Especial tecnología

Mundo sin alambres

Hace más de 100 años Guillermo Marconi imaginó un mundo sin cables. El sueño se hizo realidad y ahora Colombia hace parte de la nueva revolución de las telecomunicaciones.

15 de agosto de 2004

El mundo ya no soporta más cables ni alambres. El planeta está literalmente atado por millones de kilómetros de cables que rodean el globo terráqueo para hacer posibles las telecomunicaciones modernas. Redes continentales de fibra óptica, líneas transoceánicas de cable submarino y telarañas urbanas de filamentos de cobre telefónico se esconden bajo el suelo, en las profundidades del mar o penden sobre nuestras cabezas en las calles y autopistas. Y hasta el maravilloso computador, ícono máximo de la era digital, llegó con un enjambre demencial de cables y enchufes que convierten los rincones de hogares y oficinas en una decepcionante telaraña electrónica. Fue suficiente. La gente se cansó y la revolución inalámbrica ha comenzado.

El sueño de un mundo libre de cables no es nuevo. El italiano Guglielmo Marconi, inventor de la transmisión radial y del telégrafo inalámbrico, encabezó la primera sublevación contra los cables a fines del siglo XIX. Sí, hace más de 100 años, cuando apenas se propagaban por el mundo las primeras redes eléctricas urbanas, ya había científicos imaginando la posibilidad de abandonar el costoso tendido de cables. Pero las condiciones tecnológicas de entonces no permitían generalizar esta idea; se precisaba la aparición del teléfono celular y el computador portátil para que un segundo y definitivo intento llegase a prosperar. Y hoy, establecidos ya los protocolos, sistemas y plataformas técnicas que hacían falta, el mundo ingresó, sin tiquete de retorno, en la era wireless.



Libertad de movimiento

Las cifras son suficientemente claras: en este momento hay 1.500 millones de teléfonos móviles encendidos en el mundo. Los fabricantes de computadores concentran sus esfuerzos en producir portátiles y PDA (computadores de mano), cuyas ventas superan desde hace dos años las de máquinas de escritorio. En Colombia hay 7,6 millones de usuarios de telefonía móvil y existen más teléfonos celulares que fijos en el territorio nacional. La gente quiere moverse libremente, vivir conectada pero no amarrada y pagar menos por acceder a las telecomunicaciones modernas, todo ello posibilitado por las tecnologías inalámbricas.

Los hombres de negocios quieren revisar su facturación durante un vuelo; los gerentes, administrar la organización 24 horas; los adolescentes, enviarle fotos instantáneas a su pareja; los padres desean vigilar desde Internet lo que ocurre en casa mientras están en la oficina y los policías de tránsito, saber si el conductor está al día con sus comparendos. Todo eso puede hacerse y más, como pagar la gaseosa obtenida del dispensador automático mediante una llamada celular, navegar Internet sentado en la banca de un parque, encontrar la ubicación exacta de una persona en cualquier lugar del planeta, disparar un misil y ordenar la invasión militar a otro país mientras se hace spinning en el gimnasio. Todo, gracias a la magia de la transmisión de ondas. Como todas las tecnologías, puede usarse para cosas buenas y malas, y es la sociedad la que define qué hacer con los inventos que recibe. Pero la tendencia no tiene reversa y la industria ya cruzó la línea que permite comunicaciones inalámbricas más baratas que las tradicionales, además de ser más fáciles de utilizar y más eficientes.



El 'gadget' ideal

Hasta dónde el concepto de movilidad inalámbrica ha modificado los paradigmas tecnológicos actuales, puede verse en el diseño de nuevos aparatos, orientados casi en su totalidad a garantizarles a los consumidores la posibilidad de estar siempre conectado, sea a Internet o a la red de la compañía, "en cualquier lugar y desde cualquier dispositivo", como reza el eslogan de moda acuñado por Bill Gates.

La disputa más importante en la industria tecnológica hoy es la que llevan a cabo fabricantes de computadores versus fabricantes de teléfonos celulares por imponer el dispositivo que se convertirá en estándar del mercado. ¿Será un teléfono el próximo computador? ¿O es más fácil agregar propiedades telefónicas a una PDA?

