LA CIGUEÑA DICE NO

Demasiado ejercicio disminuye la fertilidad de las mujeres, según reciente estudio de Harvard.

21 de marzo de 1988


Correr todas las mañanas y salir el domingo a la ciclovía no es lo más conveniente si de tener hijos se trata. Pero no porque tanta actividad física deje sin tiempo a los esposos para estar a solas, ni porque el cansancio consiguiente acabe con los arrestos de la pareja más aguerrida. La razón es que el ejercicio habitual y relativamente intenso, inhibe la capacidad reproductiva de las mujeres.

Semejante conclusión es uno de los resultados de un estudio adelantado ni más ni menos que por la Universidad de Harvard, que encontró que las atletas tienen con frecuencia ciclos menstruales irregulares y que muchas son claramente estériles en época de entrenamiento. La infertilidad, sin embargo, desaparece cuando se suspenden los entrenamientos.

El estudio, conducido por la doctora Rose Frisch, refleja el afán de los científicos por determinar con precisión los beneficios y problemas del ejercicio físico. Lo que parece hasta ahora, es que a partir de cierto punto, aumentar la actividad física no agrega mucho a la salud.

Pero no hay que alarmarse. En cualquier caso las ventajas del ejercicio son mucho más numerosas e importantes que las desventajas. El estudio, que abarcó 5.398 mujeres, encontró que entre el grupo "atleta" la incidencia de cáncer del seno, la diabetes o los cánceres del sistema reproductivo es mucho menor que entre las "no atletas".

Lo paradójico es que tanto las ventajas del ejercicio como las desventajas, tienen que ver con la misma hormona, el estrógeno. En efecto, la actividad física regular interfiere la forma como el cerebro administra, la producción de la hormona y por eso son menores las cantidades que se mezclan con el torrente sanguíneo.
En esas condiciones, la mujer tiene menos menstruaciones y sus ciclos de ovulación se hacen más espaciados. Con esas limitaciones, la capacidad para quedar embarazada se reduce enormemente.

Pero si las anteriores son las de cal, ahora vienen las de arena. Según los científicos, el nivel de estrógeno tiene mucho que ver con la susceptibilidad frente al cáncer. Como dijo la doctora Frisch al presentar la semana pasada en Boston los resultados del estudio, "el número total de períodos menstruales en la vida de una mujer parece estar directamente relacionado con su susceptibilidad al cáncer". Por eso, las "atletas" que menstruan con menor frecuencia que las que no lo son, están más lejos del cáncer. Pero además, las mujeres que hacen ejercicio producen una forma de estrógeno mucho menos activa que las de sus colegas sedentarias, lo que también se suma a su favor frente a las posibilidades de contraer la terrible enfermedad.

Pero ahí no acaba el papel de los estrógenos. Los resultados del estudio demostraron que, como regla general, las mujeres atléticas son mucho menos gordas que las que no hacen ejercicio. La grasa produce estrógeno, por lo que a más gordura, mayor nivel de estrógeno en el organismo.

Sin embargo, la conclusión más curiosa del estudio es la que tiene que ver con una especie de control natal biológico. Según explicó la doctora Frisch, el tejido graso convierte la hormona masculina andrógena en la femenina estrógena. Si una mujer tiene menos del 27% de su peso en grasa, no está en condiciones de reproducirse. La naturaleza ha dispuesto admirablemente que ninguna mujer quede esperando, si su cuerpo no tiene suficiente grasa para alimentar un feto.

Si bien ese es un efecto no buscado por las mujeres "civilizadas" que hacen ejercicio y mantienen un figura esbelta, en otras circunstancias se trata de un mecanismo de defensa del organismo. La doctora Frisch refirió que en Africa, las mujeres de los bosquimanos, quienes viven en circunstancias extremas y a dieta forzosa en el desierto de Kalaharí, no comienzan a menstruar sino hasta los 15 ó 16 años, y sólo pueden tener un promedio máximo de 4 hijos.

En cualquier caso, no deja de haber cierta lógica en el asunto. Al fin y al cabo no se puede tener todo: o un trofeo de maratón en el estante, o un bebé llorando en el cuarto de al lado.-