DE AQUI A LA ETERNIDAD

Luego de 16 años de viaje, la sonda norteamericana Pioneer 10 abandona el sistema solar.

29 de agosto de 1988

para las estrechas dimensiones del tiempo y el espacio humanos, el hito resulta impresionante: hace cinco años, la sonda norteamericana Pioneer 10 dejó atrás la órbita del planeta más lejano del sistema solar. Este dato escueto, que parece un aniversario más, esconde tras sí un momento estelar de la humanidad. La "supervivencia" de la pequeña nave espacial, que ha superado todas las expectativas, hace factible que por primera vez en la historia, un objeto construído por el hombre se adentre en el espacio interestelar, mientras trasmite a su lejana base datos y observaciones del exterior del sistema solar.
Viajando a 45.440 kilómetros por hora, el Pioneer se encuentra a estas alturas a 6.672 millones de kilómetros del sol, más de 45 veces la distancia que separa al Astro Rey de la Tierra y tan lejos que ya no se puede guiar por la luz proveniente de aquel. La distancia es tal, que las señales de radio, que viajan a la velocidad de la luz, tardan 12 horas 26 minutos en hacer el viaje de ida y vuelta entre el aparato y la Tierra.
La distancia y posición del Pioneer corresponden a lo previsto por los científicos que en 1972 prepararon el lanzamiento, pero los resultados de la expedición han trascendido todo lo esperado. Para comenzar, no se creyó que la sonda pudiera continuar enviando datos más allá de Júpiter. Ante la sorpresa de todos, no sólo sigue en actividad, sino que, si las cosas se mantienen como van, posiblemente continúe haciéndolo durante otros cuatro años.
Hasta ahora se creía que la frontera de la heliosfera, o dicho de otro modo el borde del sistema solar, estaba poco después de la órbita de Júpiter. Sin embargo, la Pioneer 10 está 6 veces más allá de ese punto, y todavía sigue reportando la presencia de vientos solares a su alrededor. Estos vientos son un flujo conformado por gases que se escapan del sol y crean una atmósfera tenue a lo largo y ancho del sistema solar. "Cada año hemos tenido que extender nuestras proyecciones hasta dónde se extiende la heliosfera", comentó en una entrevista a The New York Times, el doctor John Simpson, uno de los científicos del Pioneer, mientras uno de sus colegas, James Van Allen agregó que tal vez en unos tres años la sonda estaría llegando finalmente al borde de la zona de influencia del Sol.
La proyección del doctor Van Allen está basada en años de observación de la actividad del viento solar, basada en buena parte en los datos enviados por el Pioneer. Su teoría es que la forma de la heliosfera no es como una gota, según tesis anteriores, sino más bien como una esfera, y que su conformación no es estática, sino que fluctúa en forma marcada a través de un ciclo de 11 años, como si respirara, inhalando y exhalando.
Según el propio doctor Van Allen, "se trata de una situación dinámica. Curiosamente cuando la actividad solar está al mínimo, es cuando la presión del viento solar es mayor, lo que agranda la heliosfera. Al máximo de la actividad solar, por el contrario, hay mayor turbulencia pero menos fuerza, por lo que la heliosfera se contrae". Esta actividad máxima del Sol se presenta cuando las manchas solares hacen erupción en forma de tormentas magnéticas de proporciones descomunales, la última de las cuales sucedió en 1980 y se espera que la próxima ocurra en 1991.
Esa es la oportunidad en que, si los cálculos son correctos, el Pioneer llegará finalmente a la frontera de la heliosfera. Como se espera que ésta se contraiga, lo más probable es que entonces las baterías atómicas del aparato estén aún en funcionamiento y la experiencia pueda ser compartida por los científicos a través de la radio. Cuando ese momento llegue, si esos cálculos son correctos, el Pioneer pondrá a prueba las teorías que existen sobre la transición entre la heliosfera y el espacio interestelar. Existen dos modelos elaborados por los científicos. Según el primero de ellos, el encuentro entre el viento solar y el gas interestelar que viaja en dirección contraria crearía una fuerte onda de choque. El segundo modelo plantea una frontera más apacible. Según éste, la heliosfera simplemente se disolvería, con sus átomos neutrales intercambiando electrones con el viento solar, por lo que la transición sería menos abrupta.
Pero en lo que si ha carecido de suerte el Pioneer 10 es en la búsqueda del largarmente soñado planeta X, cuya existencia es sugerida por la fuerte e inexplicable fuerza gravitacional que continúa perturbando las órbitas de Neptuno y Urano. Si la fuente de tales perturbaciones es un planeta aún no descubierto, no es algo que se haya podido comprobar con los sensores del Pioneer 10.
Sin embargo, el Pioneer comienza a abrir una ventana al universo. A medida que se aleja del Sol y los planetas, su fotómetro se hace cada vez más capaz de observar y medir la luz cósmica, que es la acumulación de la luminosidad proveniente de todas las fuentes extragalácticas. Eso abre la perspectiva impactante de poder medir esa luz sin alteraciones, lo que podría mostrar el grado de brillantes de las galaxias en el pasado lejano y, de paso, explicar etapas primitivas del universo.
De ahí en adelante, cuando su energía termine y el Pioneer entre en la incomunicación, su trayectoria se parecerá mucho a la eternidad. No es para menos, pues los 26.135 años que le tomará para llegar a la estrella más cercana, podrían ver surgir y extinguirse varias veces a la humanidad.