SALUD

De ataque

Un 2% de la población colombiana sufre de epilepsia, pero con disciplina y drogas la enfermedad es controlable.

12 de diciembre de 1988

Alrededor de ella se ha tejido toda clase de mitos y es posible escuchar cualquier cantidad de consejos populares sobre lo que se debe hacer en caso de ataque. También, para muchos, es una enfermedad vergonzante, hasta el punto de que las personas que la padecen generalmente deben ocultar su mal si no quieren perder el empleo o, por lo menos, ser marginados. Pero a estas alturas del siglo XX, y a pesar de que aún se desconoce parte de las causas que la producen, la gran mayoría de los pacientes con epilepsia pueden llevar una vida normal, si asumen con disciplina el tratamiento.

De acuerdo con los estudios realizados, la epilepsia puede ser focal o generalizada. El primero de estos tipos, que es el que más se presenta, se caracteriza porque la lesión afecta a una parte determinada del cerebro que puede ser ubicada gracias a exámenes. De no tratarse adecuadamente y a tiempo, la lesión puede extenderse y cubrir todo el cerebro, que es cuando pasa a contarse dentro del segundo grupo, el de las generalizadas.

En Colombia, las cifras de la epilepsia son dramáticas. Estadísticas recientes señalan que el 2% de los colombianos sufre la enfermedad, con el agravante de que tradicionalmente el paciente que padece este mal es el menos constante con el tratamiento médico prescrito y presenta un alto índice de deserción.

Esto ocurre porque, si después de visitar a un doctor la persona sufre un nuevo ataque, ella tiende a cambiar de médico con la creencia de que el consultado inicialmente es incompetente. Lo que generalmente no tiene en cuenta el enfermo es que pudo haberse equivocado en la toma de los medicamentos, que el médico puede administrar una droga que surta mejor efecto y que acudir a otro doctor implica empezar nuevamente de cero.

Otro dato interesante, que riñe con la creencia común de que la epilepsia es básicamente heredada, es el que muestra que en Colombia, entre un 70 y 80% de los casos obedece a causas distintas a la hereditaria. En estos pacientes, la epilepsia es del tipo focal y se han podido determinar las principales causas que la producen.

La carne de cerdo contaminada con cisticercos (parásitos enquistados, como ocurre con la tenia en una de sus etapas) es responsable de una parte significativa de los casos, ya que tales organismos pueden llegar hasta el cerebro y producir la lesión. Se sabe, por ejemplo, que en el departamento de Nariño, donde es común ingerir carne de cuy (un pequeño roedor), hay varios casos de epilepsia por culpa de la gran cantidad de cisticercos que contiene este animal. Así mismo, las verduras mal lavadas o lavadas con aguas sin tratamiento adecuado, son vehículo ideal para la transmisión de tales parásitos.

Dentro de las causas más comunes también se cuenta la hipoxia perinatal, que ocurre en el momento del parto por atención deficiente, cuando el recién nacido no recibe el oxígeno necesario y, en consecuencia, sufre lesiones cerebrales. Los golpes fuertes en la cabeza y los tumores se cuentan entre las causas generalizadas. De todas formas, a pesar del panorama aparentemente oscuro, los pacientes con epilepsia tienen buenas oportunidades. En el caso de niños con problemas escolares, que según los profesores parecen estar "elevados" a toda hora con mirada fija y pérdida momentánea de la conciencia, puede tratarse de un caso de epilepsia que de manejarse oportunamente puede curarse.

Los casos de epilepsia hereditaria fluctúan entre el 20 y 30% y son del tipo generalizado. Aún se desconocen buena parte de las causas que producen este tipo de epilepsia, pero al igual que la focal, puede ser tratada exitosamente con medicamentos.

De acuerdo con lo expresado a SEMANA por los miembros del equipo interdisciplinario de la Clínica de Epilepsia del Instituto Neurológico, de Bogotá, "la gran mayoría de pacientes con epilepsia, de seguir al pie de la letra el tratamiento, pueden llevar una vida normal. El paciente con epilepsia es una persona que no presenta ningún tipo de inferioridad intelectual y, excepto en casos que pueden denominarse de difícil manejo -que afortunadamente son minoría-, las crisis son controlables y pueden evitarse". Por esto, la gran lucha que se está adelantado en la actualidad en el país es la de convencer al paciente de que, pese a sufrir crisis convulsivas una vez iniciado el tratamiento, debe continuar con el plan trazado sin cambiar de médico.

