Cifras

La estrecha banda ancha

Colombia continúa lejos del acceso universal y la conectividad a la que se comprometió en la Cumbre mundial de la sociedad de la información.

Álvaro Montes
4 de noviembre de 2006

La cifra es alarmante: sólo uno de cada 100 colombianos dispone de una deliciosa conexión a Internet en banda ancha. La banda ancha no es un lujo, o al menos no debería serlo, sino un derecho de toda la población y un requisito de las empresas grandes y las pequeñas, si es que este país se propone en serio resolver su futuro económico y social. Las políticas públicas internacionales no se plantean solamente el acceso de la gente a Internet, que en Colombia registra una penetración del 11,5 por ciento, sino el acceso mediante banda ancha, que en nuestro país es apenas del 1 por ciento, según la reciente medición de IDC. Estamos entre los cinco países más atrasados del continente americano.

Por banda ancha se entiende cualquier conexión a Internet superior a los 160 kilobits por segundo y, por supuesto, hoy día se considera obsoleta la conexión tradicional por teléfono, que escasamente alcanza los 50 kilobist por segundo; y eso en un día de suerte.

¿Cómo explicar ese atraso en un indicador clave del desarrollo de una nación? Los operadores de telefonía móvil, a quienes hay que reconocer como los mayores contribuyentes en la expansión de las telecomunicaciones en el país, se quejan de las políticas públicas nacionales en materia de conectividad; Sergio Regueros, presidente de Movistar, dice que la política gubernamental "tiene más de política que de resultados" y Adrián Hernández, presidente de Comcel, dice que "el crecimiento del sector no se ha dado como consecuencia de la regulación, sino a pesar de ella".

Es cierto que en el último año se han desatado iniciativas importantes, como la introducción pionera de tecnologías de banda ancha inalámbrica (WiMax) por parte de Orbitel, y una ofensiva de servicios DSL por parte de ETB y Telecom, pero los resultados son, como se puede ver, todavía incipientes. Las tarifas son probablemente el obstáculo más serio. Los operadores cobran a los colombianos el doble y a veces el triple de lo que cuesta una conexión en los demás países latinoamericanos, y por los 70.000 u 80.000 pesos que vale en promedio una conexión de 256 kilobits por segundo en Colombia, en los países vecinos se ofrece, por esa suma, un megabit o más (una capacidad tres veces superior).

La compañía Cisco, especializada en redes y conectividad, lanzó la semana pasada una iniciativa interesante: se llama Barómetro de banda ancha y es un sistema de monitoreo que arrojará mediciones semestrales sobre la penetración de este tipo de conexiones y convocará a operadores y gobierno a revisar sus estrategias, para cumplir la meta de 3,5 millones de suscripciones de banda ancha en el año 2010 (hoy existen algo más de 431.000 suscripciones). Los estudios realizados por IDC estiman que esa meta, que supone una penetración de la banda ancha cercana al 8 por ciento en los próximos tres años, es la cifra mínima obligada para impulsar el desarrollo económico y la competitividad del país.

Banda ancha aparte, el sector de telecomunicaciones colombiano marcha viento en popa. El reciente estudio del centro de investigación Cintel, entregado el 27 de octubre durante el Congreso Andicom 2006 celebrado en Cartagena, estima que las telecomunicaciones crecieron 17 por ciento y generaron 5.200 millones de dólares a las empresas operadoras, en el último año. La mayor expansión en ingresos y usuarios la presenta la telefonía móvil, con 28 millones de usuarios. También crecen los servicios de valor agregado y los llamados servicios convergentes (televisión, Internet , voz y mensajería a través del mismo canal). Caen las telecomunicaciones tradicionales, como la telefonía fija, que tiene hoy 0,6 por ciento menos suscriptores que el año pasado. Los ingresos del servicio trunking cayeron 4,5 por ciento, pero la caída más resonante es la de larga distancia nacional e internacional, que se redujo 19 por ciento, devorada rápidamente por la telefonía IP (llamadas a través de Internet) y por su propia incapacidad para ofrecer tarifas competitivas.