan, una tras otra, la marihuana y la coca. En honor a la verdad, la región no tenía una gran tradición de cultivos ni de tráfico ilícitos. Por el Guaviare entraban desde Venezuela y de Brasil pequeños matutes de armas y de relojes; del Guayabero, durante la época de la siringa, se sacaban amarrados los indígenas para las caucherias de la Casa Arana; en la colonia penal de Acacias, en una esquina se llegó a cultivar marihuana por parte de los penados; y las tribus que habitaban la zona sembraban el hayo. Eso era todo. No habia, pues, una cultura que pudiera explicar la rapidez y la envergadura que revistió el fenómeno.
Se dice que hacia 1974-75 se trajeron de la sierra Nevada las nuevas semillas de marihuana y que se plantaron con éxito en las cercanías de Vistahermosa. Algunos traficantes con experiencia comenzaron a interesarse en el negocio en sociedad con traficantes costeños. Eran cultivos extensos, mantenidos en secreto y manejados con gran sigilo. Los colonos observaban curiosos pero discretos el experimento.

Cuando en la costa el negocio se puso difícil, los llanos surgieron como una alternativa, y en Vistahermosa comenzaron a regalarse semillas, a impartirse instrucciones técnicas y a darse pequeños créditos para sembrar la yerba. Fue un plan deliberado, orientado a sustituir a la costa como productora.
Inicialmente el proyecto tuvo éxito. En Vistahermosa y en las márgenes del Guéjar los cultivos se desarrollaron aceleradamente por cuanto los beneficios tangibles eran inocultables. Los colonos aprendieron en un dos por tres todas las técnicas relacionadas con la siembra, el embalaje y el transporte. De Vistahermosa salían los aviones repletos de yerba hacia el exterior, y, aunque existía un gran monopolio en la compra, los beneficios eran extraordinarios. Por el Guéjar, se dice, bajó al Ariari y al Guaviare: pasó al Unilla y al Itilla, bajó al Vaupés y subió por el Guayabero. La onda se amplificó abarcando regiones cada vez más distantes y menos pobladas. Este efecto sólo puede ser explicado por las condiciones económicas en que vivían los colonos y por el abandono casi absoluto por parte del Estado. La marihuana les permitía coronar en una sola cosecha lo que no habían podido hacer durante toda su vida con el maíz, el arroz, el plátano, los cerdos.
El efecto de demostración económica convenció a todos los colonos sin distinciones de credo religioso o político, tradición cultural, origen regional o nivel económico alcanzado.
Sobre este último punto vale decir que en el momento del "boom" había dos tipos de colonos: en la periferia, el pionero, el colono profesional que derribaba la selva; y más al centro, el colono en descomposición, en crisis. Para unos y otros, la yerba cayó del cielo. Los progresos en el consumo -y por tanto en el comercio local ya se comenzaban a sentir cuando la marihuana entró en crisis. Fue un ensayo general que se frustró, es cierto, pero que preparó y dispuso a la gente para el cultivo de la coca, que vino casi inmediatamente.

Llegó a La Libertad, un punto situado entre El Retorno y Calamar, donde un grupo de esmeralderos adinerados inició el nuevo experimento. Al principio los narcotraficantes en ciernes -con toda la experiencia del comercio ilícito de gemas y toda la tradición de la violencia de la zona esmeraldífera quisieron controlar el negocio de arriba abajo. Es decir, comenzaron haciendo extensas plantaciones, cuidadas por hombres armados, que utilizaban mano de obra local mal pagada, un grupo especializado hacia la química y así el producto salía por avión hacia Villavicencio o Bogotá. Pero un negocio de tan enormes ganancias no podía impedir la competencia, y ésta llegó pronto y con ella el secreto se rompió poco a poco y los colonos "se pillaron el cuento". Al poco tiempo las semillas o los esquejes eran vendidos públicamente y el negocio se hizo popular. La gente había quedado "iniciada" con la marihuana, así que la nueva semilla cayó en un surco fértil y preparado de antemano. Pero a diferencia de la yerba, que bajó por los ríos, la coca subió por ellos: de La Libertad a San José, de San José a Puerto Rico y a La Macarena. El epicentro de la bonanza fue, sin embargo, San José del Guaviare. Alli llegaba la mayoría de insumos y salfa la mayoría de mercancía. Luego la onda se amplió al Caquetá, al Vaupés, al Putumayo, al Vichada. Parece como si todos los sufrimientos, privaciones y explotación a que habían sido sometidos los colonos, cobraran de golpe la revancha. ¡Y qué revancha!
En la reserva de La Macarena, la marihuana giró en torno a Vistahermosa y su efecto económico se hizo sentir sobre todo en la llanura del Guéjar, y un poco menos fuerte en el bajo Ariari y el Guayabero. La coca, por el contrario, abarcó toda la reserva y la subordinó de una manera casi absoluta, por lo menos durante los primeros tiempos, a su lógica y a su epicentro, San José. Se exceptúa relativamente la región de Vistahermosa y Mesetas, cuyas relaciones eran más estrechas con Grariada. Pero el control que movía el negocio tenía asiento en el Guaviare.

