Un químico francés comprueba un violín Stradivarius. | Foto: AFP

CIENCIA

Un Stradivarius es sometido al examen de la ciencia

El trabajo científico sólo está en sus comienzos. El cruce y el análisis de los datos llevará meses de trabajo al equipo de investigadores.

27 de septiembre de 2012

Los Stradivarius, Guarnerius del Gesu o Ruggeri son instrumentos legendarios, pero ¿son verdaderamente superiores a los violines modernos? Una experiencia científica y musical llevada a cabo esta semana cerca de París trata de responder a esa pregunta.
 
"No se trata en absoluto de un duelo entre antiguos y modernos. Sólo queremos tratar de comprender lo que ocurre", dice Hugues Borsarello, violinista clásico y uno de los promotores del proyecto, que se muestra prudente al presentar el experimento, llevado a cabo en Vincennes, en el este de París.
 
Para este solista, que toca un violín Ruggeri fabricado en Cremona (Italia) en 1695, todo empezó con la publicación de un experimento llevado a cabo hace varios meses en Indianápolis (EEUU), que afirmaba de manera un tanto perentoria que no hay diferencia entre los violines antiguos y los modernos.
 
La noticia sobresaltó a Borsarello y a otros de sus colegas músicos, y el violinista contactó rápidamente a la científica encargada del experimento, Claudia Fritz, investigadora de acústica musical, que le propuso "ir más lejos", repitiendo la experiencia en las condiciones reales de un concierto.
 
Reunidos a ese efecto, un grupo de prestigiosos solistas tocó "a ciegas" una docena de instrumentos excepcionales del siglo XVIII, cuyo valor está estimado entre 20 y 30 millones de euros, y otros tantos violines modernos fabricados por los mejores luthiers estadounidenses y franceses. Todos ellos fueron analizados por un equipo científico.
 
"Lo hicimos de manera que el violín no 'mandara' en la ejecución, ya que un violinista se siente a menudo feliz al tocar con un instrumento prestigioso", indica Borsarello.
 
En la penumbra, equipados con gafas de soldador y mascarillas perfumadas para evitar que sintiera el olor del barniz de los instrumentos, los violinistas fueron despojados de sus referentes habituales.
 
A esas severas condiciones, se agregó un público internacional compuesto por unos 40 violinistas, músicos, luthiers, ingenieros de sonido y críticos, separados de los solistas y de la orquesta por una cortina acústica, y que debían juzgar también "a ciegas" las cualidades de los distintos instrumentos.
 
"Por favor, no compartan sus respuestas con sus vecinos de butaca. No se dejen influenciar", pidió a ese público de especialistas Claudia Fritz antes de que entrara en el escenario Ilya Kaler, violinista norteamericano de origen ruso.
 
"Hemos tratado de hacer lo más objetivo posible algo que es subjetivo", señala.
 
Pero el trabajo científico sólo está en sus comienzos. El cruce y el análisis de los datos psicoacústicos y de los puramente acústicos llevará meses de trabajo al equipo de Claudia Fritz.
 
Hugues Borsarello resume: "Responder a esas cuestiones es como componer un puzzle de mil piezas".
 
AFP