DIseño

Totumos en Manhattan

Una empresa colombiana puso de moda las artesanías del país en el círculo de Sting, Cher y Madonna. Su filosofía le viene como anillo al dedo a consumidores que buscan un mundo sustentable y equitativo.

24 de septiembre de 2004

Cualquiera que pase por la tienda principal de Donna Karan en el 819 de Madison Avenue, en Nueva York, podrá ver en la vitrina su colección de otoño, en la que sobresalen los colores tierra y chocolate. Acompañando estos trajes hay cojines de cocodrilo del Magdalena Medio, cubos hechos con maderas de La Guajira, canastos elaborados en las comunidades de Amazonas, vasijas tejidas (werregues) del Chocó, totumos de Barrancayucas, campechanas (hamacas) de los Llanos Orientales, velas hechas por discapacitados de Bogotá y cojines de cuero de Montería. Todo un catálogo de artesanía y diseño colombianos en el escaparate de una de las diseñadoras de moda más prestigiosas y cotizadas del mundo.

¿Cómo llegaron las artesanías colombianas a Madison, meca de la moda en el mundo?

La respuesta la tienen Catalina y Marcella Echavarría, dos colombianas, primas, que decidieron fusionar sus talentos para crear un proyecto que denominaron SUR (Sustainable Urban Revolution o Revolución Urbana Sustentable), que busca llevar el trabajo de los artesanos al mercado de lujo de una manera sostenible y generando una mejor vida tanto a quienes los compran como a quienes los hacen.

SUR busca que a los artesanos, la mayoría provenientes de comunidades rurales pobres de todo el país, se les valore su arte y su trabajo por lo alto. Y que los compradores puedan gozar objetos únicos y bellos, fabricados en armonía con la naturaleza y la sociedad.

Catalina es una arquitecta con gran visión sobre el diseño. En 1992 ganó el premio a Mejor Interior del Año, que otorga la American Architectual Association. Es una característica de ella diseñar objetos -cama, comedor, sofás, floreros- depurando la artesanía colombiana.Por ejemplo, el tejido cañaflecha con el que hacen el tradicional sombrero 'vueltiao' se transformó en un butaco para la sala, y la canoa de los indios sikuanis inspiró su cama y escritorio. Marcella está graduada en historia y filosofía, pero su trabajo se ha enfocado en rescatar el trabajo de los artesanos escribiendo en revistas de diseño y dictando talleres en América Latina. Para sus artículos ha tenido que recorrer el país, conocer familias de artesanos, ver cómo viven y entender el concepto que yace detrás de cada objeto. La fascinación por el tema la llevó a convertirse en asesora de Artesanías de Colombia, una entidad del Estado que busca desarrollar este sector.

Después de varios años de trabajar por separado las dos primas se volvieron a encontrar y un corto intercambio de ideas les bastó para saber que la una era el complemento de la otra. "Ella me hablaba del diseño; yo, de la indígena wayuu, de la guajira que teje el manto para enterrar a su suegro desde que se casa", recuerda Marcella. Sabían que tenían que unirse y hacer algo con este material para que el mundo conociera la belleza y la calidad de las fibras y tejidos del país. "¿Por qué se conocen en el mundo los chocolates Godiva y no los canastos Makú?", se preguntaba Marcella. Con las fotos que tomó en sus travesías por poblados indígenas y con algunos diseños de Catalina hizo un portafolio y envió contactaron a los almacenes más exclusivos de Nueva York. Al poco tiempo tenían cinco citas, todas en tiendas de la talla de Donna Karan, Calvin Klein y Takashimaya.

La primera cita fue en Donna Karan con Bonnie Young, directora creativa y jefe de diseño de la marca, quien se mostró totalmente entusiasmada con el concepto y los productos que ofrecían. "Iba a ser una reunión de una hora y terminó siendo un encuentro de cuatro días", dice la diseñadora. Fue una prueba más de que la sincronicidad existe pues lo que ellas mostraron era lo que la diseñadora estaba buscando. Después de septiembre 11, Karan sintió un deseo por aprender sobre otras culturas pero con un sentido de responsabilidad, compasión y admiración. Esto significa, para ella, saber quién está detrás de cada producto y si los materiales que utilizan para hacerlo son sostenibles. "Nuestra colección fue inspirada en las manos artesanas. Estábamos obsesionados con eso y aquí estaban estas dos mujeres que habían pasado los últimos tres años creando una compañía llamada SUR, cuyo principal propósito es rescatar técnicas artesanas y talento. Al mismo tiempo este negocio ayudaría a mejorar la vida de los artesanos para que puedan enviar sus hijos al colegio, comprar comida para sobrevivir y recuperar el orgullo de la actividad artesanal", comentó.