LOS EFECTOS DE LA COCA
La bonanza de la coca tuvo múltiples efectos en la región, muchos de ellos contradictorios y todos de variada intensidad.

El primero fue evidentemente el demográfico. Sin lugar a dudas, se puede decir que entre 1980 y 1988 la población de la reserva se duplicó y en ocasiones -cuando los precios subían pudo llegar a triplicarse. El censo CES no alcanza a dar cuenta de este crecimiento porque fue realizado en una época de precios bajos y de intervención del ejército, tanto en la zona del Guayabero, del Guéjar, como en el Ariari. Esta nueva ola de inmigración estaba compuesla por campesinos pobres de zonas andinas, por colonos arruinados de la misma región, por jornaleros de las áreas de agricultura comercial y, por primera vez, por desempleados y rebuscadores urbanos de las más heterogéneas condiciones sociales y económicas.

Esta enorme masa de fuerza de trabajo se concentró principalmente en Vistahermosa, Puerto Rico y a lo largo del Guayabero, fundando poblaciones que hasta entonces eran discretos y solitarios atracaderos.
Nacieron así El Raudal, la Carpa, Nueva Colombia, Cachicamo, Puerto Nuevo. En estos puntos se concentraron los servicios, el comercio y la vivienda, y de allí partió la onda que derribó la selva y multiplicó las chagras y los trabajaderos. Quizás el fenómeno más importante, desde el punto de vista de la demografía, fue el surgimiento de estos pueblos o pequeñas concentraciones a lo largo de los ríos y de las trochas principales.
Dan cuenta de un ingrediente urbano, desconocido hasta entonces en la colonización campesina, y sin duda, también de una estrategia política, que evoca el viejo aforismo: gobernar es poblar. La colonización , tradicionalmente campesina cobra con la coca un nuevo carácter que la vincula de una manera más directa a la vida nacional, por la gran heterogeneidad de sus componentes y por la forma de poblamiento. No eran ya campesinos aislados y solitarios sino grupos de hombres y mujeres organizados y concentrados los que llevaron a cabo este proceso.
Desde el punto de vista económico, la cuestión es aún más compleja.
La coca cumplió una función diferencial con la naturaleza económica de los sujetos del proceso. Para los colonos ya fundados, que estuvieron en la etapa de subsistencia o en la fase de la descomposición, la coca les permitió ahorrar, capitalizar y detener o, por lo menos, diferir la crisis.
Se presentaron aquí dos momentos.
Uno en que el hambre y la miseria acumulada se salieron de madre y se enloquecieron en un consumo desenfrenado que malbarató la oportunidad del colono. No así la de los pequeños y grandes comerciantes que capitalizaron y ampliaron sus negocios al ritmo en que los colonos dilapidaban su dinero. No capitalizó el colono pero si el comerciante. Muchos de estos comerciantes eran a su vez empresarios agrícolas o ganaderos o comenzaron a serlo a partir de la bonanza. Centralizaron también -y de qué manera los negociantes de coca y de insumos para el procesamiento, que de una u otra manera estaban vinculados a los circuitos comerciales tradicionales y legales y a los círculos empresariales y políticos.
Desde este punto de vista la estructura local de poder económico y político, en las llamadas cabeceras de la colonización, como son Granada, Vistahermosa, San José, se consolidó y amplió. O sea que mediante los canales comerciales convencionales, parte del beneficio generado por la coca podía no ser eterna. Visto como un fenómeno coyuntural y transitorio, el cultivo de la hoja pudó ser tomado como un medio para capitalizar. Muchos lo entendieron así a raíz del bajonazo de precios del año 83 y de la continuada presión por parte del movimiento armado que llegó hasta reglamentar las siembras, obligando a tener por cada hectárea de hoja tres hectáreas en comida.
Estos dos hechos abrieron las posibilidad de reinvertir las ganancias ilegales en la economía legal mediante la siembra de pastos, cacao, el mejoramiento de la vivienda y la compra de ganado. Los colonos llaman a esta operación "pisar" las ganancias; es decir, amarrarlas para que no se vayan. La capitalización fue un hecho innegable. El colono pudo por primera vez producir excedentes traducibles a ganancias que, acumuladas como mejoras, se convirtieron en una base de control que hizo posible su reproducción ampliada. Cierto es que la variación de precios de la coca y los avalares del negocio no permitían una centralización continua ni una producción regular, pero con lodo, muchos colonos comenzaron a transitar por el camino de la empresa agrícola.

