¿TAN SOLO MENTIRAS?

Según recientes investigaciones, mentir ocasionalmente es bueno, pero hacerlo siempre es un mal síntoma.

27 de junio de 1988

"Pinocho", el archiconocido cuento infantil de Collodi tocó el tema. Cada vez que el famoso muñequito de madera decía una mentira, la nariz le crecía y le crecía. Era la manera caricaturesca de estigmatizar la mentira, por muchos años considerada como indicio de una personalidad con problemas.
El paso de los años, sin embargo, ha venido a darle a la mentira un puesto en la sociedad, en el sentido de que se la considera una especie de lubricante de la vida en comunidad. Pero tampoco es todo lo normal que pudiera pensarse, ni puede aceptarse, así como así, como un mecanismo de adaptación más de la vida social. Psiquiatras y psicólogos han venido estudiando el fenómeno desde hace años para determinar cuándo se vuelve destructiva y cuál tipo de problema mental puede tipificar.
La Revista Americana de Psiquiatría en un artículo reciente llama la atención sobre el hecho de que la mentira no ha sido considerada como un tópico de seria investigación psiquiátrica, y revela resultados de los primeros intentos sistemáticos de entender el papel que juega la mentira en la vida diaria y en problemas psiquiátricos específicos.
Los psicólogos que están estudiando cómo y por qué los niños aprenden a mentir, han encontrado que ciertas mentiras desempeñan un rol positivo en el desarrollo emocional infantil. Por ejemplo, la primera mentira exitosa de un niño, es vista por algunos investigadores como un hito positivo del desarrollo mental. Pero hay quienes consideran que es demasiado pragmático tomar gratuitamente la ocurrencia de la mentira en la vida diaria, como un recurso más de la adaptación social. Un estudio encontró que, por ejemplo, los adultos mienten o admiten hacerlo, en promedio, 13 veces a la semana. "Mentir es tan normal como parte del crecimiento y desarrollo mental, como decir la verdad", dice Arnold Goldberg, un psiquiatra de la Escuela Médica Rush de Chicago. Y añade: "La habilidad de mentir es un logro humano una de esas habilidades que tienden a separar a los seres humanos de las especies animales".
Pero hay mucho más. Los psiquiatras también ven la mentira como algo patológico cuando es tan persistente que se vuelve destructiva para la vida del mentiroso o para aquellos que lo rodean. La mentira más agresiva se encuentra en la condición denominada "pseudología fantástica", en la cual la persona urde una trama de ficciones sobre su pasado, algunas con algún granito de verdad, para dar de sí una imagen en superlativo. "Los mentirosos patológicos parecen totalmente sinceros con sus mentiras, pero confrontados con los hechos, con frecuencia y con la misma sinceridad, le dan vuelta a la historia", afirma el doctor Bryan King, psiquiatra de la Universidad de California en Los Angeles, y uno de los más connotados investigadores de la mentira patológica.
Las investigaciones sugieren que esta extrema forma de mentir se asocia con un patrón neurológico específico: un déficit menor de memoria, combinado con un daño de los lóbulos frontales, que son los que evalúan críticamente la información. En esos casos la persona sufre de la inhabilidad de calcular la exactitud de lo que dice, y por eso dice mentiras como si fueran verdad.
MENTIRA Y PERSONALIDAD
Pero no toda la mentira patológica se deriva de esas dificultades neurológicas. Los psiquiatras investigan las mentiras que tipifican ciertos desórdenes emocionales y que son dichas por personas que saben que mienten.
El artículo del doctor King describe cinco variedades de mentiras, cada una de las cuales se asocia naturalmente con aquellos que sufren uno u otro de los cinco problemas comunes de personalidad (ver recuadro).
Las mentiras manipulativas son la marca de fábrica de la "personalidad antisocial", que es movida por motivos puramente egoístas. Esas personas no son necesariamente criminales; pueden gravitar hacia grupos de negocios como las ventas, donde su inclinación hacia la mentira puede serles útil. Como los sociópatas no sienten remordimiento o consideración hacia sus víctimas, son capaces de las mentiras más frías.
Las mentiras melodramáticas son naturales de la "personalidad histérica", que quiere ser el centro de atención. Las personas con ese tipo de personalidad buscan afecto desesperadamente. Les gustan más las verdades emocionales que los hechos de una situación. Las mentiras casuales son para estas personas como la licencia del verso libre para los poetas.
Las mentiras grandiosas tipifican al narcisista, cuya profunda necesidad de ganar la aprobación de los otros, lo impulsa a presentarse a sí mismo bajo la luz más favorable. Son propensos a exagerar sus habilidades o logros, con el fin de impresionar más.
