Los madrugadores son mejor vistos por los demás porque sus horarios se acomodan a los establecidos por la sociedad, mientras que los noctámbulos tienen el estigma de ser desordenados y perezosos.

SALUD

Vivir contra el reloj: el ‘jet lag’ social

Nuevos estudios afirman que cuando un trasnochador o un madrugador viven por fuera de su ciclo circadiano tienen los mismos síntomas del soroche. Irrespetar el cronotipo puede ser perjudicial para el organismo.

26 de octubre de 2013

La sociedad tiende a situar en un pedestal a quienes se levantan temprano, pues los considera más ordenados, trabajadores y exitosos, mientras que a los noctámbulos los tilda de perezosos e irresponsables. Sin embargo, hay evidencia de que los ritmos circadianos, queregulan los horarios del cuerpo, son distintos en cada individuo y tienen origen genético.

Hay tres tipos de individuos según sus relojes internos. Los madrugadores que se despiertan entre las cuatro y las seis de la mañana, conocidos como alondras; los intermedios que lo hacen entre las seis y las ocho de la mañana, y los nocturnos, llamados búhos, porque son más productivos en la noche. Se estima que el 15 por ciento de la población es madrugadora, el 25 por ciento nocturna y el 60 por ciento intermedia.

“Aunque el estilo de vida y el horario laboral determinan el cronotipo, la influencia genética difículta que un madrugador se vuelva noctámbulo, o viceversa”, dijo a SEMANA Jessica Rosenberg, investigadora del Instituto de Neurociencia y Medicina de Jülich, Alemania.

Por eso vivir fuera de sincronía con el reloj interno puede ser malo. Cuando alguien lo hace sufre de jet lag social, según Till Roenneberg, profesor de cronobiología de la Universidad de Múnich, Alemania, quien bautizó así al desequilibro que sufren los que deben acomodar su reloj interno al impuesto por la sociedad.

Como se sabe, el jet lag o soroche es un síndrome que se produce cuando se hacen vuelos entre diferentes  regiones horarias y sus síntomas son cansancio, insomnio, irritabilidad, apatía y problemas digestivos, entre otros. Quienes irrespetan su cronotipo por el motivo que sea “es como si hicieran un vuelo largo cada viernes con regreso los lunes. Esa incompatibilidad del reloj biológico con el social los lleva a vivir en dos husos horarios distintos”, afirma Roenneberg.

Los noctámbulos son las principales víctimas de este desajuste. Luis, un estudiante de Derecho, es trasnochador pero madruga a clase de siete casi a diario, por lo cual siente modorra. “Tengo que lavarme la cara frecuentemente y tomar varios tintos para aguantar”. Roenneberg afirma que el jet lag social tiene el mismo efecto que el trabajo por turnos, como el de enfermeras y celadores, donde se ven alterados los ritmos circadianos. “Todo eso influye en numerosos procesos metabólicos y por eso el cuerpo sufre inevitablemente”.

Un estudio publicado en marzo en la revista PLoS ONE y realizado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, reveló que una sola hora de desajuste aumenta en un 33 por ciento el riesgo de sufrir de obesidad debido a que hay un desorden en las horas de las comidas y los afectados tienden a consumir porciones más grandes.

Además, según el trabajo, son más propensos a padecer de apnea del sueño, es decir, pausas en la respiración mientras duermen, y a tener más altos los niveles de cortisol y más bajos los del HDL o colesterol bueno.

Otro estudio publicado en la revista Chronobiology reveló que el jet lag social da vía libre a trastornos mentales como la depresión y al consumo de alcohol y cigarrillo. Una investigación realizada en Alemania para la cual fueron escaneados los cerebros de un grupo de jóvenes demostró que la cantidad de materia blanca, encargada de transportar y ampliar las conexiones entre las neuronas, es menor en los noctámbulos y los puede hacer menos eficientes.

Aunque no siempre se puede organizar el tiempo según el cronotipo, los expertos dicen que se debe procurar con pautas de vida regulares como dormir en total oscuridad, porque la luz artificial le hace creer al cerebro que sigue siendo de día. Para Roenneberg, no es descabellado personalizar los horarios de las oficinas y adaptarlos a los ritmos de cada persona, pues el precio que se paga por vivir en contra del reloj interno es muy alto.