EL MOSQUITO CONTRAATACA

Sólo el gobierno parece tener dudas sobre la reaparición de la fiebre amarilla

30 de marzo de 1987

De repente la fiebre amarilla resucitó. Se pensaba que había muerto de la muerte natural que mató a esas enfermedades endémicas, aniquiladas por la acción del tiempo y de los fungicidas, pero ese exterminio--que pudo resultar cierto en ottos paises--no alcanzó para Colombia donde en las últimas semanas se han conocido nuevos brotes de esta epidemia que es mortal en el campo y combatible en las ciudades.

A pesar de "un estricto no" de parte del Ministerio de Salud para hablar del apogeo de "la amarilla", SEMANA supo que, en efecto, este virus está atacando con fuerza en las zonas de Urabá, Magdalena Medio, Santander y el Darién, además de las regiones selváticas, tradicionales focos de acción del Aedes Aegypty, un mosquito que es vector de la fiebre y que tiene sus prioridades: primero ataca a los micos y después a los hombres.

Aunque la actual epidemia no tiene las proporciones (por ahora) de las amarillas que diezmaron en dos terceras partes la población de Santa Maria la Antigua del Darién en 1509; ni alcanza a la cifra de 50 muertos que dejó un brote urbano en El Socorro, Santander, en 1929; ni tampoco tiene la gravedad de la que en 1978 se presentó entre Tibú y Ocaña, en la hoya del rio Catatumbo y que con 28 victimas es la más mortal de la historia reciente, en las últimas semanas han llegado noticias ciertas de la aparicion del brote en aquellas regiones, con número de muertes no confirmado, pero que habla de por lo menos diez.

CUANDO LOS MONOS AGONIZAN
Esta enfermedad, que llegó a Colombia y Venezuela a bordo de los barcos negreros desde el Africa, sigue entrando hoy por hoy al país de la manera más moderna y, si no fuera por su dramatismo, más chistosa: un experto en salud pública dijo a SEMANA que es en el agua estancada en donde nace y se reproduce el mosquito y que se han detectado estas especies de "cunas" en los camiones que vienen desde Venezuela: "En las llantas de repuesto se hacen pequeños pozos y en esos pozos, se ha descubierto, crece el Aedes Aegypty".

Este nacimiento e ingreso al país, que suena raro, es apenas el comienzo de lo extraño que es el vector de la fiebre amarilla. Su principal curiosidad es aquella de las prioridades: primero los monos (especialmente el tití, el aullador, el ardilla, el araña, los lanudos y los capuchinos, que abundan en las zonas selváticas) y después los hombres. "Cuando en una región se empieza a notar que los micos se enferman fue porque llegó la amarilla", dice el doctor Carlos Sánchez -David, jefe de Evaluación y Calidad de los Seguros Sociales.

Después de aniquilar a la población de micos, el mosquito transmisor vuela hacia los hombres a cumplir su misma labor. En el campo es mortal porque la picazón produce nefritis, ictericia e insuficiencia hepatica, además de problemas en la función renal y en la neuromotora.

Son tantas las complicaciones y es tan letal, que para los médicos, en el interior de su humor negro, "a uno con amarilla no lo devuelve nadie".
La muerte es incombatible. Un médico, que hizo el año rural en una zona afectada, conto a SEMANA que es tan definitivo el mal, "que cuando llega un paciente amarillo a consulta, lo que hace el médico es decirle a la enfermera que vaya preparando los papeles para la autopsia porque no hay nada más que hacer".

En cambio en las ciudades, la amarilla (así se llama porque produce fiebre y porque, al afectar el hígado el paciente va adquiriendo un color amarillento), es más controlable aunque bastante aburrida: produce fiebre, dolores óseos, en una sintomatologia parecida al del dengue, pero finalmente desaparece.

VACUNA SI HAY
La experiencia colombiana en fiebre amarilla es grande. Las epidemias referidas (aquella de Santa María la Antigua del Darién en el siglo XVI, esa otra en El Socorro en 1929, etcétera...) han formado verdaderos expertos en el tema. Uno de ellos es Augusto Gast Galvis, a quien la Organización Mundial de la Salud recurrió para que ayudara en el control de la epidemia y en la fabricación de vacunas que han sido catalogadas como las mejores del mundo.

Vacunas, pues, sí existen. Pero, a diferencia de la viruela, que ha sido exterminada porque a través de fumigaciones se logró acabar con el conductor del mal, en el de la fiebre amarilla la lucha continúa en el terreno de la prevención. La aplicación de una vacuna debe ser diez días antes de que la persona vaya a la zona afectada y, según datos del Ministerio de Salud, actualmente hay en Colombia 700 mil unidades para ser utilizadas en forma inmediata y gratuita.

A pesar de la existencia de la dotación de vacunas y de que en casi todos los países del mundo la amarilla ha dejado de existir, en Colombia los focos continúan incólumes. No tanto, claro, como los que había en 1494, cuando se produjo la primera gran epidemia en América, honor que le correspondió a la que se llamaba Isla de la Española, y hoy es Haití, pero esto sigue siendo un factor de preocupación para la población que vive en zonas susceptibles a la acción del mosquito. --