Como los narcisistas se sienten con el derecho a recibir tratamiento especial -por ejemplo, creen que las reglas ordinarias no rigen para ellos- pueden ser temerarios con sus mentiras.
Las mentiras evasivas son típicas de aquellos con "personalidad indecisa", cuyos estados de ánimo ampliamente variables y acciones impulsivas constantemente los meten en problemas. Muchas de las mentiras que dicen estas personas son dichas para evitar que les echen la culpa de algo o para responsabilizar a otros de sus problemas.
Los secretos de culpa pesan en muchas de las mentiras que dicen los de "personalidad compulsiva", un tipo de personalidad que, por lo general, pertenece a personas escrupulosamente honestas. Los compulsivos se enorgullecen de seguir las reglas y de poner atención a los hechos y a los detalles. Pero también sufren del miedo de que los culpen y por eso mienten, para evitar que otras personas descubran lo que sienten y lo desaprueben. Sus mentiras, con frecuencia benignas, son sobre cosas sobre las cuales la mayoría de las personas no encontrarían razón para mentir.
Es el caso de la persona que, por ejemplo, miente a su mejor amigo sobre el hecho de que está yendo al psiquiatra.
LA MENTIRA NORMAL
Recientes estudios sobre el tema se han realizado en los Estados Unidos e Inglaterra. Los investigadores no saben aún si los descubrimientos pueden hacerse extensivos a otro tipo de culturas. Junto con el nuevo énfasis en el estudio de la mentira en los problemas psiquiátricos, se ha intensificado la investigación sobre el papel de la mentira en el desarrollo normal del ser humano. Los investigadores piensan que primero deben entender lo que es normal de la mentira antes de que puedan saber lo que conduce a la mentira patológica.
Curiosamente, las investigaciones han conducido a una apreciación del rol positivo que juega la mentira en el desarrollo psicológico. Desde este punto de vista, que es parte de la teoría psicoanalítica del "sí mismo", la primera mentira del niño, si tiene éxito, marca la experiencia inicial de que los padres no lo saben todo. Y esa realización, que generalmente ocurre en el segundo año de vida, es crucial para que el niño se dé cuenta y desarrolle la percepción de que es una persona diferente de sus padres, de que tiene voluntad propia y de que puede sacar adelante sus propias cosas.
Esa mentira también es el principio del final de la idealización de los padres que necesitan todos los niños. Es la primera vez que se establece un límite al poder paterno y constituye un paso en el desarrollo hacia una visión más realista de los demás. La habilidad para mentir, desde el punto de vista de algunos investigadores, es un subproducto natural del crecimiento psicológico del niño. "Las destrezas cruciales del hombre están entre aquellas que equipan a un niño para mentir: independencia, talento intelectual, habilidades para planificar y tener en cuenta la perspectiva de los otros, y capacidad para controlar las emociones", afirma el doctor Paul Ekman, psicólogo de la Universidad de California en San Francisco.
Los años entre 2 y 4 marcan un período definitivo en los niños para manejar el arte de la mentira. En un estudio realizado con niños de 3 años se puso un atractivo juguete detrás de ellos y se les dijo que no miraran mientras los investigadores se iban del cuarto. Cerca del 10% no espiaron mientras los investigadores estuvieron ausentes. Del resto, una tercera parte si admitió haber mirado, una tercera parte mintió y otra tercera parte rehusó contestar. Los que no contestaron parecen representar un grupo de transición, que está en el proceso de aprender a mentir y no saben hacerlo bien aún. Eran visiblemente los más nerviosos. Aquellos que mintieron parecían los más tranquilos. Habían aprendido a mentir bien. Parecían haber sentido un cierto descanso al saber cómo mentir efectivamente.
En términos generales, los niños mienten por las mismas razones que los adultos: para evitar castigo, lograr algo que se quiere o fabricar excusas para sí mismos. Sin embargo, los preadolescentes con frecuencia no han aprendido todavía a decir las mentiras blancas de los adultos, que funcionan como lubricantes sociales o como suavizadores de los sentimientos de otros, según afirman los investigadores.
Una de las clases de mentiras más comunes para los pre-adolescentes es la fanfarronada -inventar o mejorar hechos-, lo cual se hace para ganar la aprobación y la admiración de los compañeros. "Los niños a esa edad están afinando su super-ego, o conciencia -sostiene el doctor Goldberg-. La primera evidencia de la mentira patológica se muestra durante estos años, en niños que tienen un super-ego deficiente y piensan que pueden lograr cualquier cosa que se propongan".

