SIDA: LA PUNTA DEL "ICEBERG"

La epidemia crece en Colombia más de lo esperado

12 de octubre de 1987

Hace algunos meses se comparó el crecimiento del número de los contagiados de SIDA con aquel cuento del grano de arroz y el tablero de ajedrez. Muchas personas pensaron, entonces, que se trataba de una exageración. No podía ser, pensaban, que el número de seropositivos (personas portadoras del virus) se duplicara en períodos de 4 y 6 meses.
Por eso, las cifras recientemente reveladas por el Ministerio de Salud aterraron a más de uno. De los 59 casos confirmados que constituían el dato oficial a abril de este año, se ha pasado a 153. Las cifras que se daban como un mero marco de referencia han resultado ser abrumadoramente precisas. El salto no sólo ha resultado sorprendente, sino sorprendentemente peligroso.
Pero a pesar de lo dramático que puedan parecer las cifras, no son más que un pálido reflejo de la realidad verdadera, pues precisamente uno de los problemas con que tropiezan los organismos que deben lidiar con el SIDA es que las características mismas de la enfermedad, hacen que los datos estadísticos tengan una confiabilidad relativa.
El SIDA tiene la connotación de ser una enfermedad de trasmisión sexual, que tiene su mayor presa en los homosexuales, lo cual hace que en una enorme cantidad de casos no se reporte, bien sea por presión de la familia del paciente o por una mal entendida reserva del médico. Lo triste del caso es que es posible, y aun común, que se contraiga por otros medios, como por la transfusión de sangre contaminada.
LA CARA OCULTA
Sin embargo, no es esa la única razón para que las estadísticas del SIDA reflejen tan pálidamente la verdadera situación. El problema es que nadie se muere de SIDA, propiamente, sino de las enfermedades que sobrevienen al individuo por la inexistencia de defensas orgánicas. De esa forma, no son pocos los enfermos que llegan a un hospital con alguna de las llamadas "enfermedades oportunistas", y fallecen antes de que quienes los hayan tratado hayan podido determinar que el origen real del mal era el SIDA.
Por esa indeterminación, se compara la epidemia del SIDA con un "iceberg", del que solamente se puede ver la punta.
A medida que las posibilidades técnicas y científicas de los países son mayores, la precisión de las estadísticas también lo es. No obstante, los cálculos matemáticos que ha hecho la Organización Mundial de la Salud no son halagueños ni siquiera para los países más desarrollados. La OMS estima que el número de los casos reportados no es más que del 2 al 15% del número real de infectados. En los Estados Unidos, por ejemplo, se habla de que los casos reportados se acercan al 15%, dados los extraordinarios recursos de que se dispone para el registro de la epidemia. En cambio, en países como Colombia, ese número está más por el lado del 2%, pues no sólo los medios científicos son pobres, sino que por razones culturales la gente tiende más a ocultar el problema. Esto sin contar con las personas que mueren sin siquiera haber tenido acceso a tratamiento médico.
De estas consideraciones debe concluirse que el número de los contaminados en Colombia, aproximado desde luego, es el resultado de aplicar una sencilla regla de tres: si 153 casos (la punta del "iceberg") son el 2%, ¿cuánto será el 100%? El resultado es alarmante sobre todo si se tiene en cuenta que es una aproximación muy por lo bajo: 7.650 casos. Ese número correspondería al total de las personas que se encuentran contaminadas con el virus y abarcaría no sólo los casos documentados, sino también los seropositivos, o portadores asintomáticos, lo mismo que a quienes sufren las enfermedades oportunistas sin que estén reportadas como SIDA.
La Organización Mundial de la Salud ha determinado que los casos de enfermedades oportunistas están entre el 20 y el 25 por ciento de los casos totales, y el Ministerio de Salud estima que en Colombia el porcentaje debe ser el más alto. Así, en los hospitales y clínicas de Colombia, en los puestos de salud, o simplemente muriendo en sus casas, puede haber más de 1.900 personas que sufren de alguna de las manifestaciones del SIDA, cuyos casos no han llegado a las autoridades. Con ellas, se completa el "iceberg" del SIDA en el país.
AUTODEFENSA CONTRA EL SIDA
Por lo que se ve, y por lo que se presume, la situación del SIDA en Colombia parece seguir un patrón trágicamente parecido al que ha seguido en otros países. El doctor Manuel Guillermo Gacharná, director de Epidemiología del Ministerio de Salud, informó a SEMANA que los estudios que ese despacho adelanta para determinar el perfil de diseminación de la enfermedad en el país, han detectado en 4 ciudades focos de prostitución femenina en los que la incidencia de contaminación está entre el 2 y el 6% con lo que las puertas están abiertas para el contagio de la población heterosexual. "Además, ya hay en Colombia hasta casos de niños hemofílicos contaminados por transfusiones, aunque hay que aclarar que se contagiaron fuera del país. Pero pronto estaremos ante la proliferación de niños contagiados por sus madres en el embarazo, ante la evidencia de que el SIDA ha aparecido entre las prostitutas".
Ante la magnitud del problema potencial que tiene el país, los esfuerzos, según Gacharná, no pueden limitarse al sector oficial: "Sería un paso importante establecer una especie de fondo contra el SIDA en el que la empresa privada aportara recursos que pudieran aunarse con los del Estado". Por lo pronto, el Ministerio anunció que puede considerarse que el personal médico y paramédico está suficientemente informado sobre las características de la epidemia. Pero eso no es suficiente. El doctor Gacharná afirma que: "El problema es de la sociedad completa; la medicina solamente puede llegar a hacer el diagnóstico, tratar de encontrar una cura y prevenir sobre la necesidad de un cambio radical en las costumbres sexuales. Pero más allá de eso, hay necesidad de que el resto de los científicos sociales, como los sicólogos, los sociólogos, los antropólogos, los comunicadores sociales, pongan su parte en el esfuerzo. Hay necesidad, por ejemplo, de que la comunidad se organice a todos los niveles, que se formen núcleos de información, con la ayuda de los centros de salud, por ejemplo, en las parroquias, en las asociaciones de padres de familia, en los sindicatos, etc. No hay que dudarlo un segundo, pues una comunidad que no se organice, se está dejando tomar ventaja del problema".
Actualmente, el Ministerio está asesorando la presentación de un proyecto de ley que exima de impuesto la importación de los elementos relacionados con la lucha contra el SIDA, incluída la única droga que hasta ahora se conoce que, aunque no cura definitivamente la enfermedad, estabiliza al individuo por algún tiempo. Se trata de la Azidotimidina (AZT), cuyo costo constituye su mayor inconveniente, pues el tratamiento de un solo enfermo por año llega hasta 10 mil dólares, es decir, más de 2 millones 500 mil pesos.
No está, pues, cerrado el capítulo del SIDA en Colombia, y las noticias tienden a ser peores cada vez. Lo que preocupa a muchos observadores es que el país se pueda quedar corto en su evaluación del problema y que el "iceberg" sea más grande de lo que se supone.

