| Foto: Simon Jarratt / Corbis

ENTREVISTA

Así viví el cáncer terminal de mi madre

Paola Rodríguez perdió a su madre luego de una dura batalla que libró contra un cáncer de pulmón metastásico. La joven le contó a Semana.com cómo fue lidiar con esta enfermedad en su casa.

4 de agosto de 2016

Por ser uno de los más agresivos, el cáncer de pulmón es el de mayor mortalidad en el mundo. En Colombia es uno de los tipos de cáncer más comunes en hombres y se estima que cerca de 5400 personas padecen esta enfermedad. No solo los fumadores están en riesgo de sufrirla sino también los que nunca han fumado, como Luz Marina Laverde quien perdió la batalla contra enfermedad hace cuatro años. Su hija, Paola Rodríguez cuenta cómo vivió esa enfermedad junto a su madre.

SEMANA: ¿Cuál era el diagnóstico de su mamá?

Paola Rodríguez: Ella fue diagnosticada en 2012 con cáncer en el pulmón derecho. Le hicieron quimioterapia y radioterapia y eso la ayudó a sobrevivir unos años más. Dos años antes de morir se dieron cuenta de que tenía cáncer en el otro pulmón y le había metástasis en el tórax, parte del corazón, el estómago, costillas.  Eso se denomina sarcoma sinovial fusocelular, que es uno de los cáncer más fuertes.

Le puede interesar: Estamos más cerca de la cura del cáncer

SEMANA:¿cómo era la vida en su casa cuando llegó la noticia del cancer

P.R: Cuando ella fue diagnosticada con el primer cáncer, mi hermana se estaba graduando de 11. Yo estaba en el colegio, en sexto grado y por la operación de mi mamá y todo lo de la enfermedad casi pierdo el año. Mi papá, estaba trabajando. Cuando murió yo ya estaba en la universidad. Cuando estaba pequeña no me dio tan duro porque yo no veía la posibilidad de que mi mamá fuera a morir, yo estaba segura que se iba a salvar, pero en los últimos dos años, cuando ya estaba en la universidad, si fue más terrible.

SEMANA: ¿Cómo cambió la vida de ustedes tras el primer diagnóstico?

P.R: Uno no puede volver a ser el mismo. Tuve que crecer a las malas y ayudar en todo lo de la casa, estar pendiente, ser una mamá porque la mía ya no podía. Tocaba estar pendiente de mi papá, mi hermana tenía que estar pendiente de mi. La comida se tenía que hacer entre mi hermana y yo. Era bastante difícil porque uno no sabía cómo llegar y saludar o si lo van a recibir de buena o mala manera. Siempre el centro de atención era mi mamá y uno en esa etapa tenía sus necesidades y cosas que quería contar pero no lo hacía porque ella no se podía estresar, ni preocupar.

SEMANA: ¿Por qué con el tiempo empezó a creer que su mamá se podía salvar?

P.R: En el primer cáncer ya se le habían hecho todos los tratamientos posibles. Le habían hecho quimioterapia, radioterapia, cuidados paliativos. Para el segundo diagnóstico a ella ya se le había adelgazado la sangre y sabíamos que era una enfermedad sin cura y muy agresiva.

SEMANA: En ese segundo diagnóstico, usted ya era una persona con más edad. ¿Cómo fue la situación en ese momento?

P.R: Ya sabíamos lo que nos esperaba. En esa época yo ya estaba en la universidad, pero no podía compartir tanto esa etapa con mis amigos porque tenía que salir rápido de la universidad, llegar a la casa y hacer almuerzo o la comida y atender a mi mamá y después de acabar, cuando ya estaba rendida, tenía que hacer trabajos de la universidad. Tuve un novio en esa época que fue una ayuda grandísima para mí y mi mamá. También yo tenía que ser muy fuerte, ya no podía llorar tanto como antes y cada día que iba pasando solo le pedía a Dios que se la llevara pronto para no verla sufrir tanto como la vimos sufrir.

Le recomendamos leer: La inmunoterapia, ¿lo más efectivo contra el cáncer?

SEMANA: ¿Cómo les fue con el acceso al cuidado médico y al servicio de salud?

