Los practicantes de este deporte buscan desplazarse por la ciudad por fuera de las reglas sociales. Buscan la libertad y la superación personal

Deporte extremo

Volar por la ciudad

Saltar azoteas, girar en el aire y escalar muros como si el mobiliario urbano fuera una carrera de obstáculos. Es el 'parkour', una disciplina de alto riesgo que se toma las calles del mundo y ya está en Colombia.

15 de julio de 2006

Jorge mira hacia adelante, se inclina, junta las manos y da un paso atrás. Se queda inmóvil dos segundos y de pronto arranca a correr a pasos cortos. Lo que sigue es una serie de saltos rápidos por las paredes y los andenes de la ciudad, contorsiones entre las barandas de las escaleras públicas, giros de 180 y 360 grados en el aire, escaladas de muros y caídas libres de dos, tres y cuatro metros... No tiene tendencias suicidas ni está escapando de la Policía. Jorge Rocha, un bogotano pequeño y macizo de 29 años, está haciendo parkour, un deporte extremo que desde hace unos años invadió las principales ciudades de Europa y América.

El nombre proviene de la palabra francesa parcours, que significa 'recorrido'. El objetivo es desplazarse de un punto A a un punto B dentro de la ciudad, sin usar los métodos convencionales. En lugar de caminar por el andén o tomar un bus, sus practicantes encadenan con creatividad una serie de movimientos gimnásticos, usando únicamente su cuerpo para superar los obstáculos del camino: terrazas, postes, barandas, muros, contenedores de basura, paraderos de bus y, de vez en cuando, un árbol. El traceur o trazador, que es como se llama a quien traza el recorrido, no dispone de ninguna protección o ayuda externa, a excepción de un par de tenis de buen agarre. Sus movimientos han de ser, ante todo, precisos, elegantes y fluidos.

De ahí que todo practicante de parkour requiera un fuerte trabajo físico y mental. Debe preparar durante años todos sus músculos, tendones y huesos para ganar fuerza, resistencia y poder caer correctamente. Es preciso que aprenda a la perfección la técnica para echar mano de su único recurso, el cuerpo, y así lograr la libertad y la naturalidad que hacen de este deporte un espectáculo para la vista. El trabajo mental es igualmente importante, pues el traceur se enfrenta sobre todo a sus propios miedos. Por eso debe desarrollar una gran fortaleza mental, una disciplina de hierro y una confianza absoluta en sus capacidades.

El "arte de desplazarse libremente", como le dicen sus seguidores, nació en la ciudad francesa de Lesse en 1988. Su inventor es David Belle, quien en su adolescencia adaptó al paisaje urbano que lo rodeaba el 'método natural' de los soldados, que su padre, un bombero y militar, le había enseñado. Fue tal la fiebre que generó en el joven, que a los 15 años abandonó el colegio para dedicarse a saltar azoteas.

Pronto se le unieron otros y ya en 1997 hacían presentaciones en vivo en Paris. En 2001, el director de cine Luc Besson los convocó para rodar la película Yamakasi. El resultado no les gustó a los traceurs, pues los mostraba como poco más que delincuentes. Pero el filme fue la piedra de toque que les abrió las puertas en las pantallas. Más adelante vendrían los videos Strade 2 y Niké presto, para la televisión francesa, y el anuncio Rush Hour para la BBC, en el que Belle atraviesa Londres por entre sus edificios y muestra saltos de más de nueve metros en caída libre sin efectos especiales ni medidas de seguridad. Luego siguieron las películas Banlieue 13 y Los hijos del viento, de 2004; el programa Jump London, y una serie de comerciales y videos musicales. Recientemente, los traceurs europeos aparecieron en El hombre araña I y II.

Bastaron unos años para que la afición al parkour se extendiera por el mundo, y hoy se practica de Suráfrica a Rusia y de México a China. Existen varias asociaciones mundiales, una infinidad de páginas web y el mismo David Belle fundó Parkour Worldwide Association (Pawa), con el fin de difundir el deporte.

A Colombia llegó hace unos dos años, cuenta Jorge, representante de Pawa en el país. Como muchos, se enteró del parkour por un video que llegó a sus manos por casualidad. Aunque entonces la información era escasa, investigó por Internet, contactó personas de otros países que lo practicaban y hace dos años fue testigo del auge de páginas y videos que de un momento a otro empezaron a circular en la red. Entrenaba por su cuenta, pero pronto se percató de que eso no lo llevaría a ningún lado. No veía ningún progreso y se lesionaba fácilmente. Un día, cuando intentaba un giro de 360 grados cerca de un muro, sufrió un desgarro muscular y una tendinitis que lo postraron por varios meses.

A raíz de su lesión se dedicó a investigar a fondo sobre la historia y la filosofía del deporte y sus amigos traceurs le ayudaron al enviarle los pasos que se deben seguir para un buen entrenamiento. Como además es desarrollador de software, montó la página web Parkour Colombia, y a través de ella contactó a los interesados en el deporte en el país. Desde hace un año entrena con un grupo de ocho muchachos entre los 16 y los 26 años. Lo hace tres veces por semana, en el centro de alto rendimiento de Bogotá, con una estricta rutina de trabajo físico.

Por supuesto, no es fácil convencer a la gente de que el parkour, bien hecho, es un deporte serio. Cuando empezó a practicar, Mario, quien a sus 19 es ya un veterano del parkour en Colombia, le mostró a su mamá los videos que había bajado de Internet. "Usted se va a matar haciendo eso. ¿Por qué no mejor juega fútbol?", le dijo ella. Él tuvo que hacerle toda una terapia de relajación. Y como es estudiante de cine, grabó un video de sus prácticas para demostrarle que era seguro.

Pero no hay que ser un genio para darse cuenta de que se trata de una actividad de alto riesgo. Hace tres meses una niña de 16 años de un grupo pequeño de Bogotá se cayó mientras practicaba en el parque Simón Bolívar. Se rompió la nariz, pero la lesión debió ser mucho más grave, pues sus compañeros no volvieron a saber de ella. Desde entonces está prohibido practicar en el parque. "El accidente nos dejó una mala imagen", reconoce Jorge, quien sabe que el peligro acecha, sobre todo porque la mayor parte de quienes lo practican son muchachos de barrio o de colegio, sin ningún tipo de entrenamiento.

Para los traceurs serios, sin embargo, el parkour es mucho más que un deporte: es una forma de vida y un estado de la mente. "Uno empieza a ver las calles con otros ojos. Vas caminando y la ves como un lugar lleno de obstáculos por superar. Te cambia la forma de moverte y de pensar. La percepción se agudiza, pues debes tener mucha conciencia del espacio, y los cinco sentidos alerta", explica Fredy, un diseñador gráfico de 26 años que entrena en el grupo de Jorge.

Ante todo, la filosofía del parkour es la libertad y la superación de sí mismo. Se trata, primero, de conocerse y tener conciencia de los propios miedos, para después ser capaz de superar las barreras sicológicas arquitectónicas. La meta es moverse sin las reglas impuestas por la sociedad, como dice Belle en su página web. La recompensa no es el dinero ni la fama, sino la satisfacción de la misión cumplida.