TUMBA DE AMOR CONGELADO

CON LA ESPERANZA DE RESUCITARLA EN EL AÑO 2030, UN MEDICO FRANCES CONGELO A SU MUJER DESPUES DE QUE ELLA MURIO

24 de septiembre de 1984

Recordando las lecciones de religión, muy pocos pueden olvidar lo que alguna vez aprendieron sobre el Juicio Final y la resurrección de los muertos en el valle de Josafath. Una escena que bien pudiera haber salido de la imaginación del Bosco y que ya Miguel Angel, a su mamera, interpretó en la bóveda de la Capilla Sixtina. Sin embargo, un médico francés, el doctor Raymond Martinot 62 años, ha fijado para el 2030 los límites de la resurrección, tal vez anticipando los términos sagrados. Y lo ha hecho movido por lo que algunos pudieran calificar como "una locura de amor" y por su fe en la ciencia. Concretamente, en una práctica relativamente nueva: la criogenización.
Atacado por la tuberculosis, el Dr. Martinot, que desde 1967 venía adelantando investigaciones sobre criobiología, decidió ordenar la fabricación de un congelador sobre medidas de 2.50 por 1.50, con cupo para tres personas. Sí, así como suena, para que en él cupieran tres personas: él, su esposa Monique y su hijo Remy. La idea era poner en práctica una teoría según la cual un cuerpo, después de haber sido declarado clínicamente muerto, podía ser tratado químicamente y posteriormente congelado a muy bajas temperaturas, con el objeto de conservarlo hasta el momento en que la ciencia tuviera una respuesta para la enfermedad causante del deceso. En ese momento, el cuerpo se descongelaría y sería posible la resurrección.
Martinot, a sabiendas de que la tuberculosis lo iba a llevar a la tumba, pensó en convertirse en uno de los pocos sujetos sometidos a tal prueba y quería que lo siguieran su mujer y su hijo, cuando llegara el momento. Una tumba de amor, de amor congelado. Sin embargo, las proyecciones de Martinot se vieron alteradas. Su mujer, Monique, no sobrevivió a la operación de un tumor que le descubrieron los médicos en la cabeza. Martinot logró la autorización para someter a su mujer al procedimiento que él tenía diseñado para sí mismo: le inyectó en el cuerpo una sustancia anticongelante a base de glicerina para proteger las células y lo sometió a un proceso de enfriamiento hasta que logró una temperatura de -95 grados centígrados, una temperatura "menos nefasta", según él, que la del nitrógeno líquido empleado en los Estados Unidos.
Antiguo médico del hospital de París, Martinot es también doctor en ciencias. "Un notable, un sabio", como se refieren a él los vecinos del pueblo Nueil-sur -Layon, cercano a su castillo del siglo XVII. Ellos sabían que en el castillo sucedían "cosas extrañas", pero no se atrevían a hablar de ellas. Hasta que un día las autoridades se hicieron presentes en castillo, y después de encontrarse con el espectáculo de un sarcófago con manómetro que medía la temperatura, de un cuerpo que yacía congelado en su interior, y de escuchar las explicaciones del doctor Martinot sobre su curiosa visión futurista, le otorgaron el permiso para conservar el ferétro de hielo con la condición de que lo sacara de uno de los salones del castillo y lo depositara en la cava que, por lo, menos, se asemejaría más a una tumba.
De todas formas, como el mismo doctor le explicó a las autoridades, la idea se le había ocurrido en 1967 época en que la criogenización había hecho su aparición, y había ordenado construir el congelador, convencido de que él sería el primero en estrenarlo. El principio: utilizar las facultades de conservación del frío. Actualmente, la gente se muere de enfermedades que la ciencia no ha podido combatir, pero mañana probablemente, la ciencia habrá avanzado más en este sentido, y lo sabrá todo. El lema entonces parece ser: "Criogenícese hoy y resucite mañana"
La eternidad no tiene precio
Bien vendida, la idea hizo carrera en los EE.UU. al lado de los osarios que guardaban las cenizas de los muertos, varios cementerios acondicionaron criotoriums donde los cuerpos, en lugar de ser incinerados, se congelan. Cuesta diez mil dólares en promedio la instalación del congelador, incluído el fluido eléctrico por el tiempo que sea necesario. "Es un poco caro, dicen quienes tienen ya organizado el servicio, pero la eternidad no tiene precio". Una funeraria ha llegado inclusive a promover sus servicios con el siguiente slogan:
