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26 de febrero de 2002

El llamado de la selva.

La gente tiende a pensar que los aromas más sofisticados, como las colonias, los perfumes y las esencias florales, pueden ser elementos que disparen la atracción entre los sexos. Pero un estudio acaba de reafirmar la vieja concepción de que el origen de la química se encuentra en algo tan simple y tan corriente como el olor corporal. La investigación, dirigida por la profesora Martha McClintock, de la universidad de Chicago, da un paso más allá al determinar que las mujeres se sienten atraídas por el olor de hombres que son genéticamente parecidos a sus padres. En el experimento participaron 49 mujeres solteras, a quienes se les pidió clasificar los olores más placenteros. La mayoría de los olores provenían de camisetas que habían sido usadas por hombres durante dos noches, tiempo necesario para que el olor de la persona se impregne en la ropa. Antes del estudio los investigadores ya habían determinado la secuencia del gen HLA, que es la base de los olores personales y las preferencias olfativas. Para realizar la investigación los hombres fueron escogidos por la diversidad de sus características físicas. A cada mujer le dieron 10 cajitas con las camisetas para que ellas las clasificaran en categorías de agrado, intensidad, familiaridad y sabor.

Los investigadores después compararon la secuencia de HLA de las mujeres y la de los donantes masculinos que ellas prefirieron. Los resultados fueron sorprendentes. El patrón más claro fue el de mujeres que no escogieron la esencia del hombre que fuera genéticamente similar o totalmente diferente al propio. Eligieron hombres con un nivel intermedio de diferencia. En otras palabras, cuando alguien es genéticamente parecido inconscientemente se pierde la atracción pues casarse con alguien muy similar aumenta el riesgo de la pareja de tener aborto o pasar genes recesivos, pero también cuando son disímiles tampoco es una buena idea porque no se sabe qué pueda salir de esa mezcla tan extraña. Al parecer el cuerpo busca cierto grado de familiaridad y la preferencia de las mujeres apuntaba directamente a los genes HLA que ellas hablan heredado de sus padres. De modo que ese “un no sé qué en no sé dónde” es algo instintivo que se hereda.

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