EL ARCA DE NOE

Los investigadores rediseñan el árbol genealógico del hombre.

3 de octubre de 1988

Si quedaba alguna duda, ahora sí todo está confirmado: los habitantes de este planeta tienen un mismo antepasado más reciente que el mono. Ese, por lo menos, es el dictamen que se infiere de los estudios conducidos por el doctor Allan Wilson y sus colegas en la Universidad de California en Berkeley, quienes a punta de hacer investigaciones utilizando la técnica de los "relojes moleculares" le han dado un espaldarazo a una teoría de ciertos peleontólogos, conocida como "Arca de Noé".

Según ésta, el hombre moderno se desarrolló y se diversificó en Africa hace tan sólo unos cuantos cientos de miles de años. A pesar de que hubo otros protohumanos en otras partes del mundo con anterioridad, todos ellos desaparecieron con el correr del tiempo.

Esa nueva explicación sobre el origen del hombre choca con la teoría "multi-regional", la más aceptada hasta ahora. Para ésta, el hombre moderno viene del Homo Erectus, una especie protohumana que apareció en Africa hace 1.5 millones de años y que se extendió a Europa y Asia. Con el tiempo, el Homo Erectus se convirtió en el Homo Sapiens "arcaico" que habría tenido diferentes expresiones en diversas zonas del mundo. De tal manera, el hombre de Neardenthal habria sido el antecesor de los europeos, el de Java de los indonesios y el de Pekín, de los chinos.

Esa idea caía como anillo al dedo para explicar las diferentes razas y conformaciones de cada uno. Según los multi-regionales, aparte del Homo Erectus africano, la raza humana no tenía más familia común.

Semejante árbol genealógico es combatido por los partidarios del "Arca de Noé". En opinión de éstos, los descendientes directos del Homo Erectus se quedaron en Africa y resistieron mejor los cambios en el ambiente que el resto de protohumanos.
Esa teoría se apoya en el hecho de que mientras los fósiles con más de 100 mil años de edad son muy diferentes entre sí, los de menos de 30 mil años son ya muy parecidos.

Para probarlo. el doctor Wilson y sus asistentes echaron mano de la genética. El científico utilizó el DNA mitocondrial tomado de las células de 147 individuos de todas las razas. A sabiendas de que el análisis de la secuencia genética permite medir el tiempo en el cual todos los sujetos analizados tuvieron un ancestro común, el investigador alimentó los resultados en un computador que le produjo una especie de árbol genealógico. Según éste, los 147 analizados tuvieron como mismo ancestro una mujer que vivió en Africa entre 100 mil y 300 mil años antes de Cristo. La escogencia del continente negro se explica por la estrecha relación genética que mostraron los DNA de los africanos con el antepasado común, quien recibió el nombre de Eva.

Los resultados de las investigaciones adelantadas en Berheley no tardaron en ser duramente atacados.
Según los criticos, la técnica del "reloj molecular" no está lo suficientemente avanzada para ser infalible. No hay evidencia que sugiera que los cambios genéticos tienen lugar a un ritmo continuo a lo largo del tiempo.

En respuesta, Wilson señala que la prueba es válida. Para probar que habían escogido el árbol correcto, los investigadores incluyeron el DNA de un chimpancé, el cual reveló una relación distante y equivalente con los DNA de los humanos. Así mismo, el DNA de los africanos fue el más variado de todos, lo cual comprueba la hipótesis de que vienen de la rama más vieja del árbol y por lo tanto han tenido más tiempo para evolucionar.

Curiosamente, no es la primera vez que la biología molecular causa este tipo de polémicas. En 1960 la comparación de las proteínas encontradas en el cuerpo del hombre y el del chimpancé, llevó a algunos a decir que el hombre y el mono dividieron su camino hace unos cinco millones de años, 20 menos de lo que se creía en esa época. Las pruebas posteriores han confirmado esa primera impresión y de hecho un grupo de japoneses insiste en que hace 2.7 millones de años no había sino micos sobre la Tierra.

El mismo escepticismo con que en esa época se recibió la noticia está rodeando al doctor Wilson. El científico californiano insiste que aún a pesar de las fallas que pueda tener su experimento, los resultados coinciden con la teoría del "Arca de Noé", desarrollada independientemente por los paleontólogos.

