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NUTRICIÓN

Se confirma la maldición: las dietas casi nunca sirven

Así lo demuestra el caso de los participantes del famoso programa para bajar de peso 'The Biggest Loser' que recuperaron el 70 por ciento de lo que perdieron.

14 de mayo de 2016

Perder peso es un gran reto. Tanto, que el reality The Biggest Loser, que ya lleva más de 15 temporadas, consiste en que gana quien más kilos pierda. La noticia es que Kevin Hall, un experto del Instituto de Salud de Estados Unidos, decidió hace siete años investigar qué pasaba con los ganadores del programa y tomó como conejillos de indias a los 16 participantes de la temporada de 2009. En ese año ganó Danny Cahill con un récord absoluto en toda la historia del concurso: comenzó con 195 kilos y al finalizar el programa apenas pesaba 86. Con 1,80 metros de estatura, había logrado deshacerse de cerca de 109 kilos en apenas siete meses.

Hall siguió durante seis años no solo al ganador, convertido en una celebridad que ofrecía conferencias de autosuperación a otros obesos, sino a sus competidores. El trabajo, que acaba de aparecer en la revista Obesity, dio un resultado “asombroso y aterrador”, según palabras del propio Hall. Todos menos uno ganaron peso y cinco de ellos tenían hoy una cantidad de kilos igual o mayor que al comienzo del programa. En promedio, los participantes recuperaron 70 por ciento de lo que habían perdido. El mismo Cahill hoy soporta 47 kilos más que aquel glorioso día de su triunfo.

El trabajo ha puesto en evidencia una realidad que viven millones de personas en el mundo que intentan tener un cuerpo en forma con dietas. Se trata de la dificultad para deshacerse de los kilos que les sobran, y aún más, para mantenerse en el nuevo peso. Como lo expresó el diario The New York Times, quien tuvo la primicia del estudio, con esta investigación se confirma que “el organismo lucha a toda costa para recuperar el peso perdido”.

Uno de los factores que impiden mantener la nueva talla es el metabolismo basal, aquel que determina cuantas calorías gasta el organismo en reposo.Hall constató que al final del reality este se volvió extremadamente lento en todos los concursantes. Esto era de esperarse porque ya se sabe que el metabolismo no es estático sino que se adapta a las condiciones del ambiente y “al observar una disminución drástica, se defiende bajando su nivel metabólico para no dejar desnutrir al individuo, a pesar de que es un gordo”, explica el endocrinólogo Pablo Ashner. Por eso, luego del programa, a los participantes les costaba más trabajo quemar calorías para mantenerse en su nueva talla.

Pero lo novedoso del estudio es que mostró que este metabolismo lento se mantuvo así por mucho más tiempo de lo que se pensaba. Y no solo eso, se volvió mucho más ahorrativo que el de otras personas de la misma edad y peso, al punto de que para conservar los 133 kilos que hoy tiene, Cahill solo puede comer a diario 800 calorías, un cuarto de lo que consume una persona normal.

Lo anterior significa que recuperar peso es más complejo de lo que se creía y no un asunto de fuerza de voluntad. Según Sandra Aamodt, autora del libro Never Diet Again, la explicación está en el cerebro pues este órgano tiene establecido un peso natural que considera ideal para cada uno “independientemente de lo que piense su médico”, dice. Este peso fijo cambia de persona a persona según su genética y su experiencia de vida. Según Ashner, los individuos pesados tienen un genotipo diferente, es decir, un conjunto de genes especializados para que el organismo no pierda energía, ligados a la supervivencia de la especie ya que en otras épocas era más difícil conseguir alimentos. Hoy esos genes siguen ahí y por eso cuando alguien hace dieta, ya sea para bajar 60 kilos o solo tres, “el cerebro declara un estado de emergencia para que no muera de inanición”, dice Aamodt.

Entre los mecanismos que usa el cerebro no solo está volver más lento el metabolismo, sino producir más hormonas que generan hambre y hacen sentir más satisfacción al comer. Por eso, para los participantes mantener el peso era como nadar contra la corriente. Para Erinn Egbert, una de ellos, darse un gusto ocasional era imposible porque se convertía en una comilona desaforada que podía durar tres días, según le contó a The New York Times. Para
Cahill una sola cerveza era añadir 9 kilos más mientras que para sus amigos esa misma cantidad no significaba diferencia alguna.

Una de las hormonas involucradas en esas ansias es la leptina, que controla el hambre al enviar el mensaje de saciedad al cerebro. En el estudio de Hall los participantes tuvieron una baja sustancial en sus niveles de leptina y se cree que esta fue una de las causas detrás del hambre constante, los antojos y los atracones de comida con que debieron luchar los participantes al volver a su cotidianidad. Después del reality, los niveles de dicha hormona nunca volvieron a ser normales. Todo esto hizo de sus cuerpos una máquina de ganar peso: un metabolismo lento que no quemaba calorías mientras la deficiencia de una hormona les hacia comer a toda hora.

Lo anterior lleva a pensar a Aamodt que las dietas no sirven y destaca varios estadísticas para apoyar su tesis: en su mayoría, quienes han hecho dieta después de 5 años ganan más peso que el que perdieron; quienes se someten a estos regímenes tienen más posibilidad de volverse obesos en los próximos 15 años; los atletas que hacen dieta para participar en deportes que exigen un peso exacto tienen más probabilidades de ser obesos a los 60 años. “Algunos dicen que no es que las dietas lleven a ganar peso sino que quienes tienden a ganar peso son más proclives a las dietas, pero un estudio hecho en 2012 con 4.000 pares de mellizos sugiere que lo primero es lo cierto”, señala Aamondt.

Según la experta, aunque la industria de las dietas no lo dice públicamente, estudios muestran que el peso perdido no se sostiene en el tiempo. Un trabajo estableció que en 2002, 31 millones de europeos intentaron algún tipo de régimen y solo 1 por ciento logró una pérdida permanente. Por eso, Aamodt recomienda más bien comer con conciencia, lo cual implica estar atento a las señales de hambre y saciedad. En efecto, está demostrado que las personas que hacen esto tienden a mantener un peso estable por mucho tiempo y pasan menos tiempo pensando en comida.

Pero no todos están dispuestos a desechar las dietas asi no más. La nutricionista María Paula Estela considera que sí sirven aunque admite que hacerlas drásticamente puede resultar un tiro por la culata. “Esa es una crítica al programa porque allí la pérdida de peso no es natural ya que nadie puede tener una rutina de ejercicios de tantas horas ni una dieta de tanta restricción calórica en la vida real”, dice. Otros consideran que el problema no es la dieta del programa pues hay evidencia de que la persona igual recupera su peso, sin importar si lo había perdido lenta o rápidamente.

Ashner dice que las personas obesas deben entender que cuando hacen dieta y bajan de peso no se han curado. “Siguen siendo obesas pues esta es una condición crónica que requiere de un cambio de estilo de vida para siempre”. Para otros expertos, estos cambios son importantes pero no suficientes y se necesitan nuevos agentes para suprimir el hambre que sean seguros a largo plazo. Porque como le dijo a The New York Times David Ludwig, director del centro de prevención de diabetes del Boston Children’s Hospital, si esto le sucedió a un subgrupo de los más exitosos dietistas “¿qué esperanza les queda a los demás?”.