UNO ES SUFICIENTE

El hijo único: no es tan tirano como lo pintan.

17 de abril de 1989

Hoy, cuando las familias numerosas sólo se ven en los viejos álbumes de fotografía o en las comedias de televisión, el hijo único parece recuperar imagen. El, que durante décadas tuvo que soportar la fama de ser egoísta y caprichoso, sólo porque era la excepción a la regla, ya no está solo. Casi podría decirse que es la generalidad en un mundo que tiende a la mini-familia, donde los metódicos encargan la parejita y sólo los arriesgados van en busca del tercer hijo.
Es una tendencia mundial y Colombia no es la excepción. En los últimos veinte años la tasa de fecundidad descendió de 6.7 a 3.2 hijos, lo que se considera un récord para un país en vía de desarrollo como el nuestro. Por ello, ganamos el Premio Nacional de Población en 1987. Este descenso no es, sin embargo, igual en todos los sectores. El promedio de hijos en mujeres sin educación es mayor que el de las mujeres con educación superior (5.4 frente a 1.5).
Es decir, que a mayor educación, menos hijos. Esto ha dado pie para que los entendidos señalen que la unicidad es una característica de la clase media y que, actualmente, se ha convertido en un instrumento de promoción social. Dos padres qúe trabajan y un hijo único es la manera más frecuente de tener una familia y al mismo tiempo de asegurarse que tendrá atención y oportunidades.
Así, aquel perfil catastrófico que en los años 70 describía al hijo único como un tiranito, por obra y gracia de la sociología y la sicología se convirtió, en los 80, en un ser seguro, educado y emprendedor. Ha habido un cambio radical en la visión de los expertos respecto a los hijos únicos. Se solía creer que tenían muchos problemas, pero no es cierto. Por el contrario, parecen tener muchas ventajas y muy pocas desventajas. Según estudios recientes, los hijos únicos tienden a ser más seguros, mejor educados y a tener mayores motivaciones. En parte, esto se debe a que sus padres parecen ser más cultos y poseer mayores recursos económicos.
Hace veinte años, sin embargo, las teorías que identificaban al hijo único con un "niño problema" llegaron a tal punto, que en los Estados Unidos se creó una asociación pro-defensa de los padres de hijos únicos, llamada "Crecimiento Cero". cuya meta era alentar a los padres a asegurarle a su unigénito una vía de ascenso social. A raíz de esta campaña, empezaron a aparecer nuevos estudios que revelaban alentadores resultados. Es así como hoy se conocen teorías que afirman que los hijos únicos trabajan muy bien independientemente, tienden a madurar más rápidamente y a ocupar cargos de mayor liderazgo que quienes tienen hermanos. Simultáneamente estas conclusiones aparecían respaldadas por los nombres de famosos hijos únicos: Leonardo Da Vinci, Charles Lindbergh, Albert Einstein, Franklin Delano Roosevelt, Indira Ghandi, Jean Paul Sartre... Claro que en esta lista de seres de talento privilegiado también hay otros que no se han destacado precisamente por su estabilidad emocional, como Marilyn Monroe, Elvis Presley y Frank Sinatra.
Otros nombres como los de Candice Bergen, Al Pacino y Brooke Shields, también han servido a algunos especialistas para demostrar la superioridad del hijo único. Uno de ellos es el psicólogo Ellen Peck, autor del libro "Hijo único: niño equilibrado y padres felices", quien afirma que éste es por lo general un ser más amigable, afectuoso, responsable, inteligente, trabajador y sociable que aquel que es, uno más de una larga lista de hermanos. Para probar su teoria, Peck recurre a curiosas estadísticas: 20 de los 23 primeros astronautas enviados al espacio eran hijos únicos. Y señala que un estudio sobre la resistencia al dolor de los soldados norteamericanos, demostró que ésta era inversamente proporcional al número de hermanos... Demasiada belleza para ser verdad, señalan otros.
Al parecer, el verdadero origen de todas esa nociones negativas sobre los hijos únicos está en las políticas de población. La peor época del hijo único fue aquella en que la sociedad tenia que renovarse para sobrevivir; lo cual llevó a la mayoría de las parejas a optar por familias más o menos numerosas. Pero ahora, cuando se habla de disminuir las tasas de natalidad, el hijo único aparece como una opción ideal.
"Nada de cuanto se ha escrito, de bueno o de malo, sobre el hijo único responde a bases científicas", señala un psicólogo francés, Pierre Almodovar, quien lleva 10 años estudiando el tema. Y afirma: "Todo reposa sobre opiniones y juicios de algunos expertos de la época, que se convirtieron en mitos para reforzar ciertos intereses sociales y políticos sobre fecundidad.
El hijo único fue injustamente culpabilizado, simplemente porque perturbaba a una sociedad que empezó a sentir el peso del descenso de la natalidad ".
Y en ello parecen estar de acuerdo hoy la mayoría de los psiquiatras y psicólogos infantiles, al considerar que, independientemente de que sea único o tenga hermanos, un niño cuyos padres impongan disciplina, den buen ejemplo y den cariño, será básicamente un niño sin problemas. Y afirmar que si bien la unicidad no representa un problema a la hora de educar, sí condiciona ciertos rasgos inevitables, que vale la pena tener en cuenta.
Especialistas en la materia sostienen que es más difícil para un niño que no tiene hermanos aprender a pelear y a reconciliarse; así mismo le cuesta más trabajo separarse de sus padres y tiende a ser perfeccionista. Pero también aprenden a valerse por si mismos y a comprender que no siempre se puede contar con los demás. Y concluyen que, aunque algunos extrañen la compañía de un hermano, finalmente comprenden que por ser hijos únicos sus padres tienen más tiempo para ellos.
Una recomendación importante, en la que coinciden los especialistas, es que el hijo único tenga contacto con otros niños de su edad, y también mayores y menores, que le permitan disponer de diversos modelos de comportamiento, indispensables para su adecuado desarrollo psicológico. Y señalan que si bien hoy el niño no cuenta con una familia numerosa que le brinde aquellas experiencias indispensables para su proceso de socialización, la nueva forma de vida, que lo lleva de la sala-cuna, al jardín infantil y del colegio al club deportivo y que lo hace parte integrante de los programas y actividades de sus padres, hace que realmente muy pocos lleguen a manifestar carencias en su desarrollo. Almodovar señala que en un estudio realizado en Francia con 80 niños, de los cuales 46 eran hijos únicos, al aplicarles pruebas de emotividad, integración y sociabilidad, el resultado mostró que realmente no existe ninguna diferencia entre el hijo único y el que no lo es, siempre y cuando tengan buenos padres.
El psiquiatra infantil colombiano Francisco Cobos coincide en ello al señalar que no existe una proporción más alta de hijos únicos en la consulta. Y agrega: "Así como la posición del niño dentro de la familia determina ciertas características de personalidad, el hijo único también las presenta. Pero eso no significa que haya un problema. Ser hijo único o ser miembro de una familia numerosa entraña los mismos riesgos de problemas emocionales. Cada niño es un caso individual y su personalidad depende de múltiples factores. Ser único, así como ser el mayor o el del medio, puede acentuar ciertos rasgos de carácter pero no crearlos". Al parecer, esa imagen del niño egoista y solitario que siempre acompañó al hijo único pasará al mundo de los recuerdos del mismo modo que lo hizo la inolvidable y numerosa familia Trapp.