Sea como fuere, lo cierto es que los experimentos de Berkeley han convencido a muchos de dos cosas. La primera es la de que las diferentes razas son genéticamente más similares de lo que se pensaba. Ese hecho confirma la creencia de que no existe una raza superior, que sea mejor que las otras. La segunda tiene que ver con la evolucion. Toda la evidencia acumulada sugiere que el proceso de cambio en el ser humano continúa y que algún día en el futuro, el Homo Sapiens moderno de hoy en día será tan arcaico como lo es hoy para nosotros ese primer antepasado que hace 300 mil años caminó por el continente africano. --

DE DIENTES PARTA AFUERA
Después de conocer los recientes estudios que se han realizado sobre la relación que existe entre el tamaño de los dientes y el grado de evolución del hornbre, van a ser muchos los que sonriendo se miren al espejo. Un grupo de antropólogos de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, ha demostrado que en los últimos 10 mil años, el tamaño de los dientes ha disminuido el doble de lo que disminuyó en los 90 mil años anteriores. Los antropólogos aseguran que el tamaño seguirá reduciéndose ya que la necesidad de tener dientes grandes es cada día menor. La proyección que hacen es que se reducirán un 1% cada mil años. Esta cifra puede parecer poco significativa tratándose de algo tan pequeño como los dientes, pero teniendo en cuenta que la especie humana poblará la Tierra durante miles de años, este porcentaje sí es relevante.

El estudio demuestra también que hay una relación entre la disminución que se ha presentado y los métodos de cocción utilizados por el hombre. A principios de la última glaciación-el tamaño de los dientes empezó a reducirse un 1% cada dos mil años. Las glaciaciones obligaron a los europeos a desarrollar métodos de cocción por que los animales que cazaban se congelaban rápidamente. Se le ocurrió al hombre entonces cocinar su comida en el fuego, lo que la hacía más fácil de masticar. Utilizaban las piedras que quedaban calientes después de prender una fogata y fabricaron ollas y vasijas que facilitaban su preparación. Usaban además cuchillos y trituradores que cambiaron la preparación usual de las comidas; la carne empezó a comerse molida o cortada en trozos. Según la teoría del doctor Loring Brace-líder del grupo-fue este cambio en el método de cocción y no un cambio en los alimentos lo que produjo la reducción en el tamaño de los dientes.

Desde que terminó la edad glacial esta reducción se aceleró. Es probable que esto se deba también a la aparición de las vasijas que permitían darle una consistencia líquida a los alimentos. "Descubrimos cementerios con cadáveres sin dientes en los lugares donde se utilizaban vasijas y se cocinaba la comída, pero en áreas donde no lo hacían, los cementerios están llenos de cadáveres que tienen casi todos los dientes", dice el doctor Brace.

Darwin no estaría de acuerdo con la teoría de Brace,-ya que es un ejemplo de mutaciones que no ocurren por selección natural. Según Darwin, sólo las características que hicieran al individuo mas fuerte pasarían de generación en generacion. Si esto siempre fuera cierto, antes de que se cocinara la comida sólo los que tuvieran dientes grandes hubieran sobrevivido hasta poder reproducirse; hubieran sido los únicos capaces de masticar la carne cruda. Los de dientes pequeños, en cambio, se hubieran muerto de hambre antes de alcanzar la madurez. Los genes para dientes grandes pasarían a las siguientes generaciones. Pero los de dientes pequeños sobrevivieron y esta característica si fue transmitida, reduciéndose así el tamaño de los dientes. Según una teoría de genética muy reciente, si sólo las mutaciones están operando es más probable que el órgano que afecten disminuya en tamaño y no que crezca. Este es el caso de los dientes.

Algunos antropólogos afirman que el tamaño de los dientes se redujo porque la cara se achicó. El doctor Brace cree que sucedió lo contrario: cuando los dientes se achicaron no había necesidad de una cara grande."Quizás los dientes desaparezcan algún dia cuando ya no sean necesarios para sobrevivir", concluye el estudio. --