aventura

Visa para un sueño

La fundación Natibo cumple dos años y para celebrarlo mostrará con exposiciones y conferencias los logros de sus expediciones por Suramérica.

12 de febrero de 2006

Cuando a Francisco Ospina lo retuvieron en una pesca milagrosa junto a su hijo, supo que podía perder la vida sin ver realizados muchos de sus sueños. Ospina tuvo suerte. A las seis horas sus captores lo liberaron. Y aunque no sufrió físicamente, esta experiencia le cambió la percepción de su vida. Sintió la necesidad de perseguir metas que había pospuesto durante años y se empeñó en realizar una de ellas: recorrer Suramérica en carro con su hijo. Ese fue el inicio de la fundación Natibo, un grupo de cuatro colombianos que durante dos años ha realizado dos largas expediciones por Suramérica, luego de las cuales hay un saldo a favor: un registro gráfico impresionante de la riqueza natural del continente, una serie de documentales que se han transmitido por el canal National Geographic, varios cortometrajes para cine, y estudios científicos con las ballenas jorobadas que viajan del sur de Chile a la isla de Gorgona a tener sus crías. A partir del 7 de noviembre, en el club El Nogal, la fundación presentará una exposición de afiches y sus documentales, así como un libro titulado Suramérica, un continente de agua, con lo cual el grupo busca difundir el resultado de su recorrido. El sueño de Francisco se unió a los de otros aventureros como él: Juan Carlos Isaza, Ricardo Cano y Fernando Cano. Con el patrocinio de Visa y General Motors, los cuatro se lanzaron a su primera expedición, que se llamó El sueño de Humboldt porque pretendía demostrar la teoría del naturalista de que era posible unir los países del continente por agua, a través de sus ríos. El recorrido comenzó el primero de enero de 2004 en el río Meta, en Puerto López, donde los expedicionarios se montaron en una embarcación que los llevaría hasta Buenos Aires, pasando por el Orinoco, el caño Casiquiare, el río Negro, el Amazonas, el Amoré, el Guaporé, el Paraguay y, finalmente, el río de la Plata. Simultáneamente dos camionetas viajaban por tierra para darles apoyo. También los acompañaron Marc de Beaufort, documentalista colombiano que ha trabajado en Inglaterra; Paola Rey, editora; Alexandra Posada, camarógrafa; Santiago Carbonell, productor de campo, y Pedro Franco, fotógrafo y productor. Por supuesto, no podía faltar Andrés Ospina, el hijo de Francisco. Durante esta travesía tuvieron la oportunidad de descubrir comunidades en vías de extinción, como la de Pantanales, en Brasil, en la cual sólo quedan ya tres de sus miembros; ciudades ultramodernas, de calles pavimentadas y casas grandes en medio de la selva del Amazonas como la que vieron en el nacimiento del caño Casiquiare, en Venezuela; y personajes increíbles, como el reverendo Moon, un coreano millonario dueño de más de 600.000 hectáreas en Paraguay donde hoy se tala el bosque para cultivar soya. El regreso se llevó a cabo por mar a bordo de una embarcación que fue construida en Medellín. La nave partió desde la isla Carlos III, al sur de Chile, donde hicieron el contacto con el biólogo Juan Capella, director de la fundación Yubarta, quien ha dedicado su vida al estudio de las ballenas jorobadas. Con este científico y su asistente Carla Genta, lograron hacer un seguimiento de la migración que hace la ballena jorobada cada año desde las aguas congeladas del Antártico hasta el Pacífico colombiano, el viaje más largo que un mamífero realiza en el mundo. Era la primera vez que algo semejante se cumplía. "Lo importante de esta etapa fue darnos cuenta de que aunque estos mamíferos nacen en costas colombianas, el país no se considera ballenero y por lo tanto no participa en las decisiones que afectan a estos animales", dice Juan Carlos Isaza. La segunda expedición se realizó este año y consistió en recorrer por tierra durante tres meses los países de Centroamérica. Partieron en marzo pasado desde Bogotá y tomaron la ruta Cartagena, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras, hasta llegar a la frontera mexicana, donde emprendieron el viaje de retorno. Los integrantes no habían desembarcado aún cuando ya estaban planeando una nueva aventura. Ya lo tienen decidido. Esta vez el reto será en casa, con la expedición Colombia, que consistirá en hacer un recorrido por todos los rincones del país para mostrar una radiografía de las comunidades que lo habitan. Y tal vez luego el reto sea hacer una vuelta al mundo en un velero. Porque lo cierto es que estos dos años de expediciones les han generado nuevos sueños y una inquietud por conocer más a fondo el mundo en donde viven y divulgar esa visión que sólo se obtiene con los propios ojos.