En el caso de la Clínica de Epilepsia, por una suma de dinero razonable, el enfermo tiene derecho a una consulta y seis controles, que incluyen exámenes médicos y ayudas de tipo psiquiátrico, psicológico, neuropsiquiátrico y odontológico, de ser necesario. Es un tratamiento integral en el que la persona, sin necesidad de hospitalización, es tratada de manera continua con muy buenos resultados. Una de las principales finalidades que busca este procedimiento, fuera de controlar las crisis convulsivas y de curar la enfermedad en los casos en que ello sea posible, es la de lograr que el paciente sea aceptado como sujeto productivo y capaz.

Esto es especialmente importante cuando se tiene en cuenta que, entre la amplia gama de tipos de epilepsia, buena parte de los casos se consideran como benignos o leves y sólo una minoría son malignos o agudos. Es más, en casos de niños con epilepsia es posible lograr una cura total del mal, luego de un tratamiento de algunos años. En otros, con la administración adecuada y disciplinada de medicamentos y siguiendo las pautas dictadas por el médico, se pueden evitar las crisis y la persona puede llevar una existencia prácticamente normal. Sólo en casos extremos, en los que los medicamentos se muestran ineficaces se opta por el tratamiento quirúrgico que consiste en extirpar la parte afectada del cerebro.

Este procedimiento, que se practica desde hace 100 años, se ha venido perfeccionando, especialmente en lo relativo a las técnicas de diagnóstico, lo cual significa una esperanza para los casos más agudos (ver recuadro).

La epilepsia es una de las enfermedades que más se ha visto rodeada por la superstición y los consejos poco ortodoxos. Es común escuchar, por ejemplo, que cuando una persona presenta convulsiones se le debe coger la lengua, introducirle pañuelos en la boca y cosas por el estilo. Sin embargo, esas prácticas son perjudiciales tanto para el paciente como para quien lo ayuda, ya que en este último caso la persona puede sufrir heridas en dedos y manos al tratar de introducir objetos en la boca del enfermo. Tratar de evitar las convulsiones puede causar fracturas en la persona afectada, por culpa de la fuerza de estos movimientos involuntarios.

SEMANA, con la asesoría de la Clínica de Epilepsia, resume las pautas que conviene seguir en casos de crisis convulsivas:

- Guarde tranquilidad. Usted no puede detener la crisis. No trate de reanimar al paciente. Deje que la crisis siga su curso.
- Evite que el paciente se golpee la cabeza o el cuerpo con objetos contundentes o cortopunzantes, pero no trate de parar los movimientos.
- No introduzca ningún objeto en la boca o entre los dientes del paciente.
- No le suministre líquidos o comida.
- Vigile que nada entorpezca la entrada de oxígeno. No realice respiración artificial (boca a boca), ni suministre oxigeno. Coloque un saco debajo del cuello, a manera de almohada.
- Observe cómo transcurre la crisis: cómo se inicia, cómo se desarrolla y cómo termina, así como el tiempo que dura, pues esta información será importante para el médico.
- Al terminar las convulsiones, vuelva la cara del paciente hacia un lado para evitar que la saliva le produzca ahogo y cuide que la respiración no se obstaculice.
- Las crisis convulsivas no son contagiosas. Generalmente duran pocos minutos. No se asuste si la respiración cesa momentáneamente.
- Hay ocasiones en que la crisis se repite sin que el paciente alcance a recuperar la conciencia. En estos casos es necesario llamar inmediatamente al médico, así como en los casos en que la crisis se prolonga por más de 10 minutos.
- Mientras la persona recobra la conciencia se sentirá confusa. Acompáñela y déjela descanzar si así lo desea.
Con disciplina y constancia es posible salir adelante. La ayuda de la familia, que no debe ni sobreproteger ni relegar al paciente, así como la de la comunidad en general, es vital para obtener logros. En Colombia los resultados de la Clínica de Epilepsia, lo mismo que los de otras entidades que han implementado este tipo de tratamiento integral (Jamundi, Valle y Girón, Santander) son alentadores. El 54% de los casos han sido considerados excelentes y el 29%, buenos. Esto indica que, pese al oscuro panorama que se les ha dibujado, los enfermos de epilepsia pueden tener una segunda oportunidad.


