NO HAY PEOR SORDO ...

Novedosa sustancia que regenera las células auditivas, podría curar la sordera.

14 de noviembre de 1988

¿Quién no se ha sentido aturdido al entrar a una discoteca? ¿Al escuchar el sonido estridente de una guitarra eléctrica? ¿Quién no se ha tapado los oídos al oír el atronador ruido de un taladro en medio de una calle? ¿Al escuchar el agudo sonido de unas turbinas del jet? Sonidos muy altos como éstos pueden alterar las finísimas células sensoriales del oído interno que son cruciales para oír. Estas pequeñas células -como vellos minúsculos- convierten la energía del sonido en impulsos nerviosos que a su turno son transmitidos al cerebro. Eventualmente, con la repetida exposición a sonidos altos, las células pueden destruírse por completo.
Desde hace tiempo, los investigadores piensan que los animales de sangre caliente, desde los pájaros hasta los seres humanos, no pueden desarrollar nuevas células de este tipo después del nacimiento. Una vez que se pierden, se pierden para siempre, no pueden recuperarse, lo cual deriva en sordera permanente. Sin embargo, 2 recientes estudios sobre el tema, abren una luz de esperanza y sostienen que la pérdida de esas células auditivas puede ser reversible.
Los investigadores observaron el efecto que el ruido producía en las ballenas. En uno de 105 experimentos, 8 ballenas fueron expuestas a un tono continuo de 115 decibeles -comparable al sonido de una turbina de jet- por un período de 12 horas. Entre 10 y 60 días después de su exposición al ruido, sus estructuras del oído interno fueron disecadas y examinadas.
Las disecciones hechas después de 10 días confirmaron el daño extensivo que había ocurrido en la región del oído interno que es responsable de los sonidos de alta intensidad: 70% de las células auditivas habían sido destruídas. El estudio también se hizo con pollos y en las aves, cuyos oídos se examinaron después de 60 días, por lo menos el 95% de las pequeñísimas células de esa región, se habían recuperado. La sorpresa fue grande. Lo que los investigadores esperaban encontrar era cicatrices del daño, pero no células nuevas. A raíz de este descubrimiento se desarrolló un segundo experimento, para ver si la recuperación de esas células se debía a una reparación de las células dañadas o al crecimiento de unas nuevas. Después de someter otro grupo de ballenas al mismo sonido de 115 decibeles, los científicos inyectaron una forma radioactiva de thymidine -uno de los bloques químicos que constituyen el ADN- en la corriente sanguínea de los pollos.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que el thymidine sólo sería tomado por las células que estaban haciendo nuevas copias del ADN y dividiéndose durante el crecimiento. Diez días después, cuando los oídos internos de las aves fueron examinados, se encontraron huellas de thymidine en el núcleo de las células auditivas y de las llamadas células de soporte que las rodean, lo cual indicaba que, en realidad, se había producido un crecimiento nuevo. Un grupo de aves que sirvió como control y que no fue expuesto al intenso sonido, mostró que en las células auditivas no había rastros de thymidine.
Por ahora, los investigadores sólo pueden adivinar cómo son creadas las nuevas células, pero sospechan que se originan o a partir de las células-soporte o de las células-raíz (las precursoras de las células auditivas en cuestión) que en los adultos están latentes. Los científicos creen que cuando estas células son estimuladas por el ruido o por una sustancia liberada por las células auditivas dañadas por el ruido, se dividen y se desarrolla como esas pequeñísimas células que parecen vellos diminutos. El siguiente paso será establecer con precisión cuál es realmente el tipo de célula que es estimulada y qué es lo que la estimula.
Las preguntas, entonces, son: ¿El crecimiento de nuevas células auditivas restaurará la audición? Y... ¿los descubrimientos en animales de sangre caliente como ballenas y pollos pueden aplicarse a los seres humanos? Las investigaciones, muchas veces, antes que resolver preguntas, abren interrogantes. Pero estos experimentos han demostado, por primera vez, que la restauración de esas pequeñísimas células puede ocurrir en vertebrados de sangre caliente y esto ya es un primer paso importante. Sin él, probablemente, los científicos ni siquiera se estarían haciendo preguntas al respecto.-