LENTO, PERO SEGURO

Las dietas relámpago no funcionan. Bajar de peso poco a poco es lo único saludable y efectivo.

26 de diciembre de 1988


La muerte de Cristina Onassis, producto al parecer de sucesivas y drásticas dietas, pone en evidencia los riesgos del "efecto yo-yo".

Así que si usted cree que lo sabe todo sobre las dietas y es de aquellos que cada lunes inicia una nueva, le traemos una mala noticia: la dieta milagrosa no existe. A la hora de perder kilos la única fórmula efectiva es voluntad más buenos hábitos alimentarios. Porque es tan peligroso bajar 40 kilos en dos meses como bajar y subir cuatro kilos 10 veces. Estudios recientes sobre las razones que dificultan la pérdida de peso demuestran por qué los devotos de las dietas, llámense Scardale, doctor Atkins, Mayo o proteínica, ven perdidos todos sus esfuerzos unos meses después de haber logrado, a costa de sacrificios, su anhelado objetivo. Señalan los especialistas que ciertos patrones comunes que se siguen en las dietas, no sólo hacen más difícil la pérdida de peso, sino que representan un serio peligro para la salud.

Pero no se desanime, la gente puede perder peso--y de hecho pierde-- si lo hace bajo ciertas condiciones que no afecten su salud. Lo aconsejable es pasar del boom de las dietas milagrosas a las manos del dietista; es decir, contar con un control nutricional para bajar kilos sanamente.

Cada día la moda lanza una nueva dieta; la fórmula de no consumir líquidos durante las comidas es reemplazada por aquella que ordena ingerir sólo proteínas o la que señala que deben comerse únicamente fibras. ¿Cuánto hay de verdad en esas fórmulas que prometen rebajar ocho kilos en ocho días? SEMANA le hizo esta pregunta a la nutricionista y dietista Adriana Botero Mejía, quien señaló: "Seguramente es posible bajarlos, pero el interrogante es: ¿hasta qué punto es sano hacerlo? Por otra parte, aunque sea posible lograrlo, no hay ningún tratamiento que garantice que después se va a mantener el peso logrado. De nada sirven entonces las dietas relámpago; en cambio, si se pierde peso en forma moderada y lenta, se adquiere inconscientemente una disciplina alimentaria que lleva a que una vez terminada la dieta, ya no se coma en la misma forma que antes".

Los tres grandes obstáculos de la pérdida de peso para quienes habitualmente hacen dieta son los efectos psíquicos negativos; las funestas consecuencias que tiene el perder y ganar peso repentinamente, y la desventaja de un metabolismo lento.

Para muchas personas someterse a una dieta significa empezar a sentirse culpables: ceden a la tentación y el sentimiento de culpa los desmoraliza. Sin embargo, los dietistas parten del principio de que las dietas se hicieron para romperlas y es invevitable que sus pacientes caigan en una tentación; por eso la consulta semanal al especialista se convierte muchas veces en una confesión, contrición de corazón, propósito de enmienda y una penitencia formulada por el dietista para subsanar los estragos de ese "pecado"; pero también se requiere de un gran estímulo para continuar.

A largo plazo el éxito de una dieta depende también de que se minimicen las prohibiciones. Una persona tiene más probabilidades de perder peso si, en lugar de un régimen estricto, cambia sus hábitos alimentarios y los racionaliza. Y estos cambios deben ser graduales; aprendiendo a manejar el consumo de alimentos hay también una reducción del tamaño del estómago que hace que una vez se termina la dieta, sea físicamente imposible volver a comer las mismas grandes porciones de antes. Por otra parte, la mejor dieta es aquella que no parece una dieta. Por ello los dietistas se preocupan de establecer no solo un régimen individual para cada paciente, sino que le han dicho adiós a la figura patética de una carne asada y verduras. Hoy recetas variadas y una que otra salsa ayudan a disfrazar la poco provocativa y monótona alimentación de dieta. Un paciente educado nutricionalmente puede manejar el balance de sus alimentos. De otra forma no hay posibilidad de éxito. Un régimen muy rígido acaba por hacer que cuerpo y mente se rebelen. "Las dietas son como prisiones--asegura el doctor Jane R. Hirschmann--y como los prisioneros, quienes están sometidos a una dieta tienen un sueño en común: lograr la libertad!".

En estos casos el paciente siente tal ansiedad, que sólo piensa en que la dieta termine pronto para volver a comer de todo. En un régimen lento por el contrario, inconcientemente se adquieren hábitos sanos que permitan mantener el peso deseado.

El mejor régimen es pues aquel que hace perder peso gradualmente. Sin embargo, la publicidad de ofertas que hablan de perder ocho kilos en ocho días hace que quienes se encuentran sometidos a un tratamiento en el cual sólo pierden 750 gramos por semana se sientan desilusionados cada vez que se suben a una balanza. Sin embargo, ese es el promedio ideal si se quiere lagrar el éxito, de una vez por todas.

