Negocio

Privatización extrema

Si se aprueban las patentes de 'software' en el mundo, habrá que pagar por hacer doble clic.

Álvaro Montes
3 de abril de 2005

Para el usuario corriente de computadores resulta un asunto en extremo ajeno, pero en el futuro el problema de las patentes de software podría afectar el bolsillo y el acceso a la informática de casi todo el mundo. La semana pasada la Unión Europea aprobó en primera vuelta una ley polémica: la iniciativa sobre patentes de software, que pondrá al Viejo Continente en el mismo bando de Estados Unidos y otros países en donde la creación de software está protegida por el sistema de patentes y no por el sistema de derechos de autor. ¿Cuál es la diferencia? No es un puro asunto de términos; quiere decir que si hoy hacemos doble clic libremente para abrir una aplicación en el computador, mañana podríamos pagar por el derecho a hacerlo; adivinen a quién: pues a Microsoft, que tiene la patente sobre el doble clic.

Y es que hay diferencias enormes entre tratar un programa de software como un invento (es decir, protegerlo con patentes) y tratarlo como una obra creativa (es decir, protegerlo con derechos de autor).

En el primer caso, el propietario de la patente es el único autorizado para explotarla, y hay que pagarle cada vez que se utilice su invento. Por ejemplo, los fabricantes de aparatos electrónicos que utilizan baterías de ion-litio, como Siemens o Nokia que fabrican teléfonos celulares, deben pagar cierta suma a Toshiba, que es el dueño de la patente sobre estas baterías, por cada unidad fabricada que incorpora dicha tecnología.

Parece justo, ¿verdad? Y lo es tratándose de máquinas y hardware, pero con el software el asunto se complica. Los programas de software se parecen más a una receta culinaria que al plano de una máquina. Son obras creativas, como una canción o una novela, compuestas de muchas pequeñas piezas llamadas palabras o notas musicales. ¿Puede alguien patentar una escala o un acorde? De ocurrir, todos los músicos del mundo tendrían que pagarle al dueño de la patente cada vez que compongan o toquen una melodía que incluya esta escala o acorde.

No se ha presentado hasta la fecha en la industria musical una ocurrencia tan absurda -lo que demuestra que los músicos son gente en cabal uso de razón-, pero sí se podría presentar en la industria del software, un mundo que se supone poblado por seres muy inteligentes. De hecho, Bill Gates patentó el doble clic y hay gente que quiere patentar razonamientos lógico formales utilizados para construir algoritmos en programación. Una estupidez equivalente a patentar la suma o la resta. En tal caso, cada vez que una señora hace un cálculo mental en el supermercado para decidir si lleva una o dos bolsas de leche, tendría que girarle regalías al dueño de la patente del razonamiento aditivo.

Adivinen quién está detrás de esta campaña en favor de las patentes de software; pues ¡Microsoft! ¿Quién más? La razón de fondo parece ser la lucha contra el Software Libre, Linux, el navegador Firefox, OpenOffice y todas las demás aplicaciones de libre distribución, amparadas en la Licencia Pública General que autoriza a los usuarios hacer lo que deseen con el software creado bajo este esquema innovador. En realidad no es serio pensar que Gates cobrará a cada ciudadano del mundo una cuota por hacer doble clic sobre el ratón (aunque no hay que estar tan seguro), pero sí tendrá con ello armas legales para obstaculizar el desarrollo del Software Libre que utiliza procedimientos que en breve estarán patentados.

Y es allí en donde está el centro del problema: los desarrolladores de software independientes, los pequeños competidores en la difícil industria de la creación de programas para computador, se las verán con tantas patentes de procedimientos, razonamientos y algoritmos utilizados hoy libremente, que no podrán realizar sus productos sin ir a la cárcel o arruinarse.

Si los gobiernos del mundo terminan apoyando las patentes de software, como parece lo hará Europa, habrá menos desarrolladores independientes, la informática quedará en manos exclusivamente de los grandes fabricantes y la humanidad, en los tiempos de la globalización, habrá dado un paso hacia el demencial escenario de privatización de los razonamientos lógico formales, en los que se incluyen la suma, la resta y las recetas de cocina.