Trabajaron en conjunto para encontrar los artesanos, los objetos y los colores. Se contactaron 168 personas de todo el país que elaboraron más de 4.000 productos. La colección comprendía fibras naturales, cobre, madera, cerámica y piezas rituales. Entre estos había chales de macramé de Boyacá, chinchorros de los wayuu, werregues, totumos, bancos de los sikuanis, individuales en cañaflecha y fique de Curití, pailas de cobre hechas por gitanos y cojines en fibra de plátano. Lo interesante es que los diseños no se cambiaron pues encajaron en forma armoniosa con la colección de ropa de la diseñadora. "Era increíble que dos personas en diferentes partes del mundo pensaran en lo mismo", dice Marcella. Ella tuvo el cuidado de colocar en cada objeto una etiqueta en la que se explica la esencia de SUR. Se habla de la cultura de donde viene y la tradición de ese producto en particular.

En la noche del 21 de abril la diseñadora Donna Karan ofreció un coctel para lanzar la marca SUR. Durante la reunión dijo a sus invitados que su tienda de Madison Avenue "es el lugar donde comparto de cerca las cosas que realmente amo, la plataforma donde lanzo causas en las que creo y también donde presento los grandes descubrimientos de mis viajes alrededor del mundo". Esa noche el lugar estaba decorado en forma impecable con una mezcla de sencillez y sofisticación. Cada detalle

había sido cuidadosamente controlado. Flores y plantas tropicales adornaban el recinto, y las velas encendidas daban un ambiente suave y acogedor. Pero lo que más llamaba la atención era que aparte de las prendas femeninas confeccionadas por la famosa modista, todos los demás productos exhibidos habían sido hechos en algún rincón de Colombia. En pantallas verticales se reproducían videos de los artesanos colombianos.

En mayo se realizó el lanzamiento de la marca en Londres, en la boutique de Karan en New Bond Street. El éxito de la colección fue rotundo. Todo lo que enviaron se vendió (entre los objetos que más llamaron la atención estaban los bancos sikuanis) y los compradores no eran precisamente cualquier hijo de vecino. Entre los clientes de SUR están Isabella Rosellini, Madonna, Sting y Cher.

Desde entonces los diseñadores de Donna Karan y las dos colombianas han realizado un arduo trabajo en equipo para encontrar productos que se adapten al concepto que la marca desea imprimir en sus tiendas para las siguientes temporadas. "El proyecto ha sido beneficioso para todos", dice Claudia de Caballero, directora de la fundación Tecnovo, que ha participado en este proyecto. En uno de sus frentes Tecnovo ayuda a dar trabajo a discapacitados físicos y mentales a través del oficio de hacer velas. "Es el pedido de velas más grande que hemos tenido y la gente se benefició con ese trabajo porque nos pagaron muy bien".

Aunque Marcella admite que SUR no es filantropía sino un negocio que comienza, quiere ayudar a mejorar las condiciones de vida de la gente. Por eso, además de comprar las artesanías a buen precio a sus creadores, aporta un porcentaje significativo de las ganancias a Artesanías de Colombia para que se reinvierta en esas comunidades. En esta oportunidad ese capital se destinará a los sikuanis.

Esta es una puerta que se abre para la artesanía colombiana en el mercado de lujo a nivel internacional. Es también un ejemplo de que se puede apuntar alto para conseguir un propósito, y es un estímulo para continuar valorando estas tradiciones y desarrollar el sector. Pero saben que es necesario seguir trabajando y abriendo camino a otras posibilidades, pues como lo dice Marcella, "esta relación de negocios es como tener novio. Por ahora vamos bien pero uno no sabe hasta cuándo va a durar".