Fuera de órbita

Se acaba de descubrir que al tímido Kepler no le tembló el pulso para apoyar su teoría de los planetas en datos falsos.

12 de marzo de 1990

Johanes Kepler, considerado durante cuatro siglos el padre de la astronomía, era un farsante, un investigador que acomodaba los resultados de su trabajo con el fin de sostener su tesis e impresionar a los críticos. Es más: su famosa teoría sobre la traslación de los planetas alrededor del Sol, estuvo siempre alimentada con informaciones y cálculos que nunca se apoyaron en un trabajo serio y responsable.
Un historiador norteamericano, William H. Donahue, ha revelado esta faceta desconocida del científico mientras traducía al inglés la obra maestra de Kepler, "La Nueva Astronomía". Donahue ha resumido sus impresiones en un artículo aparecido recientemente en una publicación especializada, "The Journal of the History of Astronomy".
Kepler sostuvo en 1609 que los planetas se mueven alrededor del Sol formando elipsis y no círculos, como había sido sugerido por otro gran científico, Nicolás Copérnico. En su obra, Kepler se apoyaba en cálculos que él mismo había logrado con base en la posición de cada uno de los planetas.
Según Donahue, Kepler conformó su información con especulaciones matemáticas derivadas de su misma teoría. Lo cierto es que el científico siempre temió las reacciones de otros sabios ante sus teorías porque, desde la antiguedad, el círculo había sido considerado la única forma geométrica perfecta y capaz de describir los movimientos de los cuerpos pesados.
Para sus cálculos e investigaciones Kepler tomó como modelo el planeta Marte y con base en sus movimientos, dedujo para los demás cuerpos celestes la teoría de la elipsis, afirmando que había comprobado todos los datos. Pero su traductor afirma lo contrario: Kepler nunca pudo confrontarlos, los inventó y además, tuvo la suerte de no ser desafiado por ninguno de los sabios de su época.
Kepler trabajaba con métodos rudimentarios en una época que se considera revolucionaria para la ciencia. Algunos científicos actuales que han salido en su defensa, lo consideran uno de los maestros de la ciencia moderna. Para ellos, Kepler no quiso engañar a nadie, simplemente buscaba convencer a todos con sus teorías y necesitaba un argumento contundente, como esas pruebas que nunca realizó.
Nacido en 1571 en Wil Weil der Stadt, Alemania, en el hogar formado por una delgada mujer que fue acusada de brujería y un mercenario que abandonó pronto la familia, Kepler entró a un colegio luterano donde siguió la carrera teológica. Dedicó muchos años a la astrologia y llegó a diseñar por lo menos 800 horóscopos. De corta estatura, frágil, tímido y casi siempre enfermo de fiebres y problemas estomacales, tenía un modo de ser que cautivaba a quienes lo conocían.
Kepler estaba llamado a mejorar la teoría lanzada por Copérnico sobre el papel del Sol como centro del sistema planetario, teoría que describía erróneamente los movimientos de los planetas como círculos, siguiendo la tradición científica.
La oportunidad de entrar en la historia le llegó a Kepler cuando en 1600 fue invitado por un astrónomo danés, Tycho Brahe para que compartiera sus instrumentos y laboratorios, en las afueras de Praga, y con la expresa misión de investigar y analizar la órbita seguida por el planeta Marte. Entonces el joven alemán se embarcó en la redacción de su "Nueva Astronomía", con la cual pretendía demostrar cómo se movían los planetas.
En abril de 1605 Kepler llegó a formular su teoría. Al aparecer el libro con su nueva teoría, recibió toda clase de críticas.
Donahue leyó el libro en su versión latina original y pronto descubrió que algo raro ocurría. Para calcular la distancia entre Marte y el Sol, Kepler desplegó un método curioso; por el cual se toma la distancia entre dos puntos y se calcula la distancia a un tercero, analizando los ángulos dentro del triángulo que se forma con los puntos. Las distancias que resultan de estas operaciones eran una prueba, según Kepler, de que los movimientos eran elípticos y no circulares. El científico aseguraba que los cálculos eran matemáticos, es decir, exactos.
Pero cuando Donahue en medio de su traducción del libro se dedicó a comprobar las cifras, las distancias y los movimientos, descubrió que sus operaciones no coincidían con las de Kepler y luego de repetidos intentos por confirmar las operaciones realizadas por el científico llegó a una conclusión: esos resultados eran falsos, nunca pudieron ser comprobados y Kepler echó mano de ellos para sustentar su teoría para que lo atacaran menos.
El caso de Kepler, falseando pruebas y entregando informaciones inexactas no es nuevo dentro de la ciencia. Numerosos gigantes de la sabiduría mundial han tenido que falsificar sus logros con el fin de aumentar las posibilidades de que sus teorías y descubrimientos cuenten con menos resistencia.
Gregor Mendel ( 1822-1884), el monje austríaco que inventó la Genética, publicó algunos trabajos con pruebas que numerosos expertos han encontrado tan completas que no podían ser reales; Isaac Newton (1642-1727), quien formuló la ley de la gravedad, infló numerosas informaciones con el fin de agrandar sus descubrimientos.
Con respecto a Kepler, Donahue coincide con otros investigadores en que la falsedad no reduce su estatura histórica y que su desesperación por convencer a los demás, lo empujo a ese engaño.