BIENESTAR

Un botiquín en el cerebro

La ciencia ha descubierto que la mente tiene el poder para prevenir y tratar males. Cinco estrategias para estimular esas drogas naturales.

19 de noviembre de 2011

Decir que el cerebro tiene el poder de curar suena a charlatanería. Pero la ciencia, mediante estudios en diferentes campos, ha acumulado evidencia de que este órgano puede ahuyentar las enfermedades, blindar el organismo contra ciertos males e incluso curarlo. Estos cinco mecanismos desencadenan una serie de procesos naturales que reparan y alivian. A estas sustancias no se les conocen efectos indeseados, son fáciles de aplicar y, lo mejor de todo, son gratis.

El efecto placebo

Un placebo es una sustancia o un tratamiento, casi siempre una píldora de azúcar o harina, que parece real pero es en realidad inocuo para el organismo. Se calcula que uno de cada tres pacientes se benefician de ello, en condiciones que van desde un dolor, hasta la depresión y el cáncer. El efecto funciona con la expectativa del paciente. Si cree que el medicamento le ayudará, lo más probable es que eso pase. Incluso una simple bata blanca o una jeringa estimulan inconscientemente procesos en la mente que alivian el dolor o fortalecen el sistema inmune. Por lo general, el efecto placebo funciona en pacientes a quienes no se les dice cuál droga es la verdadera y cuál la de mentira. Pero trabajos recientes demuestran que también funciona cuando la gente sabe que se trata de una píldora falsa. Así, creer en el efecto placebo es suficiente para obtener estos beneficios. Pero puede ser un arma de doble filo. Una expectativa negativa puede causar dolores de cabeza, náuseas y constipación, lo que se conoce como efecto nocebo.

La actitud positiva

Hay evidencia científica de que los pacientes recién operados del corazón, con cáncer o falla renal que se muestran positivos frente a su futuro tienen un sistema inmune más robusto y viven más que los pesimistas con esos mismos males. También se sabe que estos tienen menos inflamaciones y están más protegidos de las enfermedades. La gente de buen ánimo tiene menos índices de estrés y ansiedad que la negativa, que cree que todo saldrá mal. Sin embargo, recientemente se descubrió que ser positivo no solo es bueno porque evita el estrés, sino porque en sí ayuda a que el cuerpo se autorrepare. También ayuda tener una imagen positiva de sí mismo. Aunque muchos son pesimistas por naturaleza, los estudios han mostrado que se puede empezar en cualquier momento a cambiar esa visión. Los efectos son visibles en cuestión de 24 horas.

La espiritualidad

No se sabe a ciencia cierta cuál aspecto de la espiritualidad causa estos resultados, pero se cree que podría ser ir a la iglesia y rezar. Estos hábitos han sido asociadas a menos riesgo de enfermedad coronaria, derrame cerebral, hipertensión, mejor respuesta inmunológica y menos probabilidad de cáncer. Los expertos creen que el efecto que opera es parecido al del placebo. Otros han encontrado que la religión le hace bien a la salud porque ayuda a la gente a tener un propósito en la vida más allá de lo material. Así el individuo tiene menos estrés ante lo que no controla.

La sociabilidad

Ser apático ha sido asociado a más riesgo de demencia, de infarto y de muerte prematura. Por el contrario, tener un círculo de buenos amigos y una vida social activa ha sido asociado a un envejecimiento más lento. Es tal el efecto de las redes sociales que los expertos consideran que pasar de la soledad a la compañía es tan benéfico como dejar de fumar. Los amigos son saludables porque entre sí mismos ayudan a controlar la salud al advertir sobre cambios físicos que instan a acudir al médico. Las personas que viven solas y aisladas, por el contrario, no cuidan su salud. Además, se vuelven hurañas y les temen a los demás. La clave no es tener un millón de amigos sino sentirse bien con su vida social.

La meditación

Los pocos estudios sobre el tema muestran que meditar ayuda a mejorar el sistema inmune, a evitar una recaída de la depresión, a aliviar las condiciones de la piel y a detener el desarrollo del VIH. Quienes meditan también podrían vivir más, pues este ejercicio mental ayuda a proteger los telómeros, que son las terminaciones de los cromosomas que juegan un papel en la longevidad. La meditación baja los niveles de cortisol, lo que a su vez ayuda a controlar el estrés. Los expertos sugieren realizar a diario cortos ejercicios de respiración profunda para obtener estos beneficios.