P.R: Nosotros no teníamos que salir con mi mamá al médico, ni a hacerle exámenes a lo último porque ya solo tenía cuidados paliativos. Cada dos días iban los médicos a la casa y le revisaban y le aplicaban medicamentos. Ella estaba hospitalizada dentro de la casa. Los siete años anteriores tuvimos un psicólogo que nos ayudó con el trámite de las cosas y en eso la EPS fue muy buena. En lo único que tuvimos problemas fue con el oxígeno. Una bala de oxígeno dura un mes y mientras que autorizaban la otra era un lío, entonces tuvimos que poner tutelas y se demoraba un mes la autorización y era un problema porque no se podía quedar un solo mes sin oxígeno. Con tutela tras tutela terminaron dándole el oxígeno con más facilidad.

SEMANA: Ella terminó sus días en la casa. ¿Eso le ayudó a soportar mejor la enfermedad?

P.R: Cuando mandan a una persona con cuidados paliativos para la casa es para que dure entre dos y tres meses, pero mi mamá duró dos años. Dentro del programa, ella era la más antigua, estaba aferrada a algo acá, pero ya no había esperanza alguna de parte de la medicina normal. Por eso tomamos otras posibilidades como medicina bioenergética pero solo con el fin de cuidarle el dolor y darle cierta calidad de vida.

SEMANA: ¿Cuáles eran los momentos más difíciles al cuidarla?

P.R: La morfina y todos los medicamentos que se le daban le generaban estreñimiento. A ella cada vez se le tenían que dar más dosis, entonces cada vez se endurece más el estómago y el peligro es que se puedan intoxicar con su materia fecal. Lo que debíamos hacer era ayudarle a que ella eliminara todo eso, con lavados y con nuestras manos también. Eso era lo más doloroso para ella, más que el propio dolor del cáncer. Y a lo último, cada ocho horas tocaba sedarla algo que nosotras mismas hacíamos. Le poníamos las inyecciones en el estómago, en la entrepierna y debajo del brazo. Era muy difícil para todos nosotros.

SEMANA: ¿A usted qué era lo que más le afectaba?

P.R: Verla sufrir tanto. Pero también ver todo lo que lloraba mi papá al vernos hacer eso y que él no podía hacer nada más. Mi papá todavía está pagando la enfermedad porque él se tuvo que endeudar casi por 200 millones de pesos para quitarle el dolor a mi mamá, con unos parches que semanalmente costaban 800 mil pesos y que le poníamos  para que ella estuviera mejor y al menos se pudiera reír.

SEMANA: Es una situación muy difícil, pero ¿rescataría algo?

P.R: Sí. La enfermedad de mi mamá nos mantenía unidos como familia, todos dispuestos a cuidarla y cuidarnos entre nosotros. Ahí se demostró todo el amor que nos tenemos.

SEMANA: ¿Cómo resumiría qué es vivir con una persona con cáncer?

P.R: Lo veo de dos maneras y tengo dos formas de ver la vida. Primero, es una carga para todo el mundo, lo que pasa es que nadie tiene el valor de decirlo, pero es una carga. Uno no sabe qué hacer, se desespera y se enferma también porque hay mucho estrés. Pero también uno lo hace por amor, por esa responsabilidad que tienes porque es tu mamá, porque ella también sufrió por ti, porque también hizo muchas cosas por ti, porque es una forma de devolver todo lo que esa persona te amó. La verdad no se lo deseo a nadie porque uno sufre mucho viendo el dolor. No hay vida porque se va también con la de esa persona.

SEMANA: ¿Qué piensa ahora?

P.R: Es difícil darse cuenta que uno no ama ni valora tanto la vida como ella lo hacía. En su momento pensábamos que lo mejor era que se fuera porque mi hermana, mi papá y yo íbamos a estar bien, pero ahora que soy mamá entiendo el esfuerzo que hacía para estar viva y poder compartir con la familia tantos momentos. Ahora que mi bebé está, solo quiero vivirlo todo con él, compartir y estar siempre para él. Quisiera tener la misma fuerza que ella tenía para seguir sobreviviendo después de pasar por tanto sufrimiento y tanto sacrificio.