SPIKE, EL COQUICIDA

En forma clandestina, el gobierno americano cultiva coca en busca de herbicidas efectivos.

18 de julio de 1988

Que los gringos estén dándole un nuevo enfoque al problema de la droga y estén comenzando a aceptar que la "raíz de todos los males" no está por fuera de sus fronteras, es algo que parece ser solamente un propósito de la enmienda. Porque lo cierto es que siguen buscando el ahogado río arriba. Al menos es lo que se desprende de revelaciones hechas hace pocos días, en The New York Times.
Científicos agrícolas oficiales están cultivando coca secretamente en un complejo agrario gubernamental cerca de Washington. El cultivo forma parte de un esfuerzo intensivo para encontrar medios efectivos para erradicar los cultivos en los países productores. La existencia de este proyecto se había mantenido en secreto, según los científicos, porque temían que los narcotraficantes constituyeran una amenaza para el programa y el personal involucrado en él. Por otra parte, dado que los objetivos del Departamento de Agricultura son fundamentalmente desarrollo de cosechas y distribución de alimentos, había reservas con respecto a las críticas que podrían derivarse de su vinculación con las campañas antidroga, no contempladas en las funciones específicas del Departamento.
El proyecto clandestino constituye un reto para los científicos que intentan encontrar medios químicos o biológicos confiables, para destruir los campos de coca en los países de América Latina donde su cultivo es intensivo, como Perú, Bolivia y Colombia. Por ahora, el producto más prometedor parece ser un herbicida producido por la firma Eli Lilly & Co., que se comercializa bajo el nombre de Spike (espiga).
Los planes de la administración Reagan pretenden la producción de , pequeñas píldoras del herbicida para ser esparcidas desde aviones sobre los cultivos en los países que acepten el experimento. La operación debe ser realizada por contratistas privados con la asesoría técnica de los funcionarios oficiales norteamericanos. El gobierno norteamericano está realizando actualmente experimentos similares en países que cultivan amapo la y marihuana, y ya tiene un acuerdo con el Perú para realizar una prueba con el Spike.
Sin embargo, estas noticias alborotaron el avispero entre grupos de defensa ambiental, que han condenado el hecho de que el proyecto se haya adelantado en forma clandestina y que han expresado su preocupación por las posibles secuelas negativas que el herbicida pueda tener en la agricultura y posiblemente en la salud y vida humanas. Muchos ecologistas han afirmado que es posible que el Spike y otros herbicidas similares no sólo destruyan su objetivo, sino otras especies vegetales y que, bajo ciertas circunstancias, amenacen la vida de animales y personas.
Pero la administración Reagan analiza el programa en Perú como el comienzo de un inmenso esfuerzo para erradicar los cultivos de coca, que incluye también proyectos de nuevas leyes antidroga.

UNA RENUNCIA: LA CLAVE
El plan secreto comenzó hace dos años. Uno de los investigadores estuvo de acuerdo hace poco en mostrarle a un reportero los experimentos, incluyendo el laboratorio de procesamiento de cocaína, a cambio de que no revelara el lugar donde se adelantaba ni las agencias del gobierno involucradas en él. Sin embargo, se conocieron algunos detalles claves hace poco, cuando el antiguo director de proyecto, Walter Gentner, dijo a lo medios de comunicación que había renunciado el 22 de abril, para protestar contra lo que él consideraba una falla del Departamento de Agricultura y del Departamento de Estado en el examen adecuado del impacto ambiental del herbicida sobre inmensas áreas de tierra de la selva y la sabana tropicales. "Obviamente -afirmó Gentner- esto constituía una amenaza mayor que la que pretendían combatir".
No acababa de hacer estas declaraciones Gentner, cuando saltó a la palestra un funcionario de la división de Asuntos Internacionales de Droga de Departamento de Estado, Eric Rosenquist, y afirmó que Gentner "siempre había sido muy conservador con respecto al uso de herbicida para erradicar la coca". Pero Gentner negó esta "acusacion" y afirmó que "uno tiene que tener en cuenta lo que pueden causar los herbicidas en aquellos países en donde van a ser utilizados". Pero lo que principalmente parece preocupar a los investigadores del proyecto es la efectividad del herbicida frente a la coca y no las consecuencias que éste pueda traer para el medio ambiente. Sin embargo, se defienden diciendo que corresponde a la Agencia de Protección Ambiental hacer una evaluación del impacto ecológico del producto que ellos han encontrado efectivo para lograr el objetivo propuesto. Como respuesta, un vocero de la Agencia de Protección Ambiental ha dicho que esa afirmación es falsa y que "no es nuestro trabajo acreditar el uso de un herbicida en otros países o en ambientes que no han sido registrados por el productor". Y para rematar, Albert Meyerhoff, el abogado de una organización privada para la protección del medio ambiente, dice que "no se puede chequear un proyecto que se adelanta en la clandestinidad"

