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Un nuevo rumbo

Al cumplir 25 años de vida la fundación Cran dejará de ser una institución de caridad y pasa a convertirse en una empresa social.

10 de noviembre de 2003

¿A quien no le hubiera gustado tener la posibilidad de elegir a sus papás o por lo menos alguna incidencia en esa decisión? Aunque suene utópico la fundación Cran -Centro de Rehabilitación y Adopción del Niño- lo está haciendo realidad. Antes eran sólo los padres adoptivos quienes podían elegir a los que serían sus hijos, pero ahora también los niños pueden participar activamente en la decisión de quienes serán sus futuros padres.

Con sólo una foto o algunas referencias de la familia el niño que está viviendo el proceso de adopción puede con plena libertad expresar su opinión. Y lo más importante: puede decidir si está preparado o no para vincularse a su nuevo hogar. Esta es una posibilidad que antes ni se les pasaba por la cabeza. Por eso se puede asegurar que su situación ha mejorado en los últimos años como parte de un proceso de transformación importante que está sufriendo la institución.

Cran se fundó hace 25 años como una casa de adopción, con una concepción próxima al orfanato. Y aunque muy distante de la imagen que Annie la huerfanita y otros cuentos infantiles recuerdan, donde no falta la institutriz malvada y la historia de los hermanos que son separados a la fuerza, esta fundación sí conservaba la esencia de una obra de caridad, en la cual la lástima por el niño era el sentimiento predominante y la mejor solución a sus problemas era la adopción.

Pero el vuelco en este sentido ha sido total. "Ahora se trata de ver al niño y a la madre como sujetos de derecho. Esto hace que ya sea una mirada de igual a igual, en la que el objetivo principal es ayudar a encontrar caminos y soluciones", dice Constanza Alarcón, directora del programa de adopción y protección de Cran. La filosofía cambió y esto trajo consecuencias inimaginables. El sentimiento paternalista se transformó en apoyo y ahora se busca complicidad y, en el mejor sentido, compinchería con el niño.

Como la que han logrado con William*, un niño de apenas 6 años que fue retirado de su hogar por el Icbf debido al maltrato que recibía de su tío. William fue abandonado por sus padres y recorría Bogotá con su abuelo, reciclando basuras en una zorra. Cuando llegó a Cran vivió un proceso difícil, en el que la violencia y la rabia eran sus únicas respuestas. Pero vivió el peor momento cuando sufrió el segundo rechazo de su vida. Después de seis meses de estar en el hogar de protección fue adoptado por una familia estadounidense; 15 días después el niño no se había adaptado a su nuevo hogar y fue devuelto a Cran. La crisis fue enorme. Empezó tratamiento siquiátrico y lleva siete meses en él.

Pero hace poco más de un mes el panorama cambió. William, en el consultorio de su médico, dijo una frase que cambió las cosas: "Yo ya quiero irme a vivir con una familia". Sólo desde ese momento, y después del consentimiento del siquiatra, empezó la búsqueda de un hogar para el pequeño, que ya parece estar superando sus frustraciones.

Cran no ha dejado su programa de adopción pero en este sentido también se ha dado un vuelco radical, pues la adopción ya no es el fin sino el último recurso. El objetivo primordial es tratar que el hijo se quede con su familia biológica si se logran condiciones favorables. Para esto se creó toda una estrategia con tres programas diferentes que trabajan en conjunto.

El primero es el programa de protección. En una amplia sede, ubicada en Suba, en el noroccidente de Bogotá, donde conviven el olor húmedo de las instalaciones viejas que próximamente serán derribadas con la recién inaugurada edificación, viven 70 niños que tienen entre 1 y 7 años. Allí llegan menores que el Icbf ha salvado del maltrato y comienza una ardua labor sicosocial. Se les nivela en educación y se llevan procesos sicológicos. Pero lo más importante es que se hace un trabajo directo con la familia, en el cual se trata de cambiar sus esquemas de violencia para que el niño pueda volver a su hogar en un futuro.

Del informe que elabora Cran la defensora de familia decide si el niño puede ser reintegrado a su familia biológica. Si se declara en abandono pasa inmediatamente al programa de adopción. El 40 por ciento vuelven a sus hogares. En el programa de hogar madres se tiene el mismo lineamiento. Antes se hacía un acompañamiento a las madres embarazadas mientras tenían a su hijo para después darlo en adopción. Ahora hay todo un trabajo dedicado a buscar soluciones conjuntas para que la madre conserve a su bebé. Se intenta abrir posibilidades de contacto con la familia y con el papá del menor, se les da capacitación para conseguir trabajo. Además, cuando están en el séptimo mes, trabajan en diferentes talleres para ayudar en el sostenimiento del hogar. Si después de todo el proceso la madre finalmente decide dar en adopción a su hijo el bebé llega a un hogar de crianza, donde una ama de casa se hace cargo de cuatro niños.

La madre biológica tiene un mes para arrepentirse de su decisión y después de este tiempo el niño entra al programa de adopción. Si al cumplir un año no ha sido adoptado pasa al programa de protección y llega a la sede de Suba. Así, después de agotar todas las soluciones posibles, se recurre a la adopción.

Que las fundaciones se alejen de su aspecto caritativo y se conviertan en empresas sociales es la base de la transformación de Cran. Estos lineamientos se sentaron en 1993 en el Proyecto de autoevaluación y fortalecimiento de estandares de calidad

-Pafec- para las instituciones de protección al menor, en el cual esta institución fue una de las cinco fundaciones pioneras.

El cambio radical se produjo en 2000 cuando se replantearon las bases de la fundación. El resultado fue un viraje hacia lo gerencial y empresarial, con una organización ágil, en la que se planean estrategias y se mide el impacto de éstas, con delegación de funciones, descentralización de programas y una organización horizontal.

Esta nueva visión, que se basa en la concepción diferente que se había empezado a elaborar del niño y en el objetivo que persigue el Icbf (no alejar al niño de su familia biológica y trabajar directamente con los hogares.), hizo replantear los programas y estrategias de Cran. La fundación caritativa y paternal se transformó en una empresa social moderna que tiene como centro una labor humana. Esta experiencia los llevó a una relación de interpelación directa con los niños y con las madres. Falta por descubrir cómo se ha dado el proceso en las 300 instituciones más que se han acogido a este proyecto alrededor de todo el país.

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