DON'T WORRY

Los problemas de temperamento y personalidad lo pueden matar del corazón.

5 de junio de 1989


La hostilidad puede ser suicida. Esta frase contundente es el resultado de una serie de estudios que demuestran cómo las personas que habitualmente son agresivas, cínicas y desconfiadas, son también particularmente vulnerables a las enfermedades del corazón. Las conclusiones sugieren además que la hostilidad aumenta el riesgo de contraer otro tipo de padecimientos. Y la otra cara de la moneda no es menos cierta: la amabilidad, la buena disposición y el buen ánimo parecen tener un efecto protector de la salud.

Pero no sólo las personas propensas a los ataques de ira corren riesgos. La hostilidad tiene estilos más sutiles, como el escepticismo, que pueden ser igualmente nocivos. Así que no importa en qué forma la gente exprese su mal genio, lo cierto es que las personas que permanentemente se enfrentan a los demás tienden a morir del corazón en proporción mayor que aquellas que son amables.
La conexión entre el temperamento y la salud es algo que ha preocupado a los investigadores desde hace 30 años, cuando un par de cardiólogos, Meyer Frierdman y Ray Roseman, encontraron que las personas ambiciosas, irritables, competitivas y aceleradas --temperamento tipo A-- presentaban mayores riesgos de sufrir enfermedades cardiacas que aquella de temperamento tolerante, colaboradoras, pacientes y a quienes difícilmente se les saca de sus casillas, que son por contraste, de temperamento tipo B. Desde entonces, la forma como la ira afecta la salud ha sido objeto de múltiples investigaciones y cada día es mayor la evidencia de la relación existente entre el temperamento A y las enfermedades cardiacas.

Ciertas hormonas que son producidas por el organismo como parte de las reacciones normales al estrés y a la ira, tales como el cortisol y la epiferina, pueden jugar un papel clave. Entre sus muchos efectos, estas hormonas hacen que el corazón lata más fuerte y aumente la presión sanguínea. Se cree que cuando esta reacción se sostiene durante horas y se repite día tras día, año tras año, puede presentarse un daño en las arterias coronarias. Además se ha demostrado que estas hormonas determinan que las grasas se liberen hacia el torrente sanguíneo, lo cual aumenta los niveles de colesterol. Como el colesterol tiende a localizarse en las arterias, esta cadena de eventos puede incrementar el riesgo de infarto o angina en una persona. Se piensa, por el contrario, que las personas amables y tolerantes son más resistentes al estrés porque tienen un sistema nervioso más fuerte que calma al organismo, bajando la presión sanguínea y el ritmo cardiaco.

La pregunta que surge es ¿cómo manejar el sentimiento de ira? Comúnmente se había creído que guardarse las explosiones de furia podían llevar al infárto. En los años setenta, los especialistas sostenían que lo más saludable era ventilar los sentimientos, pues eran muchos los efectos negativos que tenía en la salud esa anticuada costumbre de "tragarse la ira". Sin embargo, a principios de esta década, algunos estudios demostraron que el efecto de esa ventilación fue una creciente tendencia a convertir en ira la respuesta a cualquier situación molesta. Ahora, estudios más recientes, permiten a los médicos afirmar que si la ira se expresa o se oculta poco importa, lo que cuenta realmente en el desarrollo de las enfermedades del corazón es si una persona siente la ira en forma crónica. Así las cosas, dicen los entendidos, una manifestación ocasional no es peligrosa para la salud. El problema surge cuando la hostilidad se convierte en algo habitual prácticamente en un rasgo de la personalidad. Y la evidencia es contundente. La conclusión viene de diversos estudios pero especialmente uno realizado entre 1.800 hombres de mediana edad, a quienes durante dos décadas se les hizo un seguimiento en cuanto a salud y estilo de vida. Analizados los datos, los investigadores encontraron que quienes en 1957 habían obtenido puntajes muy altos de hostilidad en el test de personalidad, eran, veinte años después, más propensos a los ataques del corazón y, de hecho, muchos de ellos murieron de infarto en el transcurso de ese lapso; lo que no sucedió con aquellos que en el test de personalidad presentaron un bajo nivel de hostilidad.

Pero hay más, los estudios han demostrado también que los malgeniados mueren jóvenes. Las investigaciones sostienen que el efecto de la hostilidad sobre el corazón también depende de la edad y todo parece indicar que el impacto es mayor en la llamada "edad adulta temprana". Mientras las personas con temperamento tipo A, menores de 45 años, tendían a presentar severas obstrucciones en las arterias coronarias, los mayores de 55, con temperamento tipo B, sufrían problemas de menor gravedad. Pero no sólo la edad cuenta. Por razones aún desconocidas algunas personas son biológicamente más vulnerables a los efectos nocivos de la hostilidad. Y esta vulnerabilidad es particularmente letal para los pacientes del corazón: el estudio demostró que aquellas personas que tenían presión alta eran cerca de trece veces más propensas a sufrir problemas cardiacos si su temperamento era hostil que aquellos hipertensos que tenían bajos niveles de hostilidad.

Lo que ahora tratan de identificar los científicos es cuáles aspectos de la personalidad hostil son más nocivos. Y ya hay algunos que sostienen que existen tres condiciones sobre las cuales se puede predecir la muerte por enfermedad coronaria: una actitud cínica, un mal carácter y un estilo agresivo. Estos tres factores, unidos, se convierten en un indicio mucho más fuerte que el más alto puntaje en la escala de hostilidad del test de personalidad. Uno de los defensores de esta teoría, el profesor Paul Costa del Centro de Investigaciones de Baltimore en los Estados Unidos, sostiene que "la clase de hostilidad que es más tóxica se aprecia en personas que son rudas, cínicas y poco colaboradoras, aunque no necesariamente estén echando humo todo el tiempo. Es la hostilidad de sangre fría la que pone a una persona en alto riesgo de enfermarse del corazón, no la de sangre caliente".

A pesar de la evidencia acumulada, algunos científicos todavía se muestran escépticos frente al tema. Uno de ellos es el propio doctor Roseman, quien asegura que los seguidores de su teoría han malinterpretado sus datos. Según él, la conclusión de su estudio no es que el comportamiento hostil pueda predecir enfermedades del corazón. Lo que demuestra, dice, es que las personas hostiles son más propensas a morir prematuramente de cualquier cosa, incluyendo el cáncer. Otros investigadores señalan que además de la hostilidad existen otros factores psicológicos involucrados en las afecciones cardiacas, como el estrés y los conflictos personales.

Pero mientras la mayoría de los investigadores debaten sobre los conflictos de la ira, otros se dedican a cuestiones más prácticas, como enseñar a las personas ciertas técnicas que ayuden a cambiar esos hábitos nocivos. Y los expertos sostienen que lo primero que debe hacerse es admitirlo. Con frecuencia la ira es producida por algo que la persona considera injusto o incompetente y antes que admitir que está invadida por un sentimiento de hostilidad, considera que su ira está plenamente justificada. Por ello, dicen, el mejor antídoto contra la hostilidad es desarrollar un corazón más indulgente y un pensamiento más razonable. Por ejemplo, si se lleva mucho tiempo esperando el ascensor y éste no llega, en lugar de empezar a encaminar la ira hacia una persona que, se imagina, lo tiene detenido sin motivo alguno en otro piso, se debe pensar en una razón lógica que pueda explicar la demora. Esto no es fácil. Pero si la alternativa es mejorar el genio o ir a la tumba, seguramente encontrará razones de sobra para mejorar su temperamento. -