TURISMO

Un mundo feliz

Tropical Islands, un paraíso de mares, playas y selvas artificiales, abrió sus puertas en medio del depresivo invierno alemán.

30 de enero de 2005

LAS PLAYAS DE arena blanca y los mares cristalinos, el clima cálido durante todo el año, las selvas húmedas con toda clase de plantas y animales ya no son un tesoro exclusivo de los trópicos. Todas estas maravillas tienen ahora una sede en medio de los helados suelos del norte de Europa. ¿Ciencia ficción? No. Se llama Tropical Islands, un paraíso completamente artificial que desde hace poco más de un mes abrió sus puertas al público."Noté qué tan frío y gris puede llegar a ser el clima en Alemania. Y que mucha gente no tiene el tiempo o el dinero suficiente para hacer en sus vacaciones costosos viajes al exterior. En ese momento tuve la idea de Tropical Islands", afirma Colin Au, su fundador.

Au es un multimillonario malayo que dirigió la línea de cruceros más importante del Pacífico asiático. Invirtió 70 millones de euros para convertir una enorme estructura de 360 metros de largo, 210 de ancho, 107 de alto y cinco millones de metros cúbicos en el lifestyle resort bajo techo más grande del mundo. El recinto, construido en 1997, era un hangar de zepelines que quebró en 2002 por la situación económica del estado de Brandenburgo, uno de los más deprimidos de Alemania. Fue entonces cuando Au lo compró, a un cuarto de lo que costó levantarlo, para realizar el sueño de llevar el trópico a Europa.

PARA TODOS LOS GUSTOS

Tropical Islands abrió sus puertas el 19 de diciembre del año pasado. A sólo 60 kilómetros al sur de Berlín, está abierto las 24 horas del día, los 365 días del año, y su entrada es accesible a prácticamente cualquier persona: 20 euros por cuatro horas los fines de semana, 15 entre semana y 10 desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana. Un euro por cada hora adicional, y los niños pagan mitad de precio. Tiene capacidad para albergar a 7.000 personas y su temperatura se mantiene durante todo el año entre los 25 y 28 grados centígrados, a una humedad relativa de 50 a 60 por ciento.

Tiene cuatro atracciones principales: el mar del sur, la selva, la laguna de Bali y la aldea tropical. El mar del sur consiste en un pequeño océano del tamaño de cuatro piscinas olímpicas (4.000 metros cuadrados) con dos islas que pueden reservarse para fiestas privadas, una playa de arena blanca climatizada donde la gente se broncea bajo potentes reflectores y un telón al que llaman 'el horizonte'. Allí se proyectan los amaneceres y atardeceres, las nubes, las estrellas y la luna, espectáculo que puede verse desde cualquiera de las 850 sillas asoleadoras dispuestas en la rambla.

Detrás del mar, en la mitad del complejo, se encuentra la selva, donde habitan 500 especies diferentes de plantas importadas de los bosques húmedos de países como Indonesia, Nueva Guinea y Brasil. Alrededor del camino que la atraviesa hay parlantes camuflados dentro de las rocas que emiten los cantos de los pájaros, los ruidos de los monos, los grillos y los sapos.

Al norte está la laguna de Bali, un pozo de agua cálida y tranquila, rodeado por una playa y al que caen una pequeña cascada y dos toboganes. La laguna también tiene cuevas con inscripciones indígenas y un remolino -artificial, por supuesto- para los que gustan de las emociones fuertes.

En la aldea tropical hay seis casas construidas "al estilo típico de Tailandia, Borneo, Bali, Polinesia, Congo y las regiones amazónicas", según aparece escrito en la guía turística, y a ellas se accede fácilmente en ascensor. Allí están ubicadas las principales tiendas de artículos exóticos y souvenirs, cinco bares, una cocina y cerca de 3.000 sillas para las comidas. Además, en la aldea trabajan la mayoría de los 500 empleados del complejo, algunos de ellos 'aborígenes' importados directamente de Asia, África, el Pacífico sur, el Caribe y Suramérica.

Por si fuera poco, en esta burbuja también se encuentra el escenario bajo techo más grande de Europa. Todas las noches se presenta un show musical dedicado a alguna de las culturas en que se inspira el resort. Durante los tres primeros meses el turno es para el colorido Viva Brasil, que diariamente, desde las 7:30 de la tarde y durante cerca de dos horas, despacha "1.000 años de la fascinante historia brasileña", según se afirma en la guía. Y a continuación, con decenas de litros de caipirinha y DJ abordo, estalla la fiesta: un frenético simulacro del carnaval de Rio de Janeiro.

Claro, en Tropical Islands también hay formas de entretenimiento menos ostentosas: cinco canchas de voleibol playero, un muro para escalar y un multiparque de juegos para niños "con servicio de guardería altamente calificado". Y otras no tan entretenidas, como un salón de conferencias que se encuentra en construcción. Además se dan clases de yoga, qui gong, meditación y acuaeróbicos, entre otras. Y se ofrecen programas especiales para escuelas con el fin de que los niños alemanes adquieran "un conocimiento más profundo de la naturaleza y las culturas de los trópicos", dice la guía.

Si el proyecto continúa con el mismo éxito con que empezó (sólo en el fin de semana de Navidad entraron más de 16.000 personas), dentro de poco este tipo de resorts se extenderán por todo el hemisferio norte. Por lo pronto, y como dice la guía, "¿para qué soñar con más?"