LA ESPERANZA EN LO ULTIMO...
Existe un aspecto crucial en la epidemia del SIDA, y es el porcentaje de contaminados que desarrollarán el síndrome. Como se sabe, hasta ahora no todas las personas que llevan el virus en su sangre tienen síntomas de la enfermedad, y pueden llevarlo durante años aún sin saberlo.
Los datos más recientes resultan preocupantes, pues indican que el virus resultará mortal en una proporción mucho más alta que lo que muchos expertos esperaban hasta ahora. Al menos en privado, muchos expertos de Estados Unidos han comenzado a sostener que con el tiempo, tal vez veinte años o aún más, virtualmente todas las personas infectadas por el virus desarrollarán el SIDA. Para esta afirmación, a veces inclusive influye el deseo, expreso o tácito, de que se ponga una mayor atención al problema. Por el otro lado, están los expertos que afirman que una proporción significativa de los infectados nunca desarrollarán el SIDA, para lo que se basan, entre otras cosas, en que las enfermedades infecciosas casi nunca matan a todas sus víctimas. Y finalmente, está el amplio grupo de médicos que piensan que su responsabilidad es mantener vivas las esperanzas de sus pacientes mientras exista una base razonable para ello.
El problema es que la enfermedad solamente fue identificada en 1981, y eso supone un tiempo demasiado corto, pero a medida que pasan los años, cada vez se presentan más "seropositivos" que comienzan a mostrar deficiencia en su sistema inmunológico.
La posición oficial en Estados Unidos ha sido hasta ahora que del 20 al 30% de los infectados desarrollarán el SIDA en los próximos 5 años. Más allá, están las tinieblas exteriores.
Los mejores medios de que se dispone para determinar la incidencia de la enfermedad entre los infectados son las muestras de sangre provenientes de un grupo de homosexuales que se ofrecieron en los años 70 para unos estudios sobre la hepatitis B. Usando la prueba del SIDA (Elisa) sobre esas muestras, los científicos han podido determinar la época aproximada en que los pacientes resultaron infectados por el virus. Los resultados han sido alarmantes. En un estudio publicado en junio, de 155 hombres involucrados en la prueba, luego de 5 años e infección, el 15% tenía SIDA; luego de 6 años, el porcentaje era del 24%; a los 7 años, del 33%. A los 88 meses, el porcentaje era de 36%. Si los números continúan su escalada, virtualmente todos los hombres del estudio desarrollarán el SIDA. Sin embargo, queda por verse si la rata de la progresión en el grupo homosexual es el mismo que en otros, dadas, entre otras cosas, las diferencias de costumbres y particularmente la promiscuidad, que harían que en ese grupo las defensas biológicas fueran inferiores.
El hecho mismo de que algunas personas desarrollen el sídrome con años de diferencia respecto de otras, es de una importancia definitiva. Al respecto, el doctor Richard Kaslow. director de un estudio que tiene lugar en el Instituto Nacional de Alergias y enfermedades infecciosas en Estados Unidos, dice que "si algunas personas desarrollan el SIDA 3 años después de ser infectadas, y otras se demoran 10, debe haber algo tan importante que signifique 7 años de diferencia. Si podemos distinguir ese algo posiblemente podremos usarlo para intervenir en el proceso y al menos retrasar la enfermedad, lo que puede ser crucial para muchos pacientes".
En todo caso, las palabras del director del programa del SIDA de la Organización Mundial de la Salud, doctor Tomas Mann, resultan sabias: "A pesar de que los datos sobre la progresión del SIDA no son optimistas, no es justificable, en ausencia de pruebas definitivas, igualar un test positivo para el virus del SIDA, con una sentencia de muerte. En el caso del SIDA, podemos todavía dejar espacio para la esperanza".