Laboratorio agrícola de Corpoica en Córdoba.

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Hacer algo útil con la tecnología

Campesinos del Caribe colombiano dan ejemplo de apropiación social de la ciencia y las tecnologías.

Álvaro Montes
5 de febrero de 2006

Tecnología no es solamente chips, computadores y oficinas modernas. Si la vida de la gente no mejora, de nada sirven estos inventos cuya utilidad debería ir más allá de hacer sonar la caja registradora de los fabricantes de aparatos. En varios departamentos de la Costa Atlántica colombiana hay grupos de agricultores que nos hacen pensar en esto con sus experimentos innovadores. Se trata de un proyecto de investigación participativa financiado y acompañado por el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez y la Corporación PBA, mediante el cual campesinos pobres y olvidados por el Estado, agredidos por los poderes que campean sangrientos en esta preciosa geografía y condenados al rebusque alimentario eterno, participan en investigaciones agrícolas para mejorar semillas y plantas con base en tecnologías orgánicas, es decir, libres de agentes químicos que contaminan el suelo y envenenan a los humanos.

Lo que se puede ver allí es impresionante para cualquiera que sienta pasión por las tecnologías: agricultores con bajo nivel de escolaridad están a cargo de laboratorios básicos de análisis de suelos y aguas. Los laboratorios, en el paradigma científico dominante, son dominio exclusivo de técnicos y especialistas; pero esta gente, mujeres y hombres sudorosos, con la piel tostada por el sol abrasante del Caribe y las manos endurecidas por años de labranza en la tierra seca y devastada, sacan el pecho cuando enseñan sus 'Mini Labs' dotados de 'Pehachímetros' electrónicos, probetas y reactivos. Saben utilizarlos, gracias al acompañamiento de los técnicos de Corpoica, y se sienten en capacidad de prestar servicios de análisis de suelos a los grandes agricultores de la región.

Lo que se puede ver allí es impresionante también para cualquiera que sienta pasión por la educación: campesinos 'iletrados', de esos que las facultades de agronomía consideran una suerte de discapacitados mentales a los que se les debe explicar cómo cultivar la tierra (olvidando que llevan siglos en esa tarea), participan en investigaciones agrícolas para mejorar semillas y plantas de yuca, plátano y ñame. No solamente recogen información en el campo y se la entregan a los científicos; ellos experimentan, observan, captan información, evalúan e inventan soluciones. O aprenden soluciones externas y las adaptan. Llegan a conclusiones lúcidas y modifican sus prácticas agrícolas, como hacía la raza humana hace 10.000 años, en los orígenes de la agricultura. En Curumaní, en Cesar, los campesinos observaron que un gusano que ellos denominan "tornillo" perfora los tallos del plátano y destruye el meristemo, atrofiando el crecimiento de la planta pero induciendo la reproducción rápida de nuevos tejidos, justo lo que ellos necesitaban para multiplicar la semilla limpia que han obtenido con sus experimentos en biofertilizantes, y se les ocurrió que podrían imitar manualmente el trabajo del gusano para lograr una reproducción en serie de semillas mejoradas, al aplicar métodos naturales. Nadie les contó esto. Ningún encumbrado doctor de facultad les enseñó tal herejía -que así se consideraba esta técnica en el campus universitario-. "Esa clase nos la enseñó a nosotros un gusano", dice muy orgulloso Pablo José Trespalacios, agricultor de Curumaní.

En algunos casos, sus experimentos con abonos orgánicos -bokashi, lombriabono, bioles- han mejorado a tal punto la calidad de los cultivos en Dibulla, Ovejas, Chinú, Pivijai y otros lugares, que la agricultura tradicional les está demandando bioinsumos en cantidades considerables. Varias familias podrán vivir vendiendo estas tecnologías orgánicas que aprendieron a desarrollar con base en la experimentación propia. Sólo hace falta que más gente se sume a los esfuerzos que Corpoica, Corporación PBA y el Fondo para la acción ambiental y la niñez realizan en materia de apropiación social de ciencia y tecnología, el único camino que puede sacar al país del atraso tecnológico. Pero eso implica creer en las capacidades propias, algo que a los colombianos nos cuesta mucho. n