El sector compuesto por campesinos andinos que conservaban su parcela fuera del área, en su lugar de origen, también se benefició. Utilizaban la chagra del Guayabero para producir dinero que acumulaban en la parcela andina. Campesinos de las comarcas de Márquez, Gutiérrez, Tenza, el Tequendama, para citar sólo los casos más conocidos, tuvieron la oportunidad de sacar adelante sus economías campesinas con una inyección de dinero producido por la coca.

Esta remisión de beneficios a otras áreas que también la regla de los jornaleros agrícolas, desempleados urbanos y pequeños comerciantes. Los giros hechos en la Caja Agraria superaban con mucho los depósitos locales en Granada y San José. Hubo pues también, una forma de ahorro sustancial en el sector que fructificó fuera de la colonización.

Hay que anotar un hecho muy imporlante. Los capitales amasados por comerciantes y empresarios agropecuarios en el negocio de la coca traqueteando, dicen no fueron reinvertidos en el área de la reserva por cuanto esta inversión no estaba respaldada por un título de propiedad sobre la tierra. En cambio, capitales más pequeños, hechos por colonos campesinos, cuya posesión sobre la tierra les garantizaba por costumbre su disrrute, si invirtieron dentro de la reserva, ampliando y mejorando sus fincas. Ello, dicho sea de paso, podría contribuir a explicar los diferentes índices de concentración de tierras dentro de la reserva y fuera de ella, sobre todo de áreas periféricas a esta.

Las inversiones de capital se localizaron, principalmente, en el municipio de Vistahermosa y a lo largo del valle del río Guéjar. Allá la ganadería y la agricultura comercial mecanizada han tomado un gran auge induciendo, como es natural, un proceso de concentración de tierras que presiona la colonización de nuevas áreas, sobre todo hacia el occidente y hacia el sur. Es la zona más intervenida de la reserva y donde se halla asentado el mayor número de su población. Aunque, en menor escala, la transformación de la economía de colonización en empresa agropecuaria se ha dado también al sur del río Guejar y en las márgenes del bajo Guayabero. En estas zonas están apareciendo ganaderías financiadas por la coca que de continuar su ritmo expansivo pondrán en grave peligro la zona intervenida o no intervenida que se ubica en la parte plana y central de la reserva (caños, Cafre y Yarumales).

Desde el punto de vista ecológico la coca ha tenido en la reserva consecuencias muy contradictorias. La mata de coca se desarrolla en todos los suelos de la zona, razón por la cual hoy en día los colonos que se ven presionados por la expansión ganadera o por las operaciones de orden público, se dirigen hacia las zonas más selváticas, abriendo el camino a nuevos contingentes. El cultivo de la coca no se guía pues, por la fertilidad de la tierra sino más bien por la dificultad de acceso y la cobertura natural.

La coca misma, dado que es un cultivo parcelario, es decir que no se basa en la plantación, y que tiene una alta rentabilidad, no requiere grandes extensiones para su producción. Tampoco parecen graves los desechos químicos que resultan del procedimiento si se comparan con los tóxicos utilizados en la agricultura moderna o con las campañas de fumigación aérea llevadas a cabo por los grupos antinarcóticos.

El problema ecológico que plantea la coca es indirecto y hace referencia a la expansión de la ganadería. La coca crea las condiciones para este avance al abrirle caminos a la colonización y además financiarla. En la región de estudio este proceso, sin ser grave -si se exceptuara las zonas de Albania, Maracaibo y el Guaní-, está a punto de desencadenarse: un alza sostenida en la coca o el levantamiento de la reserva, equivaldrían a la "ganaderización" del área plana.

Por último, desde el punto de vista político, es incuestionable que las guerrillas se han fortalecido a raíz del cultivo de la hoja. No porque ellas cuiden los laboratorios, sino fundamentalmente porque el campesino contribuye económica y socialmente a ese fortalecimiento. Hay que tener en cuenta que el movimiento armado tuvo mucho que ver con la colonización del piedemonte y con la colonización del alto Ariari, alto Guayabero y Lozada, y que el movimiento agrario tuvo un papel preponderante en la colonización de Vistahermosa y el Guéjar, antes de que en la zona se cosechara una hoja de marihuana o de coca. Más aún, los colonos sostenían económicamente esos movimientos a pesar de la fragilidad de su economía y estaban acostumbrados a contribuir económicamente con ellos desde los años cincuenta. El enriquecimiento de los colonos permitió que esos aportes fueran mayores y que se ampliaran sobre la población recién llegada, gracias a la autoridad indiscutible'y solidaria de esos grupos políticos. Su orientación campesinista contribuye, de otro lado, a explicar el arraigo y la función que cumplen. La coca ha apuntalado a la guerrilla básicamente porque detrás y debajo de ella hay miseria, violencia y persecución.
Pero la coca, también, ha fortalecido el ejército bajo la versión paramilitar, que, como se sabe, es íntegramente financiada con dineros ilícitos.

De una u otra manera la coca ha traído, aparejadas, la prosperidad de muchos y la violencia a todos.