Uno de los mayores obstáculos que enfrentan aquellas personas que hacen dietas con frecuencia, es precisamente el círculo vicioso que crea perder y ganar peso en forma constante. Comúnmente se le conoce como el "efecto del yo-yo". Este no sólo impide la pérdida de peso real, sino que puede ocasionar serios problemas de salud. Según los expertos, esos ciclos de privación de comida que son seguidos por otro ciclo en el que se come en exceso, desembocan en que la persona vuelva a ganar peso como grasa y no como músculo. Los especialistas han encontrado, además que estos frecuentes cambios de peso afectan el metabolismo; razón que explica por qué para una persona que hace dietas es más difícil perder esos kilos de más que ganarlos.

Un interesante experimento realizado en la Universidad de Pensilvania para determinar en qué forma las dietas afectan el metabolismo, demostró que en ratas obesas que habían perdido y ganado peso durante dos ciclos seguidos, en este último les tomaba el doble de tiempo quemar las mismas calorías que en el primero. Y además, ganaban peso tres veces más rápido. Aunque algunos especialistas no están tan convencidos de que haya una relación tan evidente entre las dietas y sus efectos en el metabolismo, el equipo de la Universidad de Pensilvania está seguro de que, en algunas personas al menos, sí hay ciertos cambios metabólicos.

Otro equipo de investigadores analizó a un grupo de jóvenes luchadores, que generalmente hacen dietas rápidas antes de cada encuentro, y halló que aquellos que habían perdido y ganado peso tenían tasas metabólicas significativamente más bajas que aquellos que no lo habían hecho. La pregunta es, ¿qué tanto peso puede perder y ganar una persona sin poner en peligro su salud? Una forma de romper este "efecto de yo-yo" es perder peso lentamente. Si la pérdida de peso es demasiado rápida, se puede presentar una "caida" en el metabolismo, que puede llevar al efecto contrario, es decir, ganar peso. La explicación que dan los expertos es que cuando baja el ritmo del metabolismo, el cuerpo quema pocas calorías y los alimentos engordan más de lo normal. Un metabolismo bajo es una desventaja para cualquier persona que desee hacer dieta. Algunos estudios han revelado que quienes tienen un nivel metabólico bajo, tienden a ganar más peso que aquellos con metabolismo alto. Algunos investigadores sostienen la hipótesis de que esta caída es la forma como el organismo se protege de la inanición y mantiene sus reservas de grasa; cuando se regresa a la comida normal se produce un efecto bumerán y el peso se recupera pronto. Pero eso no es lo peor, las personas que pierden peso muy rápido, pierden también fibra muscular y cuando recuperan el peso solamente recuperan grasa. Terminan no sólo con el mismo problema y más grasa!

Cuando la pérdida de peso no es muy rápida, aseguran los dietistas, hay mayores posibilidades de conservar el nuevo peso. Y para reducir el riesgo del "efecto del yo-yo" coinciden en recomendar que la pérdida de peso no supere el 1.5% del peso del cuerpo por semana.

Otro aspecto importante: el ejercicio es un crucial complemento en cualquier esfuerzo por perder peso. Durante el ejercicio, las demandas de energía del cuerpo aumentan y el metabolismo se acelera. Así, mientras el número de calorías quemadas parece ser modesto, sus efectos en el organismo pueden prolongarse durante varias horas. El ejercicio sostenido quema grasa, tonifica los músculos y, consecuentemente, el porcentaje de grasa se reduce y aumenta el de fibra muscular.

El primer mandamiento para quien honestamente desee bajar de peso es admitir que las fórmulas mágicas no existen. La dietista señala que aún en los tratamientos con drogas --que inhiben el apetito o aumentan el ritmo del metabolismo--no es posible mantener el peso obtenido. En el momento en que la droga se suspende, el organismo recupera el peso inicial, e incluso un poco más.

Lo importante es tener en cuenta que si bien el exceso de peso representa un riesgo para la salud, la obsesión permanente por las dietas y las constantes subidas y bajadas de peso también atentan contra ella. Un importante estudio del doctor Kelly Brownell, investigador de la Universidad de Pensilvania, muestra que mientras más fluctuaciones de peso se den, mayor es el riesgo de sufrir enfermedades del corazón. Brownell cita una investigación reciente de la Escuela de Salud Pública de Texas, en la cual los investigadores hicieron un seguimiento de un grupo numeroso (2.100) de hombres de mediana edad y encontraron que aquellos que habían experimentado las más dramáticas oscilaciones de peso, presentaban más altas tasas de muerte por enfermedades coronarias o infartos, que aquellos que habían aumentado de peso o simplemente mantenido un peso estable. A la luz de estos estudios, la pregunta que toda persona pasada de peso debe hacerse es si vale la pena el beneficio de perder peso frente al riesgo de una dieta fallida. La medida real del éxito para las personas que pierden peso es si simultáneamente han reducido sus riesgos de salud. Aún si usted no puede llegar a su peso "ideal", si ha reducido sus factores de riesgo (altos niveles de azúcar o colesterol y presión alta) y se siente mejor, ha ganado la batalla.--