SONRIA, POR FAVOR

Las expresiones faciales contribuyen a crear las emociones que representan.

11 de diciembre de 1989

Poner cara de circunstancia o sonreír ampliamente produce los sentimientos que tales expresiones representan. Esto es, al menos lo que dice una teoría sobre la forma como se producen las emociones. Aunque parece nueva, esta hipótesis se ha elaborado sobre ideas propuestas hace más de un siglo por Charles Darwin y el sicólogo y filósofo William James. Y sostiene que las expresiones faciales no son solamente los signos visibles de las emociones, sino algo más: contribuyen a crear el sentimiento mismo. Pero, ojo, la teoría no propone, como pareciera, que las expresiones faciales o los gestos son más importantes que los pensamientos o recuerdos que provocan emociones. Lo que se afirma es que la expresión facial puede ser causa ella misma de emociones.
Esta teoría ha ido ganando terreno gradualmente en la última década entre los sicólogos, especialmente porque se ha adelantado una serie de investigaciones que demuestran que si a las personas se las induce para poner los músculos faciales de una cierta forma, de tal manera que reproduzcan el patrón de una emoción dada es posible provocar ese sentimiento. Por otro lado, otros investigadores han logrado demostrar que las expresiones faciales afectan la temperatura de la sangre que irriga el cerebro, la cual de alguna manera posiblemente es un mecanismo para regular las emociones.
Para no ir muy lejos, lo que se sugiere no es que poner cara de felicidad puede levantarle el ánimo a alguien que se siente llevado del diablo. Tampoco es para tanto. Los efectos de las expresiones faciales se ven como algo modesto, pero de todas maneras se cree que pueden influenciar el estado de ánimo. Sin embargo, aún hay interrogantes por resolver y los investigadores se preguntan sobre los mecánismos sicológicos que intervienen en estos procesos y la importancia que este fenómeno tiene en la vida emocional de las personas.
No se trata de afirmar que los estados de ánimo se deban a cambios en los músculos de la cara, sólo que cambios en la expresión facial pueden conducir a cambios de ánimo. Y eso ya es bastante. La teoría sostiene que cuando ciertos músculos de la cara se relajan o se tensionan, hacen subir o bajar la temperatura de la sangre que fluye hacia el cerebro, y que esos cambios de temperatura afectan los centros de la actividad cerebral que regulan las emociones.
El vínculo entre la expresión y la emoción fue demostrado recientemente por un equipo de investigadores de la Universidad de Clark en Worcester (Massachusetts).En el estudio se involucró un grupo de voluntarios a quienes se les pidió seguir ciertas instrucciones. Por ejemplo, en el caso, para inspirar temor se les ordenó que alzaran las cejas y abriera desmesuradamente los ojos. Se les ordenó también echar la cabeza hacia atrás y contraer un poco las mejillas relajar la boca y dejarla colgar un poco. Instrucciones similares se le dieron para simular angustia, ira, disgusto, tristeza. Pero a los voluntarios no se les dijo que estaban formando parte de un estudio para medir emociones ni se les dijo que lo que se les pedía era hacer mímica de ciertas emociones. Lo increíble fue que la mayoría acabó sintiendo las emociones que reflejaban sus gestos faciales. En otro estudio, investigadores alemanes lograron inducir sentimientos de felicidad en personas a quienes pusieron a sostener lápices con los dientes, imitando una sonrisa.
Como si fuera poco, en 1984 un estudio realizado en la facultad de medicina de la Universidad de California, en San Francisco, demostró que cuando las personas hacen mímica de diferentes expresiones emocionales, sus cuerpos producen distintos patrones sicológicos, como cambios en el ritmo de la respiración y del corazón, según las distintas emociones. Todos estos descubrimientos han revivido un viejo debate sobre la mecánica de la vida emocional, cuyas raices fueron trazadas por Darwin, quien publicó un tratado sobre la expresión facial y las emociones en 1872. Darwin afirmó entonces que las expresiones faciales jugaban un papel importante en la inducción de sentimientos. El mayor soporte que recibió esta teoría se lo dio William James en 1884. Pero con el tiempo los sicólogos la rechazaron, pues sostenían que las emociones se derivan de pensamientos y que las expresiones faciales son el resultado final de los sentimientos y no su causa.
Ahora la vieja teoría está echando nuevos brotes y uno de sus defensores, el doctor Robert Zajonc, sostiene que depende del hecho de que todos los procesos bioquímicos del organismo cambian sus ritmos a medida que cambia la temperatura en la región cercana del cuerpo. Esto incluye la actividad de las neuronas y los neurotransmisores, que son los mensajeros químicos del cerebro.
La arteria carótida interna, que aporta el principal suministro de sangre al cerebro, fluye a través del seno cavernoso. Esta parte del seno está ligada con venas de la cara. Cuando los músculos faciales se contraen,el flujo sanguineo del seno cavernoso cambia. Este, a su vez, eleva o disminuye la temperatura del flujo sanguíneo que va al cerebro, particularmente al hipotálamo, una estructura que regula tanto la emoción como las reacciones del cuerpo al calor o al frío. Por ejemplo, una sonrisa tensiona los músculos, principalmente de las mejillas, y mientras más amplia sea la sonrisa, los músculos se tensionan más. Esto, a su vez, tiende a disminuir el flujo de sangre hacia el seno cavernoso, lo cual determina una baja de temperatura de la sangre que va al cerebro. En resumen, esto es lo que sostiene la teoría.
Según el doctor Zajonc, "el hipotálamo está profundamente implicado en la vida emocional. Pero también regula la temperatura tanto del cerebro como del organismo. Su doble papel se indica, por ejemplo, por su participación en el temblor que ocurre tanto cuando hay miedo como cuando se siente frío, o cuando se suda en estados fuertes de ansiedad o excitación, lo mismo que como una reacción al exceso de calor". Zajonc afirma que, según una serie de estudios, el aumento de la temperatura en el cerebro causa sentimientos desagradables, mientras que la disminución produce unos más placenteros.
A pesar de estas conclusiones, aún hay mucho por averiguar y no todos los científicos se sienten tan eufóricos al respecto. Para muchos, no hay soporte anatómico para esas teorías. Mientras se obtiene más evidencia,lo único cierto es que los descubrimientos de Zajonc resultan muy creativos y bastante esperanzadores. Pues si sonriendo se siente la persona feliz, aunque no haya motivos suficientes para ello, no sobra ensayar la mejor de las sonrisas para exorcizar los malos humores.