"Muera, nosotros nos encargaremos del resto". Actualmente ese "resto" parece ser sinónimo de futuro, y como si toda esta aventura fuera poca, se han creado sociedades especializadas como Trans-Time Incorporated, toda una industria nacida del asunto, y los "crio-clubs" -que actualmente se han tomado a Francia-, cuyos miembros se distinguen vistiendo camisetas y llevando en las muñecas aros en los que se deja constancia de sus deseos de congelación en caso de muerte inesperada.
Pero puede ser una moda, como tantas otras, aunque difícil de adoptar por ser demasiado costosa, demasiado compleja, demasiado incierta. Independientemente de ello, sin embargo, el doctor Martinot insiste más que nunca en su idea, multiplica los cálculos, y continúa investigando en contra de la corriente de los expertos franceses, que consideran que el experimento de Martinot no es viable.
El doctor Henry de Roissart, investigador de la Universidad de Grenoble y uno de los especialistas franceses en criobiología, dice: "Para entender los fenómenos de congelación por conservación, se debe partir de la célula. Es verdad que hoy se logra conservar las células a muy baja temperatura, pero a condición de que sea en suspensión en un serum, como las de la sangre o las de la médula. Desafortunadamente, no es el caso de los tejidos orgánicos, como los de los riñones, el hígado, el corazón o el cerebro. En ellos, la congelación provoca la formación de cristales que traspasan la membrana protectora de las células y los desgastes son irreparables. Es por eso que, a nivel de las células, la congelación es irreversible y, por consiguiente, la resurrección imposible". Por otro lado, el doctor De Roissart esgrime también argumentos de diferente orden: "Imagínese que se pudiera resucitar hoy a su bisabuelo, después de 50 años de congelado. El hombre se encontrará de un sólo golpe en otro mundo, en un medio completamente extraño, con todos los problemas afectivos, morales, sicológicos, filosóficos y jurídicos que esto implicaría: ¡sería monstruoso!"
Frente a estos argumentos, Martinot continúa empeñado en su proyecto. Llegada la hora él será congelado al lado de Monique, y está convencido de que para ellos dos no existirá d shock del futuro.
Un poco menos escépticos, los expertos norteamericanos han hecho de la "criónica", que es el término que ellos utilizan para describir el proceso de conservar a los humanos por baja temperatura, la más optimista de las ciencias, que en la actualidad tiene fascinado al más optimista de los pueblos. Frente a la posibilidad de "suspender" así la vida durante años, a la espera de que la ciencia avance para combatir las enfermedades y la vejez, muchas asociaciones en los EE.UU. ya tienen diseñados "cómodos planes" de congelación: 1.000 dólares de entrada al club, mas una póliza de seguro para cubrir los gastos técnicos, y un año de conservación en container. En total, diez mil dólares. Un brazalete en la muñeca de los afiliados advierte su deseo de ser congelados. Los médicos, entonces, deberán proceder en caso de muerte a mantener artificialmente la circulación de la sangre, y a proteger los tejidos con una inyección anti-congelante, antes de bajar la temperatura y sumergir el cuerpo en el recipiente con nitrógeno líquido a menos 196 grados centígrados.
Martinot, por su parte, critica parcialmente este procedimiento. "A menos 65 grados centígrados de frío no es lo mismo que con el nitrógeno líquido, que congela a menos 196 grados, donde la cristalización es más probable" Sin embargo, el médico reconoce que sólo existe un 15% de probabilidades de que pueda devolvérsele la vida a Monique. Esto no significa que él carezca de esperanzas frente a la resurrección de su esposa, que tiene prevista para el año 2030, porque estima que para tal fecha la ciencia habrá vencido todos los males. "Será la concreción de un sueño, será el Angelus".
Reducidas las dosis de óptimismo y de ficcion que en la actualidad pueda tener la criogenización, será posible resucitar, con un poco de suerte, en el siglo XXI y no faltarán quienes, pidan hacerlo un sábado en la tarde, a fin de estar en forma para salir a bailar.