controversia

Escollo sorprendente

Una inusitada resistencia contra las antenas de telefonía celular pone en riesgo la expansión del negocio.

Álvaro Montes
9 de junio de 2007

Una organizada resistencia en contra de la instalación de antenas de telefonía móvil tiene su sede principal en Valledupar y tan fuerte parece el fenómeno, que los operadores móviles están preocupados y lo consideran una amenaza a la expansión de sus redes. Lo más curioso es que, según los reportes oficiales, los vallenatos -que tanto se oponen a las antenas- son el grupo de colombianos que más habla por celular.

Los habitantes del barrio El Amparo, en Valledupar, amenazaron con vender sus casas si Comcel insistía en instalar una antena. Y en el barrio Kennedy, en Bogotá, la agresividad de la población hizo a los técnicos de Tigo desistir de una instalación hace algunas semanas. Cada proyecto de nueva antena implica extenuantes y acaloradas reuniones con los vecinos, y negociaciones más duras que las del intercambio humanitario. ¿Por qué se opone la gente a la instalación de antenas? Por presuntas razones de salud y por razones estéticas. El viejo debate sobre el peligro de los campos electromagnéticos para la salud de los seres vivos empezó a calar en el imaginario de muchos colombianos, que creen que las antenas producen cáncer, dolores en las piernas o daños en los electrodomésticos. Y a la población urbana, que no se destaca propiamente por su conciencia ambiental, parece haberle atacado una súbita ola de sensibilidad ecológica. Quienes se oponen a la instalación de antenas en los estratos 5 y 6 se apoyan además en argumentos estéticos. Normalmente, estas resistencias se disuelven una vez llega el primer cheque por el arrendamiento del espacio en el techo del edificio, pero la gravedad de las manifestaciones en contra en las últimas semanas hizo que los operadores móviles pidieran la intervención del Ministerio de Comunicaciones.

Los temores de la población son infundados. La potencia de los campos electromagnéticos alcanza su máximo grado en el origen y disminuye con la distancia. La exposición de las personas a estos campos en los lugares en donde reciben la señal es más baja que la señal del televisor, por lo tanto, está descartado que haya algún riesgo. Se puede vivir en paz y hablar por el celular sin temor alguno. En el origen, en donde la potencia del campo electromagnético es alta, la Comisión Internacional de Protección contra las Radiaciones No Ionizantes y el Instituto de Ingenieros Electricistas y Electrónicos, máximas autoridades internacionales en esta materia, trazaron directrices que ordenan guardar distancias mínimas entre las antenas y cualquier presencia humana, de acuerdo con la configuración de cada antena. Según un reciente comunicado del Ministerio de Comunicaciones, en Colombia los operadores móviles cumplen satisfactoriamente esas recomendaciones "y no necesitan precauciones particulares", según dijo la ministra, María del Rosario Guerra; pero no es claro si el Ministerio verificó cada una de las más de 4.000 antenas para hacer tal afirmación.

En el mundo hay más de 1,4 millones de estaciones base de telefonía móvil. A la fecha, no se ha entregado una sola prueba de daños a la salud causados por ellas, así como no hay evidencia de daños causados por las antenas de televisión y de radio, instaladas por todo el planeta desde hace más de 50 años. Nadie ha probado que las comunicaciones inalámbricas produzcan cáncer y la gente que se opone se apoya en rumores, ideas de supuestos "expertos bioenergéticos" o artículos de prensa sin fundamento científico probado. Una investigación de la Organización Mundial de la Salud concluyó que "los detallados estudios realizados hasta el momento no han revelado ningún peligro específico derivado de las modulaciones de Radio Frecuencia". Amplia documentación acerca del tema está disponible en el sitio del proyecto CEM de la OMS: http://www.who.int/peh-emf/es/index.html.

Colombia no es el único escenario de esta paranoia colectiva. En Barcelona hubo una manifestación ciudadana hace menos de un mes, que exigía revisar la posición de las más de 500 antenas instaladas en la capital catalana. Y en Gran Bretaña, el director de la estatal Agencia para la protección de la salud pidió una nueva investigación para buscar evidencias de riesgo en las antenas WiFi. Para el gerente de redes de Tigo, una razón que se halla a la base de muchas protestas en las ciudades colombianas es la molestia que causa a los vecinos enterarse del dinero que recibirán por arriendo del espacio físico quienes permiten la instalación de una antena. Algo así como "te vas a enriquecer y encima me vas a matar". La gente tendrá que aprender a convivir con este mito urbano, puesto que las tecnologías inalámbricas se han tomado literalmente el planeta. A las redes de telefonía celular se sumaron las redes WiFi y WiMax, y vienen más. Entretanto, y mientras no se demuestre lo contrario, "no hay prueba científica alguna convincente de que las débiles señales de RF tengan efectos adversos en la salud".