CADA LOCO CON SU MIEDO

Si algun temor lo paraliza, es hora de visitar al siquiatra

26 de junio de 1989

Algunos las crean, otros las heredan y hay quienes se las inventan. El caso es que cada quien tiene su propio temor. Pero cuando este temor es injustificado y la conducta para evadirlo resulta desproporcionada, hasta el punto de que interfiere en la actividad normal, es hora de ir al siquiatra.
La palabra fobia está, sin embargo, tan arraigada en nuestro vocabulario que cualquiera expresa sus temores diciendo que las sufre. Pero en realidad, lo que en medicina se conoce como un trastorno fóbico va más allá del rechazo o el malestar. La reacción de quien lo padece se caracteriza por una gran angustia que surge ante un determinado estimulo, el cual puede ser un objeto, un animal o una situación específica. El diccionario fóbico contempla una variedad indefinida de ellas. Sin embargo, algunas son más frecuentes, como es el caso del temor irracional a las alturas, a los espacios cerrados, a las arañas y los ratones o a la sangre. Otras han ido surgiendo de acuerdo con los cambios sociales, es el caso de la nosofobia (miedo a enfermar), que bien puede tener origen en los altos costos de los actuales tratamientos médicos.
Ante los ojos de los especialistas sin embargo, el origen de las fobias es mucho más complejo.Y para su estudio ellos las dividen en tres grandes grupos: la agorafobia, que es el miedo exagerado a estar solo o a hallarse en lugares públicos. Quien la sufre empieza a restringir sus actividades sociales progresivamente hasta que este temor domina todas sus conductas.El segundo grupo es el de las fobias sociales, y aunque en él pueden incluirse todos aquellos que huyen de los cocteles, los síntomas son mucho más serios que el pavor a los lagartos. Esta clase de fobias se caracteriza por un miedo irracional y un deseo impulsivo de evitar aquellas situaciones en las que el individuo puede hallarse expuesto a la observación de los demás. Para los sicólogos este miedo tiene origen en la carencia de habilidades sociales que, sumado a una exagerada importancia a lo que los demás piensen, genera en el individuo una ansiedad que llega a paralizarlo. El tercer grupo de fobias son las llamadas simples, que concretan el miedo a un objeto determinado. Son las más comunes y a menudo tienen un carácter benigno.
A pesar de la tendencia generalizada a calificar como fobia cualquier temor, la verdad es que la fobia, como tal, produce una angustia patológica que llega a convertirse en ataque de pánico. La crisis se manifiesta con la presencia del objeto o animal o ante la situación fóbica y, en ocasiones, ese terror es asociado con un sentimiento de catástrofe inminente. Los síntomas físicos van desde palpitaciones aceleradas, sensación de ahogo, mareo, vómitos, sudoraciones, hasta el temor a morir o enloquecerse. Por lo general la crisis dura sólo unos minutos pero la persona pierde completamente el control de sí misma.
Aunque en opinión de los especialistas toda fobia debe ser tratada su gravedad depende de cuánto influya en el normal desempeño del individuo; es decir, de la frecuencia con que la persona tenga oportunidad de hallarse en situación fóbica. Por ejemplo, una fobia a los murciélagos o a las serpientes no es muy grave para un citadino; sin embargo, si ese temor irracional es causado por los perros, esto puede llegar a inmovilizarlo y se hace inminente la búsqueda de un tratamiento.
En cuanto a la edad de aparición, los expertos señalan que las zoofobias son más frecuentes en los niños. Generalmente este tipo de temores son inculcados por los padres, que las padecen o las propician en sus hijos cuando tienden a protegerlos exageradamente. También pueden ser causadas por experiencias traumaticas que no han sido superadas. Las fobias sociales se desarrollan con más frecuencia a partir de la adolescencia, mientras las agorafobias aparecen por lo general en la edad adulta.
Dada la gran variedad de objetos y situaciones que las pueden producir y las múltiples causas que las originan, para los siquiatras cada caso es considerado prácticamente como único y el tratamiento para cada individuo es diferente. Los más sencillos se solucionan con algunas técnicas de relajación; otros requieren de sicoterapia y, en casos severos, se hace necesario recurrir al sicoanálisis o a la utilización de fármacos. Las fobias simples, sin embargo, se curan casi todas. Y por insólito que parezca padecerlas, más insólito es dejarse atar por esos temores.
LA GALERIA DEL TEMOR
Acrofobia: miedo a las alturas
Agorafobia: miedo a los espacios abiertos
Aracnofobia: miedo a las arañas Ailurofobia: miedo a los gatos Algofobia: miedo al dolor
Androfobia: miedo al varón
Antofobia: miedo a las flores
Apifobia: miedo a las abejas
Antropofobia: miedo a la gente
Astrofobia: miedo a las tormentas
Barofobia: miedo a la ingravidez
Batofobia: miedo a las profundidades
Belonefobia: miedo a los objetos punzantes
Botanofobia: miedo a las plantas
Claustrofobia: miedo a los espacios cerrados
Clinofobia: miedo a las camas
Cromofobia: miedo a los colores
Demofobia: miedo a las multitudes
Dendrofobia: miedo a los arboles
Dematofobia: miedo a ser recluido en casa
Entomofobia: miedo a los insectos
Escotofobia: miedo a la oscuridad
Gefidrofobia: miedo a cruzar los puentes
Ginefobia: miedo a las mujeres
Hematofobia: miedo a la sangre
latrofobia: miedo a los médicos
Monofobia: miedo a estar solo
Musofobia: miedo a los ratones
Nictofobia: miedo a la noche
Necrofobia: miedo a los muertos
Nosofobia: miedo a enfermar
Nucleomitofobia: miedo a las armas nucleares
Pedifobia: miedo a los niños
Talasofobia: miedo al mar
Tropofobia: miedo a cambiar de situación
Zoofobia: miedo a los animales