Algunas veces entre los 10 y los 14 años, la mayoría de los niños se vuelven tan capaces como los adultos para mentir. Si el niño no desarrolla estas habilidades que le permitan mentir, permanecerá inmaduro. La pregunta es: ¿mentirán?, y si lo hacen ¿por qué? La adolescencia marca otro punto en el desarrollo. Aquí la mentira adquiere una significancia psicológica especial. El adolescente busca nuevos ideales, busca un modelo, una persona que considera perfecta para imitar. Es un momento parecido al de la infancia, antes de que el niño descubra la imperfección de sus padres. Esta reafirmación de valores puede llevar al adolescente a creer que puede hacer lo que quiere. "Los adolescentes -afirma el doctor Goldberg- empiezan a probar los límites para ver qué pueden lograr, y mentir a los padres puede ser parte de eso".
Aun cuando hay problemas obvios para determinar qué tan común es la mentira, estudios basados en informes de padres y profesores establecen que uno de cada seis niños miente ocasionalmente. Sólo cerca del 3% de los niños miente en forma tan constante como para considerarse un problema serio. Comprensiblemente los niños que se meten en problemas son aquellos que tienden a mentir con más frecuencia. Los niños mentirosos crónicos tienden a meterse en más serios problemas a medida que crecen.
Un estudio inglés revela, por ejemplo, que el 34% de los muchachos que fueron calificados por profesores y padres como mentirosos durante el período escolar, 15 años después habían cometido delitos. Y en una investigación norteamericana hecha sobre 466 hombres, aquellos tildados de mentirosos en el colegio tenían mayor tendencia que los otros niños para cometer delitos como robo, cuando llegaban a los 20 años.
Sin embargo, los investigadores aún no están seguros de hasta qué punto la mentira es la causa o más bien el síntoma, del problema. "No sabemos si mentir es un primer paso hacia la desadaptación, un signo de alarma de un problema posterior, o un rasgo de un problema mucho más grave", afirma el doctor Ekman.
Los niños que son mentirosos crónicos tienden a provenir de familias donde fueron pobremente supervisados o se sintieron rechazados por sus padres, es una de las conclusiones de una investigación adelantada con más de 300 niños entre 9 y 16 años, por la doctora Magda Stouthhamer-Loeber, psicóloga del Instituto Psiquiátrico y Clínico de Pittsburgh. Las madres felizmente casadas cuidaron a sus hijos mejor que las que no lo estaban o eran solteras. Es fácil suponer que padres bajo presión tienen menos tiempo e inclinación para vigilar a sus hijos. Y cuando hay menos atención, la mentira es menos riesgosa.
Algunos niños pueden volverse mentirosos crónicos observando a sus padres. De acuerdo con el doctor Ekman, algunas investigaciones han encontrado que los padres que son más maquiavélicos, aquellos que no vacilan en mentir con el fin de obtener lo que quieren, tienden más que los otros a tener hijos como ellos: mentirosos.
La mentira, pues, tiene sus dos caras. La clave está en saberlo y en saber detectar a tiempo cuándo es apenas un signo del normal desarrollo mental de un niño o cuándo es un síntoma de algún trastorno emocional o de la personalidad. En todo caso, la mentira no se puede tomar tan gratuitamente como se venía haciendo, sobre la base de la creencia de que era un mecanismo más de adaptación a la vida social.

PERSONALIDADES PROBLEMATICAS
La personalidad antisocial
Dice mentiras para manipular en forma totalmente fría y calculadora.
Típica: una mentira para esquilmarle a una persona mayor sus ahorros.

La personalidad histerica
Miente para llamar la atención y ganar afecto.
Típica: mentira a un amigo diciéndole por teléfono que acaba de sufrir una fuerte caída.

La personalidad narcisista
Dice mentiras para magnificarse y mostrarse mejor de lo que es.
Típica: inventar que se graduó con una tesis laureada.

La personalidad indecisa
Evade la responsabilidad de sus propios problemas.
Típica: culpar la actitud negativa de su esposa por un problema de alcohol.

La personalidad compulsiva
Miente para ocultar algo que le causa verguenza.
Típica: miente para ocultar que sus padres se están separando.