ESTILO DE VIDA

Un año más corto

Un economista propone cambiar el calendario gregoriano por uno de 364 días con fechas permanentes. La propuesta ya tiene críticos y seguidores.

28 de enero de 2012

Más de quinientos años después de adoptado, al calendario gregoriano le salió un duro crítico que quiere cambiarlo. Se trata del economista Steve Hanke, un reconocido profesor de la universidad Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos, quien a cambio del actual propone uno más racional y organizado que el diseñado por el papa Gregorio XIII.

El calendario de Hanke, hecho con la colaboración de Richard Conn Henry, antiguo astrofísico de la Nasa, tendría apenas 364 días que se distribuirían en ocho meses de 30 días y cuatro de 31 días intercalados cada tres meses. Para compensar por el día que sobra en cada año, se establecería una semana extra cada seis años, que aunque Hanke todavía no sabe cómo manejar, muchos ya opinan que debería ser dedicada al descanso. Hanke presentó su propuesta en un articulo de la revista Global Asia y en la revista del Instituto Cato, del cual hace parte.

Según el economista, lo interesante de su propuesta es que los años serían regulares y sin cambios. Por ejemplo, el día de Navidad y el del Año Nuevo sistemáticamente caerían en domingo. Esto eliminaría la aparición de dichas festividades a mitad de semana, “y así se acabaría con esta locura de que la economía colapse por completo durante diez días”, dice Henry.

Si alguien cumple el 28 de noviembre, esa fecha siempre sería un lunes y si es el 15 de mayo, siempre un martes. De ahí que se le conozca como el Calendario Permanente Hanke-Henry. Ya no sería necesario conseguir un calendario cada año, pues todos serían iguales.

Según Hanke, este calendario es mucho más organizado y efectivo que el de Gregorio XIII, que por ser de 365 días –un número impar– no es fácil de manejar, ya que al dividirlo en siete –los días de la semana– siempre da un decimal. De hecho, Hanke encontró que debido a esto el calendario gregoriano le cuesta una fortuna al mundo, si se tiene en cuenta que las entidades financieras adoptaron la convención de 30/360 días para redondear la cifra y así obtener números cerrados. Así las cosas, al menos en Estados Unidos, el cálculo de intereses se hace por 12 meses de 30 días cada uno. El resultado es una pérdida de ganancias que en solo ese país suma 130.000 millones de dólares anuales, una cifra que, según Hanke, “es igual al PIB de Kuwait”.

Esto sin contar con el ahorro de tiempo que se generaría en las instituciones al tener un calendario fijo. De hecho, la idea le surgió a Henry en un diciembre hace un par de años cuando tuvo que dedicarle un día entero a organizar sus horarios de clases. “Todas las instituciones y compañías deben hacer lo mismo, ajustar los eventos deportivos anuales, las fechas de las fiestas. ¡Y pensar que todo esto es innecesario!”, dice.

La propuesta de estos científicos no es descabellada. Por el contrario, filósofos como Richard McCarthy, de la Universidad de East Carolina, piensan que tiene mucho sentido sobre todo para universidades que cada año tienen que ajustar sus horarios de inicio y finalización de actividades, así como para hacer contratos y calcular intereses.

Pero el hecho de que tenga lógica no significa que sea fácil venderle la idea a más de 7.000 millones de personas en el mundo que ya están acostumbradas al actual calendario, a pesar de sus imperfecciones. Tampoco cree que exista hoy un líder poderoso capaz de gestionar la reforma, a la altura de un Julio César, quien estableció el calendario juliano en el año 46 d. C., ni del mismo Gregorio XIII, quien lo reemplazó por el suyo en 1582.

Pero Hanke y Henry creen que el cambio es posible, sobre todo si la gente entiende los argumentos, y por eso esperan que su propuesta vaya recogiendo adeptos en todas partes de manera viral a través de las redes sociales, como lo hacen hoy todas las grandes transformaciones.

Y mientras muchos creen que el tema más espinoso de esta propuesta es qué hacer con la semana que sobra cada seis años, curiosamente lo que más tiene preocupadas a las personas es que su onomástico sea siempre el mismo día. “No quiero que mi cumpleaños caiga en lunes, un día de trabajo en el que no se puede festejar”, se lee en los comentarios de esta noticia en la red. Para esto Hanke ya tiene una respuesta: “cada cual tiene la libertad de celebrarlo cuando quiera”. Después de todo, piensa que la medición del tiempo es una convención arbitraria inventada por el hombre para organizar y facilitar la vida, y no para complicarla.