SIN PASAR BOCADO

La obsesión por adelgazar ha generado una peligrosa fobia: el pavor a los alimentos sólidos.

7 de mayo de 1990


Está visto que para adelgazar la gente recurre a todo lo imaginable. Dentro de las miles de fórmulas "infalibles" que a diario aparecen, están las dietas líquidas. Ya sea a base de agua, jugos, caldos e infusiones, o de una especie de leches malteadas de diferentes sabores, que supuestamente llenan todos los requerimientos nutricionales del organismo y dan la sensación de saciedad. Con este tipo de dietas son muchos los obesos que han llegado a perder hasta 50 kilos en 10 meses. Sin embargo, la felicidad por lograr semejante hazaña puede producir, paralelamente y casi sin darse cuenta, una peligrosa fobia: el terror por los alimentos sólidos.
Aunque algunas fórmulas liquidas se basan en proteinas altamente nutricionales, la indicación médica es que éstas sólo pueden reemplazar una de las comidas diarias y no deben sostenerse por un tiempo muy prolongado. Según algunos reportes médicos, los seguidores espontáneos de las dietas hídricas, una vez han logrado quitar se los kilos de encima, empiezan a desarrollar esa extraña aversión. Incluso algunas personas llegan al convencimiento de que volver a probar un alimento sólido sería como caer en una adicción. Están seguros de que después del primer bocado no podrían parar de comer. Este auge por las dietas líquidas y la "fobia a lo sólido" han puesto en alerta amarilla a las autoridades médicas.
El diseño de nuevas fórmulas para el tratamiento de la obesidad, y los sorprendentes resultados que pueden obtenerse, han dado lugar a que muchas personas asuman el régimen por su cuenta, con un grave peligro para la salud. A los que sólo consumen arroz y piña, los que han abolido la carne de sus menús y aquellos que viven a base de salvado y nueces, se han sumado ahora los adictos a los líquidos. Y las recomendaciones de una supervisión médica no sólo van para quienes la necesidad de perder peso está relacionada con problemas médicos. Si la obesidad y el exceso de kilos son una amenaza para la salud, también es cierto que un rápido adelgazamiento tiene sus riesgos y puede llevar a cambios fisiológicos graves, como la pérdida de proteínas y fluidos del organismo, que pueden afectar seriamente el hígado y el corazón. Pero una cosa dicen los especialistas y otra los pacientes. Además, en la última década, la obsesión por bajar de peso ha generado toda una industria del adelgazamiento, cuya publicidad muestra asesores de bata blanca y estadísticas felices, sin que existan estudios serios e independientes a largo plazo que den un piso científico a tantas promesas.
Un estudio que ha venido adelantándose desde hace varios años en los Estados Unidos ha demostrado que el 98% de todas aquellas personas que hacen dietas drásticas recuperan su peso en cinco años. A pesar de los sorprendentes resultados obtenidos ante la balanza, esa abstinencia puede activar demonios fisiológicos y sicológicos que deriven en verdaderas fobias a los alimentos "engordadores" o,lo que es más grave para quienes no quieren recuperar peso, desarrollar severas necesidades de azúcares y grasas. Estudios recientes adelantados con pacientes que han seguido dietas drásticas con un reducido espectro de posibilidades alimentarias, señalan que esas necesidades de "lo prohibido" se vuelven tan incontrolables, que las personas desarrollan fantasías acerca de comer "de todo". Y cuando irremediablemente caen en la tentación, lo hacen con tal avidez que recuperan rapidámente el peso perdido. Y a los problemas fisiológicos que se generan de un régimen draconiano, se agrega entonces una gran frustración que, según los estudios médicos, tiene fuertes repercusiones sicológicas.
Al parecer lo único que se logra en este proceso de hacer dietas sin control médico y sin buscar un mejoramiento de los hábitos alimentarios, es pasar de un extremo al otro. De comer de todo a no probar bocado. Las dietas líquidas, al igual que el consumo de alimentos ricos en fibra, o el conteo de calorías, son ayudas saludables mientras no se caiga en excesos. Legiones de anoréxicos de muestran que la obsesión por la pérdida de peso puede llevar a extremos insospechados. Y lo más grave de todo es que, según algunos estudios, un drogadicto tiene más posibilidades de recuperarse que un adicto a las dietas. Personas que sienten verdadera obsesión por lo que deben o no deben comer y cuya estabilidad física y emocional depende de una fórmula, han llegado a concluir que la pérdida de peso sólo puede llevarse con un apoyo sicológico a largo plazo.
Comer mientras se mantiene un régimen de adelgazamiento requiere una nueva actitud hacia la comida. Los períodos oscilantes entre festines alimentarios y hambre, sólo pueden evitarse mediante una modificación del comportamiento a través de la educación nutricional. Si una dieta soluciona momentáneamente el problema de sobrepeso, la pérdida acelerada no ofrece posibilidad de aprender a modificar los hábitos alimentarios. Y una cosa es quitarse unos kilos de encima y otra muy diferente terminar de una vez por todas con la angustia de engordar. La realidad confirma que mientras no se modifiquen los hábitos alimentarios erróneos, la obesidad es una amenaza. "La clave no está en dejar de comer sino en aprender a hacerlo", señalan los especialistas. Sólo una, actitud racional hacia la comida puede hacer que un régimen de pérdida de peso sea efectivo y no un espejismo pasajero o, en el peor de los casos, el origen de una peligrosa fobia.