mito

Una mente brillante

Las ideas no aparecen de la nada. Necesitan trabajo, elaboración y, sobre todo, estar dispuesto a equivocarse.

4 de marzo de 2006

En 1990, científicos de la Nasa buscaban la forma de arreglar los lentes dañados del telescopio Hubble suspendido en órbita. Nadie encontraba la forma, hasta que el ingeniero Jim Crocker halló la solución mientras se daba una ducha en un hotel de Alemania.

Ese y millones de casos cotidianos han dejado la sensación de que las ideas brillantes, propias de una mente creativa, aparecen repentinamente de la nada como una iluminación divina. Sin embargo, numerosas investigaciones demuestran que cuando una idea aparece, la mente ha estado trabajando en ella durante un largo tiempo.

¿Cómo se explica entonces que esa respuesta lúcida aparezca en el momento menos esperado? Es tan común esta situación, que los investigadores le tienen nombre: Las tres B (bed, bathtub, bus) porque han visto que usualmente las ideas más creativas aparecen cuando las personas están en la cama, en la ducha, en el bus, o en el lugar menos indicado. "Cuando nos distanciamos de un problema, cambiamos de contexto y dejamos de buscarle solución. En ese momento se pueden activar diferentes áreas de nuestro cerebro. Y si la respuesta a un problema no está en una parte del cerebro, está en otra", explicó a la revista Time el sicólogo R. Keith Sawyer, una autoridad en el tema y autor del libro Explaning Creativity: The science of human innovation.

Si no es una inspiración repentina, entonces ¿de dónde proviene la creatividad? El mito según el cual la mente creativa es un don, entregado a pocos y negado a muchos, ha sido desvirtuado. José María Raventós, fundador y director del Centro del Pensamiento Creativo, asegura que todos somos creativos. "La creatividad es algo inherente a todas nuestras actividades: las dietas, las citas, el hecho de financiar la compra de una casa o de vender un coche". Lo cierto es que algunas personas no se atreven, le ponen freno y por eso no parecen tan creativas (ver recuadro). "Es un asunto de actitud, más que de intelecto", dice.

Años de estudio han demostrado que el pensamiento creativo requiere de mucho trabajo y un cierto estado mental de apertura y entusiasmo. Por eso, las personas que se atreven a explorar su creatividad usualmente tienen toneladas de ideas, la mayoría malas. La diferencia es que tienen la capacidad de evaluarlas y deshacerse de ellas si no les sirven. Pablo Sarmiento, publicista y profesor de creatividad, dice que es importante cuestionar cada idea que se tiene "si uno cree que la forma de llegar a un punto es una, hay que preguntarse por qué esa y no otra, probar y descartar".

En algo coinciden los expertos: cuando se recorre el camino de la creatividad hay que buscar fluidez para producir muchas ideas, flexibilidad para estar dispuestos a cambiarlas cuando no funcionan y elaboración para reorganizarlas y enriquecerlas.

Que los artistas y los científicos son más creativos que el resto de la gente también ha sido desmitificado. Abraham Maslow, reconocido sicólogo e investigador, dijo una vez que "una sopa de primera categoría es más creativa que un cuadro de segunda categoría". Los estudios han demostrado que el proceso creativo de unos y otros es el mismo: se producen ideas, se evalúan y se ejecutan.

Lo que hace la diferencia es que algunos no dedican tiempo a botar ideas y tomar riesgos, cosa que sí hacen los creadores. Por eso, cualquiera que quiera estimular su creatividad -dicen los investigadores- simplemente debe estar dispuesto a equivocarse, a generar constantemente lluvias de ideas y trabajar insistentemente en un tema. Claro, con momentos de descanso para que el cerebro busque en una y otra parte y, finalmente, aparezca la luz.