EL MISTERIO DE LAS BURBUJAS

Novedosa investigación sobre la composición de la atmósfera a través del tiempo, revalua teoría sobre extinción de los dinosaurios.

7 de diciembre de 1987

Que el aire que hoy se respira ya no es el mismo de antes, es algo que nadie se atreve a dudar. Pero de ahí a que el aire que se respiraba en la época de los dinosaurios tenía más del doble del oxígeno que hoy, ya es harina de otro costal. Eso es precisamente lo que ha demostrado un novedoso análisis de pequeñísimas burbujas de aire atrapadas en el ámbar (material amarillento que resulta de la solidificación de la resina del pino) hace 80 millones de años.
La noticia necesariamente cambiará la forma como los científicos han explicado la evolución de la vida en el planeta y el comportamiento climático a través de las eras. Hasta ahora se había asumido que la composición del aire había tenido una variación muy pequeña, sin tener en cuenta, por supuesto, los efectos de la mano del hombre con su mirada de elementos contaminantes.
La teoría de que la atmósfera se había mantenido sustancialmente la misma, se basaba en una muestra de aire extraída con grandes dificultades del núcleo del hielo polar, que representaba 160 mil años. La nueva técnica consiste en comprimir pequeños pedazos de ámbar para examinar el aire que escapa de ellos. No es raro encontrar microscópicas burbujas en el ámbar, asi como no es muy difícil encontrar ámbar preservado durante muchos millones de años.
Los investigadores, Robert Berner, de la Universidad de Yale, y Gary Landis, del Instituto de Investigación Geológica de los Estados Unidos, esperan que el estudio cruzado de varias muestras de ámbar permita establecer un panorama muy completo de la composición de la atmósfera a través del tiempo.
El oxigeno conforma en el presente el 21% de la atmósfera. El resto es casi todo nitrógeno, con una pequeñísima cantidad de dióxido de carbono (menos del 1%) y algunas trazas de otros gases. El ámbar recién examinado, que proviene de la era cretácea, sugiere un contenido de oxigeno de cerca del 32%, mientras el resto de la composición es prácticamente la misma. De hecho, esa gran cantidad de oxigeno pudo haber facilitado el desarrollo de las especies en forma tal que, por ejemplo, una especie determinada podría haber hecho el tránsito del mar a la tierra con pulmones más precarios de lo que se pensaba. La declinación del contenido de oxígeno seguramente había afectado especies acostumbradas a contenidos superiores del gas. Las teorías cuidadosamente elaboradas sobre la misteriosa extinción de los dinosaurios, que marcó el fin de la era cretácea, podrían revaluarse al estudiar el efecto del cambio de la composición atmosférica.
La atmósfera original que rodeó a la tierra en sus años mozos, cuando ni siquiera existía la vida, no tenía oxígeno en absoluto. Fue a través de un paciente proceso de miles de millones de años como los primeros microorganismos fueron liberando el oxigeno de su asociación original con el óxido de hierro y otros minerales de la superficie del planeta. Ese proceso era todo lo que los científicos conocían hasta ahora sobre la evolución de la atmósfera. Algunos llegaron incluso a afirmar que una riqueza del 30% de oxígeno habria convertido al planeta en una gigantesca antorcha.
No ha sido un camino fácil el de los nuevos descubrimientos. Hasta ahora a nadie se le había ocurrido trabajar con el ámbar, que era conocido en el medio científico como un excelente preservador de mosquitos prehistóricos. Uno de los problemas era el pequeñísimo tamaño de las burbujas que, con frecuencia, no alcanzaban los 10 micrones de diámetro, o sea que son absolutamente invisibles para el ojo humano. Además, la investigación necesitó como requisito previo que se desarrollara la técnica de la espectroscopia de masa tetrapolar, que usa cargas eléctricas para separar números pequeñísimos de moléculas livianas de las pesadas. Las muestras de ámbar son puestas en una cámara de vacío absoluto y comprimidas por medio de dos poderosos micropistones. La comparación de los resultados del ámbar cretáceo, que proviene de Canadá, con ámbar más "nuevo" (25 y 40 millones de años) encontrado en República Dominicana y el mar Báltico, ha demostrado que la nueva teoría va por buen camino.
Lo que parece inquietante es que la declinación del nivel de oxigeno se ha producido sin la mano del hombre, y nadie sabe cómo podria acelerarse el proceso con la cantidad de "curiosidades" que se depositan día a día en el cielo azul.