Una fiesta inolvidable

Los niños ponen la alegría y los disfraces pero son los padres los encargados de organizar el evento más dulce del año.

20 de noviembre de 2000

Es el día de los niños. Es el día de los dulces, el día de la fantasía y los sueños. Es el día para sentirse como alguno de los 160 personajes de Pokémon o como Tarzán de la selva o como la eternamente inolvidable Cenicienta. Pero los niños son niños y las brujas siempre estarán ahí a la vuelta de la esquina, al igual que sus disfraces, sus máscaras y sus risas. Es el día de las pinturas de colores mezclados, el día del rojo y del amarillo, del blanco y del metálico, de sombreros y antifaces.

Es el día de las brujas, es el día de una fiesta sin fin. Una fiesta de dulces y más dulces, de magos recreacionistas, teatreros y titiriteros. Todos ellos han programado para esta fecha su agosto, un octubre que viene en forma de paquete: juegos, actos de magia, títeres, música y muchos disfraces. Con este paquete este grupo de personas se han convertido en una solución para los padres, quienes por sus afanes apenas tienen tiempo para comprar los dulces de la noche de las brujas.

Con el paso del tiempo cada vez es más sofisticada la presentación de ese grupo de artistas que una semana animan cumpleaños, otra primeras comuniones, unas más fiestas de fin de año. Pero su día estelar es el día de los niños, el día de las brujas, de fantasmas y esqueletos. El día en que se le da rienda suelta a la imaginación, en que se la deja volar sobre una vieja escoba.

El menú de presupuestos alcanza para todos los bolsillos. Incluso para esta recesión galopante que cada vez se asemeja más a un caballo desbocado al que magos y títeres tratan de dominarle las riendas. Porque ellos también saben de números y por eso ofrecen, como los grandes almacenes de cadena, el famoso dos por uno.

Para organizar una fiesta de niños hay que tener en cuenta a los protagonistas. Por esto es preferible cuando son ellos quienes marcan la pauta, cuando son ellos los que indican cuál es la mejor manera de llenar de dulces, colores y diversión la fiesta de las brujas. Los segmentos de títeres, concursos o cuentos que se presentan en estas fiestas deben durar a lo máximo 20 ó 25 minutos. Al fin de cuentas no importa tanto la presentación del mago, los muñecos que bailan o los músicos recreacionistas. Lo que importa son los dulces, que vienen de mil formas y colores.

El sueño es llenar las calabazas de plástico o de cerámica, las bolsas de tela, la confitera de moda, para luego empacharse de dulces mientras los especialistas se encargan de seguir presentando el show. Un show que, según los que saben de fiestas de niños, debe ser organizado por los grandes, pero por los grandes especialistas en crear un mundo perfecto en el que la música, los cuentos y hasta la comida son exclusivamente para chicos.

El mejor día para esta fiesta debería ser el 31 de octubre, pero es martes. La fiesta se traslada entonces, como por arte de magia, para el fin de semana anterior o para el fin de semana siguiente. La verdad, poco importa, pues los niños saben que la celebración va por partida doble: el 31 se piden dulces en las calles, se canta el triqui triqui y el día de la fiesta vuelve y juega: más dulces, más diversión y más disfraces.

Los que saben de acertijos recomiendan que la hora perfecta es la noche, por aquello de las cenicientas encantadas, de las brujas malvadas y por aquello de los sapos que se convierten en príncipes con el beso de la amada. Pero los que saben de fiestas dicen que además la noche es buena porque permite llenar de luces el cielo con los fuegos artificiales, la tierra con las velas y las calabazas alumbradas. Vestir la fiesta es una tarea sencilla, sólo se trata de pintar el manto negro con todo lo que se encuentra en las tiendas especializadas. En la noche es más fácil alumbrar y deslumbrar para que la fiesta se prolongue por muchas horas más. Así, después de la fiesta de los niños, viene en grande la rumba de los grandes.

La comida para niños debe tener su toque de magia, debe ser alegre y sencilla como ellos. Los niños disfrutan de cosas ligeras, perros calientes, papas fritas, crispetas y dulces por montón. Así que por un día es mejor que las mamás se olviden de la buena nutrición y ofrezcan en la fiesta sus platos favoritos, mucha salsa de tomate, papas fritas, pizza y helado. No vale la pena perder el tiempo en horas y horas de preparación, no es un banquete delicioso lo que los niños están esperando. Más vale dedicarle el tiempo a la decoración de platos infantiles, tortas en forma de calabaza o de bruja, que es lo que están esperando los invitados de honor. Pero si lo que se quiere es algo un poco más elaborado, existen las expertas y embrujadoras banqueteras o las cadenas de comida rápida que ofrecen menúes de colores para dinosaurios, príncipes, vaqueros, damas antiguas y payasos.

Los niños que se disfrazan cambian cada año al igual que el personaje de moda. Sin embargo en cada Halloween se siguen encontrando los típicos atuendos además de los de moda : de Juan Pablo Montoya, de boxeador, de calavera, de Alien, de fantasma, Peter Pan, payasos, mosqueteros y piratas. Las niñas buscan ser, como siempre las más lindas, las reinas, la dama antigua, la bailarina, la gata o la muñeca. Para los más chiquitos los Pokémon con Pikachú a la cabeza llevan todas las de ganar.

Las cremas de colores, la escarcha y las lentejuelas, las pinturas en spray para el pelo, las pestañas y las uñas postizas se encuentran por todos lados para que los niños armen su disfraz. Los que saben recomiendan usar siempre maquillajes especiales para niños, que no tienen químicos, no irritan la piel y duran más. Son mejores las pinturas en crema que las líquidas para que el maquillaje se quede por más tiempo y no se corra. Todas estas cosas que parecen de grandes están hechas pensando en los niños, en la fiesta de las brujas, en la imaginación que se necesita para tener el mejor disfraz, para ‘ser’ por un corto tiempo el héroe, el hada, la reina o el rey de los sueños grandes de los niños chiquitos. Los disfraces pueden alquilarse o comprarse, hay para todos los gustos y para todos los bolsillos, para los grandes y los chiquitos. Lo difícil es escoger, entre tantos personajes, quién se quiere ser. Entre tantos disfraces y tan poco tiempo. Una noche no parece suficiente. Pero finalmente es este límite de tiempo lo que hace de la noche de las brujas la fiesta más importante en el mundo de los niños.