Técnicas de diagnóstico

En el diseño de las nuevas técnicas de diagnóstico, se han utilizado sondas eléctricas avanzadas y radiotransmisores desarrollados en el programa espacial norteamericano. Con ellos los médicos han podido hacer mapas del cerebro de personas con ciertos tipos de epilepsia. Estableciendo las áreas dañadas del cerebro con mayor precisión de lo que había sido posible antes, los cirujanos son capaces de realizar intervenciones que parecen curar el desorden en la mayoría de los pacientes.

Sin embargo, la técnica sólo se ha venido empleando desde hace 5 años y con limitaciones. No todos los médicos la recomiendan, porque consideran que falta más desarrollo, y solo se aplica por ahora a pacientes que no responden a drogas y cuyos ataques pueden ser localizados en un área del cerebro.

Aunque aún falta mucho por saber y mucho por desarrollar para hacerla recomendable en forma extensiva y accesible en términos de costos, los médicos señalan que los jóvenes, desde la preadolescencia hasta la primera etapa de la edad adulta, son los mejores candidatos para la cirugía. Pero como los ataques a veces desaparecen en los niños mayores de 12 años, muchos médicos prefieren esperar hasta la adolescencia para operar.

En la primera fase de la evaluación, el paciente es hospitalizado, para que sus ondas cerebrales sean monitoreadas durante una o dos semanas y registradas en una cinta de video. A los pacientes se les colocan 21 electrodos en la cabeza y dos electrodos similares a agujas en los músculos de la quijada, para recoger las señales del cerebro. Los electrodos se fijan a un radiotransmisor, originalmente diseñado para el programa espacial, que se sostiene en la cabeza por medio de bandas. Las ondas del cerebro se transmiten a una grabadora en otra habitación. Cerca de una tercera parte de los pacientes presenta una lesión o una porción de tejido dañado en alguno de los lóbulos temporales. Estas son áreas muy profundas del cerebro donde, entre otras cosas, se procesa la memoria.

Si los patrones de ondas cerebrales señalan sólo un lóbulo temporal como la fuente del problema, los médicos procederán a realizar más pruebas para confirmar el diagnóstico y después considerarán la posibilidad de remover el lóbulo. Por lo menos el 75% de los pacientes que son sometidos a esta intervención, no vuelven a presentar ataques y pierden muy pocas funciones. Otros disminuyen la frecuencia de los ataques.

Pero los electrodos externos no son útiles en todos los casos. En muchos pacientes, el monitoreo indica un problema mucho más complejo, con ataques que provienen de los dos lados o de una parte superior del cerebro. En estos casos, se utilizan electrodos de mayor profundidad para confirmar el diagnóstico y sólo se extirpa el lóbulo más lesionado. Bajo el efecto de la anestesia general, se taladran pequeños orificios en el cráneo encima de la oreja y se insertan largas agujas con electrodos. Con este método es posible detectar ataques que comienzan en zonas muy profundas y que no se detectan con electrodos superficiales. Se extirpa el lóbulo más dañado, el otro puede seguir funcionando, aunque enfermo, en forma relativamente normal y se presentan menos ataques, lo cual significa un logro.

Pero si los ataques parecen comenzar en una zona superior en el lóbulo frontal, parte del cual controla el habla o el movimiento, los cirujanos intentan otra estrategia para lograr un mejor mapa del cerebro. Bajo anestesia, se remueve un pedazo de cráneo y se coloca una especie de tablero de 64 o más electrodos en el cerebro, de tal forma que los médicos pueden determinar las áreas funcionales conectando un solo electrodo cada vez. Así pueden saber los cirujanos dónde intervenir con exactitud.

El riesgo de este tipo de cirugía incluye sangrados después de la operación, infección y algunas veces depresión. Algunos pacientes experimentan debilidad temporal en uno de sus lados o pérdida del campo visual. En resumen, aunque muchos podrían beneficiarse con este tipo de procedimientos, muy pocos lo hacen, porque la técnica no se ha extendido, todavía hay dudas y, sobre todo, es muy costosa.