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TECNOLOGÍA

Los problemas que causa el uso desmedido de audífonos

Los audífonos se han convertido en accesorios de moda, símbolo de estatus y una excelente barrera de aislamiento social. Pero su uso desmedido está generando problemas prematuros de audición.

11 de febrero de 2017

Cuando Sony decidió en 1979 vender el Walkman sin parlantes, muchos de sus directivos se preocuparon. Pensaban que la necesidad de usar audífonos bajaría las ventas, pues resultaría grosero escuchar música en medio de la gente y aislado del entorno. Por esos miedos decidieron incluir dos entradas para auriculares para que el usuario pudiera compartir su experiencia al menos con otra persona. Pero en poco tiempo los directivos de Sony se dieron cuenta de que esa mejora había sido innecesaria, pues lo que más llamó la atención de los compradores fue la posibilidad de escuchar música en cualquier sitio y sin molestar a nadie.

Más de 35 años después, ya nadie habla del Walkman, pero sí de los audífonos, que han ido ganando popularidad gracias al auge de los reproductores MP3 y los teléfonos inteligentes. Desde que apareció el elegante earbud de Apple, diseñado por Jonathan Ive, estos aditamentos se volvieron un elemento ubicuo. Se ven en la calle, las oficinas, los aviones, los buses, los gimnasios, mientras sus usuarios se mueven felices con lo que escuchan. Son tan populares que, según un sondeo de Sol Republic, 50 por ciento de los millennials tienen tres o más pares, por lo cual no es raro que el negocio se haya disparado. Según Futuresource Consulting, en 2015 las ventas globales fueron 11.200 millones de dólares y se prevé que en 2018 sobrepasarán los 13.000 millones.

Ante la demanda, grandes marcas de lujo han producido versiones estilizadas con texturas y colores atractivos y hoy la gente los escoge como si fueran unas gafas de sol, un reloj o cualquier otro accesorio de moda. Hay modelos que cuestan desde 5 hasta 55.000 dólares, como el Orpheus de Sennheiser, conocido como el Rolls-Royce de los audífonos.

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Sara, por ejemplo, lleva puestos sus urbanears en promedio seis horas diarias: temprano para hacer ejercicio, para ir a la oficina y durante su jornada laboral. “Lo hago porque en ciertos momentos no quiero que nadie me hable. Es una decisión intencional y deseada”. Lo mismo sucede con Marcelo, de 24 años, un joven tímido quien los usa para aislarse socialmente, como el 75 por ciento de las personas en el sondeo de la marca de audífonos Sol Republic, quienes admitieron haberlos utilizado alguna vez para evitar interactuar con los demás.

Pero así como aumenta su popularidad, crece la preocupación por el empleo desmedido de este aditamento. Uno de los temores de los expertos es que los usuarios se conviertan en sordos prematuros. Es normal perder con el tiempo la capacidad auditiva, pero según el otorrinolaringólogo Martín Fernández cada vez llegan a su consultorio más adultos jóvenes con niveles de pérdida que corresponderían a personas mayores. “Como se trata de un problema a largo plazo es difícil que entiendan el riesgo al que se exponen”, dice. Según el CDC, el centro encargado de control y prevención de enfermedades de Estados Unidos, 16 por ciento de los jóvenes de ese país reportaron en 2016 algún tipo de pérdida auditiva causada por el ruido, una cifra 30 por ciento más alta que la establecida en la década de los ochenta y noventa. Y lo grave es que es irreversible.

La paradoja es que la gente ya está expuesta sin remedio a demasiado ruido ambiental en la ciudad y para evitar ese sonido muchos usan sus audífonos a volúmenes daniños, es decir, por encima de 80 decibeles. David Schessel, un médico otorrino de Stony Brook, señala que un murmullo suave equivale a 30 decibeles, el tráfico pesado de la ciudad a 75, mientras que el ruido del metro a 90. Un disparo produce 100 decibeles, un avión 140 y el lanzamiento de un cohete 180.

Estar mucho tiempo expuesto al ruido también tiene sus riesgos. La mayoría de los reproductores de sonido tienen capacidad para 120 decibeles y “a ese nivel la pérdida de audición puede suceder después de 90 minutos”, dice James E. Foy, pediatra estadounidense experto en el tema. El uso continuo además facilita las infecciones porque el canal auditivo queda por mucho tiempo ocluido y eso fomenta el crecimiento de gérmenes y bacterias. “La gente los guarda en cualquier parte y casi nunca los limpia”, señala el otorrino.

Según Fernández es más agradable y cómodo usar el audífono cerrado o de copa, pero esa característica fomenta más las infecciones. “Por eso no se deben usar más de 45 minutos seguidos”. Los abiertos añaden cerca de nueve decibeles solo por el hecho de estar más cerca al canal auditivo. Además no cancelan el sonido ambiental y por ello la gente tiende a subir más el volumen cuando los usa.

Adicionalmente, ha surgido la preocupación del aislamiento social que provocan los audífonos. En 1984, el profesor Shugei Hosokawa acuñó el término del ‘efecto Walkman’ para describir cómo los audífonos debilitaban la capacidad de los individuos para conectarse con otras personas. También acuñó el término del ‘olvido iPod’ para describir la mente absorta de aquellos que caminan cuando los usan. Pero solo cuando aparecieron los de Apple se empezó a hablar de una sociedad cada vez más aislada, desagregada y casi narcisista. Entonces estos accesorios se convirtieron para muchos en otro emblema del declive social y en una herramienta que fomenta aún más el egocentrismo. “Con los audífonos no hay que negociar nada, cada cual en su intimidad decide lo que quiere”, señala Fernández.

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Quienes los usan, sin embargo, están felices. Para Fernando, un joven arquitecto, son un símbolo de libertad. Los utiliza para escuchar sonidos de diferentes ambientes como el de una cafetería, una fuente de agua o una tormenta y así controlar el ruido ambiental, estar aislado del resto de colegas en la oficina y concentrarse en su trabajo. “Cierro los ojos y puedo escaparme a un fiordo o cualquier otro lugar”, dice.

Pero los expertos opinan otra cosa. “Los audífonos interfieren en la concentración y la memoria a corto plazo”, señala la psicóloga Carolina Guzmán. Agrega que al emplearlos se cierra una fuente sensorial y por ello la atención disminuye. “No están alertas ni captan ruidos importantes. Por eso no sienten que hay peligro,”, aclara Guzmán. Su uso ha sido señalado como un factor de riesgo de muchos accidentes. En India, en 2014 se presentaron 379 muertes; en Delhi y en Chennai se registraron 600 accidentes. En ambas ciudades las tragedias se relacionaban con gente que usaba audífonos mientras cruzaba los rieles del tren.

Marcelo, el joven tímido, sabe de estos peligros, pero con su personalidad ansiosa prefiere llevarlos siempre que camina o viaja en transporte público. “Yo sé que pierdo oportunidades de entablar relaciones, pero mi peor pesadilla es estar sentado en un bus o un taxi y que me empiecen a hablar”, dice. Con los audífonos, en cambio, se siente protegido, aislado, en otro mundo. Es lo mismo que mencionó Michael Bull, profesor de la Universidad de Oxford, en su estudio de 2005 titulado No Dead Air!, que le granjeó el título de profesor iPod. Bull resumió esta experiencia cuando dijo que estos aparatos “brindan una banda sonora de una película en la que cada usuario es el protagonista”. Lo cual está muy bien, pero a un volumen moderado.