EL MAL DE PARKINSON

Se experimenta en México nuevo procedimiento quirúrgico para curar la enfermedad.

7 de septiembre de 1987

El legendario boxeador Muhammad Alí ha vuelto a ser noticia de primera página en los diarios del mundo. Pero no precisamente por sus hazañas dentro del ring, sino por la ya larga pelea que desde hace cerca de cinco años sostiene contra el rival más difícil que ha tenido que enfrentar: el sindrome de Parkinson. En su lucha, Alí ha recurrido a toda clase de especialistas y tratamientos, el último de los cuales lo llevó al Centro Médico La raza, en México, donde el doctor Ignacio Madrazo practica, desde 1986, el método quirurgico más novedoso y revolucionario de cuantos se han probado para curar esta enfermedad.
A pesar de que esta operación representa la mejor y tal vez la única esperanza que tiene el boxeador de curar su mal, adquirido por los 175 mil golpes que recibió de sus adversarios durante los 20 años que pasó en el cuadrilátero, el ex campeón mundial resolvió seguir el consejo de sus médicos de no someterse al tratamiento de Madrazo, pues su enfermedad no se encuentra en un estado muy avanzado.

DE LA CABEZA A LOS PIES
Parkinson: una enfermedad cuyas causas se desconocen y cuyos síntomas no son fácilmente identificables. Se sabe sí, que es un desorden neurológico progresivo que se caracteriza por la pérdida del control muscular, siempre acompañada de temblores (especialmente en las extremidades), dificultad en el habla, fatiga extrema e imposibilidad para realizar las labores cotidianas más elementales.
La presencia de estos síntomas se debe, según los científicos, a la ausencia de "dopamina", sustancia neurotransmisora producida en ciertos núcleos nerviosos ubicados en la base del cerebro, que tienen como función la regulación de los movimientos. La ausencia de dopamina impide la transmisión nerviosa entre las células. Ocurre cuando esos grupos de células nerviosas encargadas de producirla se degeneran, sin que hasta el momento se sepa a ciencia cierta qué produce esos cambios.
Las víctimas más frecuentes son personas mayores de 50 años y, en casos excepcionales, que no suman más del 10 por ciento, jóvenes y niños. En algunos casos, los enfermos pueden padecer el síndrome por factores hereditarios, o después de sufrir golpes severos (tal como ocurre con los boxeadores); luego de enfermedades como la encefalitis, o como consecuencia de operaciones de tumores cerebrales. Sólo en este tipo de pacientes es posible identificar claramente las causas del mal, porque la mayoría son afectados por la enfermedad sin ninguna razón aparente.

PALOS DE CIEGO
A partir de su descubrimiento a comienzos del siglo pasado, son muchos los métodos que se han aplicado para tratar de curar o, por lo menos, detener el avance del síndrome de Parkinson. En la mayoría de los casos los resultados han sido poco alentadores. Durante mucho tiempo se utilizaron medicamentos poco efectivos elaborados a base de belladona. Más tarde, hacia los años 50, se desarrolló con algún éxito un método quirúrgico para destruir ciertas áreas del cerebro, especialmente algunos núcleos de la base implicados en los movimientos anormales. Pero fue solamente hasta los años 60 cuando se buscaron nuevas formas de tratamiento, después de establecer el papel de la dopamina en la enfermedad. Se utilizó entonces una sustancia conocida como "levadopa", la cual, al ser ingerida por el paciente, llega al cerebro transformada en dopamina. La administración de esta sustancia produce mejorías sustanciales en los pacientes, a tal punto que, hoy en día, combinada con otros medicamentos, sigue siendo el tratamiento más empleado. Sin embargo, y a pesar de su reconocida efectividad, la "levadopa" no representa en ningún caso la cura de la también llamada "parálisis agitante", porque produce efectos colaterales como movimientos musculares involuntarios.

LA ESPERANZA MEXICANA
Buscando métodos más efectivos y experimentando con ratas, el médico mexicano Ignacio Madrazo ha desarrollado el procedimiento más avanzado y prometedor en el tratamiento del síndrome de Parkinson.
Según el doctor Alejandro Jiménez Arango, director del Instituto Neurológico de Colombia, la operación consiste en injertar en el cerebro un trozo de la médula de la glándula suprarrenal, la cual tiene el mismo origen de las células nerviosas y además, la capacidad de producir dopamina. El implante se hace siempre en el hemisferio no dominante del cerebro del paciente, porque ese lado no controla el uso del lenguaje, lo cual es crucial preservar en caso de complicaciones en la cirugía.
La técnica utilizada por el neurocirujano mexicano consiste en abrir una cavidad en el ventrículo cerebral para colocar el injerto en el núcleo, pero dejando parte de él flotando en el líquido cefalorraquideo del ventrículo. Esto tiene un valor incalculable, pues hasta hace poco nadie podía imaginar que se pudiera realizar un implante cerebral con éxito.
Usualmente, para este tipo de cirugía, se escogen pacientes que presenten un grado muy avanzado de la enfermedad y que ya hayan probado todo tipo de tratamientos convencionales sin éxito considerable. Ninguno debe ser mayor de 60 años, pues a partir de esa edad es muy difícil que responda satisfactoriamente, aparte de que el tejido de la glándula suprarrenal, imprescindible para el injerto, se hace más escaso y difícil de encontrar.
A pesar de los éxitos, el procedimiento de Madrazo se encuentra en una fase experimental y hay quienes aseguran que otras sustancias producidas por el tejido implantado, pueden provocar algunas complicaciones como ritmo anormal en el corazón, alta presión sanguinea y otros problemas circulatorios que desaparecen sólo después de que el tejido de la corteza suprarrenal los va desechando gradualmente. A pesar de esto, si se demuestran las bondades del método, la medicina estaría entrando en una nueva era en la que, además del Parkinson, enfermedades como la epilepsia, el mal de Huntington, lesiones de la espina dorsal, y aun la esquizofrenia, podrían encontrar su cura definitiva.