NO HAY QUE PASAR EL RIO

La incontinencia urinaria de los ancianos es un problema embarazoso que se puede controlar

6 de junio de 1988

El paso de los años trae inevitablemente consigo toda clase de inconvenientes y problemas.
Uno de ellos, probablemente el más embarazoso, es el de la incontinencia urinaria. Se calcula que el 11% de los hombres mayores de 65 años y el 17% de las mujeres del mismo grupo de edad la padecen. Después de muchos años de intentar convencer a las personas mayores de que existen varias terapias que pueden ayudarlas con sus problemas urinarios, los expertos se muestran preocupados porque crece el número de pacientes que las han abandonado y se han resignado a aceptar la disfunción. Urólogos, gerontólogos y otros especialistas se muestran preocupados porque muchos ancianos han llegado a creer que la incontinencia urinaria no sólo es inevitable, sino incontrolable. Y la reciente promoción de almohadillas absorbentes y pañales para adultos con diversos grados de incontinencia urinaria ha contribuido a reforzar esta creencia.

El hecho de que este tipo de ayudas haya logrado un grado de comercialización tal que permita su venta y promoción en forma tan extendida como los tradicionales pañales para bebés lleva un mensaje implicito: no hay soluciones distintas para las disfunciones urinarias de los adultos.

Sin embargo, eso no es cierto. Según los especialistas, hay muchas formas de incontinencia urinaria que pueden ser atacadas con diversas clases de terapias, incluyendo drogas, cateterización selectiva, estimulación eléctrica y cirugía. Inclusive los médicos pueden entrenar a los pacientes para fortalecer y controlar los músculos que regulan el flujo de la orina.
Las disfunciones urinarias son tratables con éxito entre el 85 y el 90% de los casos. Los médicos sostienen que este tipo de disfunción, aunque se presenta generalmente con el paso de los años, no necesariamente es un proceso normal del envejecimiento. Y ese es, precisamente, el mensaje que no han logrado entender quienes padecen incontinencia urinaria y se resignan, no sin cierto sentido de pérdida de la dignidad, al uso de pañales y almohadillas.

La incontinencia urinaria, sostienen los urólogos, no es una enfermedad. Es el sintoma de otro problema. Pero muy pocas personas con ese tipo de disfunción--cerca del 20% de la población mayor de 65 años--consultan con los especialistas. Muchos ancianos sienten verguenza con su problema, piensan que es normal y por eso no consultan. Pero, además, los médicos por lo general no se preocupan por preguntarles si padecen incontinencia, cosa que sería muy conveniente para poder tratar el problema.

Aun cuando el uso de pañales y almohadillas ayuda a ese tipo de pacientes, los especialistas considerar que las promociones de esos productos deberían incluir mensajes que indicaran a los usuarios la conveniencia de consultar con especialistas.

La incontinencia, pérdida involuntaria del control de la vejiga o el intestino, afecta principalmente a los más viejos. Pero esta condición puede se causada algunas veces por enfermedad o lesión y puede afectar a cualquier persona, independientemente de la edad o el sexo.

Un tipo de incontinencia muy común en la mujer es aquella que se produce por presión del estómago sobre la vejiga cuando la persona se ríe, tose o se pone de pie muy rápidamente. Hay otras manifestaciones del problema como cuando se presenta una apremiante e incontrolable necesidad de orinar, o la incontinencia refleja, que es la condición en la cual la persona no se percata de la necesidad de ir al baño, porque el cerebro no capta la señal de que la vejiga está llena.

El fisico terror que experimentan las personas con incontinencia de pasar una verguenza en público, las vuelve introvertidas, poco sociables y, por regla general, las confina a los límites de sus propios hogares. En los Estados Unidos, por ejemplo, una de las principales razones para ingresar a los centros de ancianos es, precisamente, la incontinencia, al lado de la incapacidad física y la demencia senil.
Cerca del 55% de los residentes de los albergues para personas ancianas padecen incontinencia urinaria crónica mientras el 25% tiene incontinencia intestinal. Y se calcula que una tercera parte del presupuesto de 24 mil millones de dólares que se aporta a los centros de atención para ancianos va para el cuidado de pacientes con este tipo de disfunciones.

Mientras ciertos cambios asociados con la edad, como el estrechamiento de la vejiga y el debilitamiento de los músculos, pueden contribuir a desarrollar esa condición, hay tratamientos que pueden contrarrestar el problema.
La cirugia puede curar la incontinencia por medio de la reubicación de la vejiga caída o removiendo posibles obstrucciones de los conductos. En algunos casos, los médicos pueden implantar un esfinter artificial para remplazar esa especie de pequeño músculo circular que cierra el final del cuello de la vejiga. Por otra parte, muchos pacientes pueden ser entrenados para recuperar la fortaleza de los músculos que controlan la vejiga y las válvulas que intervienen en el proceso. También se utilizan métodos de biofeedback mediante los cuales los médicos ponen dispositivos para medir la presión en el recto y la vagina, lo cual ayuda a los pacientes en el entrenamiento de sus músculos.
Cuando los pacientes intentan primero controlar directamente el esfinter urinario, frecuentemente presionan los músculos del estómago hacia abajo, lo cual, a su vez, presiona la vejiga y hace que se produzca flujo de orina.
Por eso los pacientes tienen que aprender que controlando el esfinter rectal también se contrae su contraparte urinaria. En tres sesiones de una hora cada una, se puede aprender a fortalecer la contracción necesaria del esfínter y a sostenerla. Una vez que se aprende cómo hacerlo, si se anticipa una risa o la tos, se puede contraer el esfínter de antemano y así evitar el escape de orina.

Pero además de la cirugia y el entrenamiento por biofeebdack, hay otros tratamientos que incluyen estimulación eléctrica que ejercita y fortalece tanto la vejiga como el esfínter y drogas que aumentan la resistencia de este último y disminuyen la contractibilidad, de la vejiga.

La edad trae sus achaques. Es inevitable. Pero también hay que saber que algunos de ellos, como la incontinencia urinaria, pueden controlarse y evitarse en la mayoría de los casos.
En cuestión de saberlo y de acudir al especialista en busca de ayuda. --