LAS SEMILLAS
El cultivo de varios cientos de matas de coca para el proyecto, se hizo con semillas de cuatro variedades traídas de América Latina en las valijas diplomáticas. Los investigadores descubrieron que un herbicida que mata una variedad, puede no ser efectivo para otra.
Los métodos de erradicación tanto biológicos como químicos han sido investigados, pero no han podido ser identificados ni enfermedades de la planta, ni insectos que la ataquen. El énfasis se ha puesto en los herbicidas; se han ensayado más de 100 productos, pero menos de una docena han probado ser efectivos contra la coca. "No tratamos de inventar nuestro propio herbicida -dijo uno de los investigadores. No podíamos competir con las grandes compañías químicas en ese sentido. Pero podíamos probar sus herbicidas en diferentes formas y en combinación con otros ingredientes, que era algo que ellas no podían hacer". De hecho, el herbicida más efectivo contra la coca que se ha encontrado es el tebuthurion, comercializado con el nombre de Spike. Está registrado para uso en los Estados Unidos para control de malezas, especialmente en las líneas del ferrocarril.
El membrete del producto dice: "Para control de la vegetación en zonas que no sean de cultivo".
Después de la aplicación del Spike la lluvia permite que el suelo lo absorba; entra por las raíces de la planta e inhibe la fotosintesis. Su acción por los residuos que quedan en el suelo puede prolongarse por años. El programa acordado con el Perú intenta no solamente probar su efectividad, sino también su impacto sobre la fauna y la flora de la región. Sin embargo, la compañía que fabrica el producto, la Lilly, anunció que no lo venderá al gobierno para la utilización en los cultivos de coca. Los argumentos: "Hay razones políticas y prácticas para no hacerlo y la compañía no sólo no ha hecho pruebas con Spike en la coca, sino que tampoco lo haría bajo las actuales circunstancias en Perú".
El Departamento de Estado ha dicho que la negativa de la Lilly se debe a que la compañía ha sido intimidada por la posibilidad de que los capos de la droga tomen represalias contra empleados de la compañía o las operaciones en Suramérica. Sin embargo expertos en la materia sostienen que las cosas no son así de simples y que la compañía no quiere arriesgar su prestigio ni enfrentarse a eventuales demandas por daño ecológico. Al fin y al cabo, en el producto se especifica que no debe utilizarse en áreas de cultivo, precisamente porque su acción residual deja inutilizadas las tierras para sembrar durante años.
Gentner estima que un campo promedio de cultivo de coca tiene tanto como 300 especies vegetales que crecen cerca. "¿ Cuál es la vulnerabilidad de esas plantas frente al herbicida? ¿Podemos asumir el riesgo de acabarlas? Pienso que no", afirmó Gentner. Por otra parte, algunos expertos sostuvieron que no se puede estar seguro, después de esparcido el herbicida, de que los campesinos puedan cultivar productos legales. "Es una política torpe, corta de visión", aseguraron. Teniendo en cuenta que en los Estados Unidos, a comienzos de los 80, se suspendieron programas para erradicar cultivos de marihuana, precisamente por las reservas surgidas sobre el negativo impacto ambiental, no tendría sentido -sostienen quienes se oponen al uso de pesticidas y herbicidas- exportar políticas que atentan contra la salud ambiental y que han sido proscritas internamente.
El Departamento de Estado aseguró que las objeciones expresadas son exageradas y que el plan contempla indemnizaciones para cultivos legítimos, al mismo tiempo que afirmó que el herbicida no inutiliza la tierra para la agricultura. La polémica, pues, está abierta. Pero resulta claro que, hoy por hoy, al menos en Colombia, las autoridades tienen un enfoque diferente del problema de la droga. En general, los programas de erradicación de cultivos no han tenido todo el éxito esperado y en ocasiones el remedio ha resultado peor que la enfermedad.