Los especialistas denominan 'convergencia' este concepto que busca desde hace una década la quimera de un aparato único, portable y económico, que permita a los seres humanos hacer todo lo que hoy puede hacerse con miles de diferentes dispositivos: negocios, contactos, ocio y entretenimiento, educación, vigilancia y control. Tal aparato no existe aún, pero se está cerca de él.

Todavía los buenos equipos de sonido suenan mejor que un PC corriente con tarjeta Sound Blaster, y es mejor disfrutar los videos de Shakira en un televisor de alta definición (HDTV) que en la minúscula pantalla de un celular. No obstante, el bricolaje, la fusión y el transformismo reinan en los laboratorios de diseño, en donde se producen actualmente televisores con propiedades computacionales para acceder a Internet, teléfonos móviles con software de PC, equipos de sonido que reproducen archivos mp3 y discos quemados; neveras que se conectan a Internet y piden al supermercado los alimentos, computadores de mano desde los que se puede conversar como si fueran teléfonos celulares, y teléfonos celulares en los que se puede jugar como si fueran una consola de videojuegos.



Vivir 'wireless'

Llevar un aparato inalámbrico en el bolsillo se volvió un 'estilo de vida'. Los fabricantes lo saben y estimulan la tendencia ofreciendo aparatos que pueden personalizarse hasta niveles extremos, como los teléfonos que timbran con la canción favorita, los fondos de pantalla con la foto del cónyuge, o la cámara fotográfica y el reproductor mp3 incorporados, para que cada uno tome sus propias fotos y escuche la música que desee.

Los precios han bajado notablemente, así como las tarifas de conexión, lo que permite a la onda inalámbrica llegar a los estratos medios. Una masificación completa podría estar a la vista, no sólo porque se esperan nuevas reducciones de costos, sino porque muchos gobiernos, el colombiano incluido, lo tienen entre sus planes de adelgazamiento de la brecha tecnológica entre ricos y pobres, algo que sin embargo parece aún lejano para muchos analistas. La PDA más económica del mercado colombiano cuesta 350.000 pesos, los teléfonos salen gratis o subsidiados y un punto de acceso inalámbrico para una red residencial se consigue por 90 dólares.

¿En dónde quedan los miedos culturales que provocó Internet hace algunos años, como el del ciberadicto que se aísla de la familia y los amigos para sentarse durante 14 horas a navegar? La socióloga Carmen Maya considera que el paradigma wireless derrumba mitos anteriores y crea nuevos temores. "No era cierto que Internet iba a aislar a la gente. Muchas comunidades lo están utilizando para promover el desarrollo, para protestar y para proponer. La movilidad inalámbrica es una nueva oportunidad para facilitar esas cosas", dice. No obstante, señala otros retos que parecen asomar a la distancia: "La masificación de estas tecnologías pone sobre el tapete la discusión sobre el impacto ecológico de los campos electromagnéticos, de los que no se sabe si hacen o no daño a la salud humana".

De hecho, la maraña de cables en que actualmente está enredado el planeta será sustituida rápidamente por una invasión sin precedentes de ondas electromagnéticas. El sector de las telecomunicaciones se halla a la espera de los resultados de un estudio a gran escala que realiza la Organización Mundial de la Salud y que dará posiblemente un veredicto definitivo en materia de impacto ambiental; pero los resultados de dicho estudio sólo estarán listos en 2006. Por lo pronto parece claro que la baja potencia de las comunicaciones celulares y de los dispositivos Wi-Fi y Bluetooth es suficientemente pequeña para no constituir amenaza alguna a los seres vivos. El asunto no es tan claro cuando se trata de las antenas y equipos de transmisión de gran alcance.

Costosas o no, ecológicas o no, la tecnologías inalámbricas constituyen el cambio de paradigma más notable en las telecomunicaciones del siglo XXI. Públicos jóvenes y adultos echan mano de ellas para sustituir paulatinamente los viejos alambrados de cobre y fibra óptica y ganar en movilidad y ergonomía. La tecnología del futuro podrá, eso es seguro, llevarse puesta.