entrevista

Tan lejos y tan cerca

El físico Eduardo Posada examina los logros y frustraciones en materia de ciencia y tecnología 10 años después de la Misión de Sabios.

Alvaro Montes
5 de diciembre de 2004

Le cumplieron 10 años desde que el gobierno de César Gaviria encargó a la Misión de Sabios, un grupo notable de colombianos entre los que figuraban Gabriel García Márquez y Rodolfo Llinás, la tarea de diagnosticar y proponer políticas públicas para la situación del país en educación, ciencia y tecnología. Las recomendaciones principales escritas en el documento Colombia, al filo de la oportunidad, producido por el grupo, no se cumplieron, pero algo se hizo. El profesor Eduardo Posada, miembro de la Misión y presidente de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (Acac) hace su propio balance.

SEMANA: ¿Qué hizo la sociedad colombiana con el trabajo de la Misión?

Eduardo Posada: La misión tuvo impacto. Sí se avanzó, en el sentido de que hay más investigadores hoy que hace 10 años. Nosotros recomendamos que se llegara al uno por mil de la población. Eso quiere decir que hoy deberíamos tener 44.000 personas haciendo investigación científica, y tenemos 20.000 registrados en Colciencias; es la mitad de la meta, pero es más de lo que había en esa época. Políticamente, el tema ha empezado a calar más, en los políticos, en los medios, en la cultura. Se produce más ciencia, el número de artículos escritos en Colombia es mayor hoy y eso se lo atribuyo a la mayor inversión que se dio en los años 96 y 97 (mediante crédito BID) y que permitió la formación de doctores que han regresado al país. Y por último, al fin, las universidades se animaron a montar programas de doctorado y eso permitirá consolidar la producción científica nacional. En educación, la enseñanza de las ciencias ha cobrado mayor importancia, y esa era una de las recomendaciones fuertes nuestras.

Sin embargo, las metas principales de inversión no se lograron; propusimos el 1 por ciento del PIB para el cuatrienio siguiente y llegar al 2 por ciento del PIB en 10 años, y hoy estamos lejos de eso, en menos del 0,4 por ciento. Habíamos propuesto que la inversión privada ascendiera al 40 por ciento del total, y hoy seguimos en el 20 por ciento. De haberse cumplido esas metas hoy podríamos afrontar el TLC con mayor tranquilidad.

SEMANA: ¿Quién tiene la culpa de estos indicadores tan bajos?

E.P.: Todavía el país no se ha dado cuenta de que sin una base sólida de conocimiento en ciencia y tecnología no tenemos futuro. La inversión en investigación y desarrollo debería ser una prioridad y no lo es. La inversión del sector privado en esta materia está centrada en el sector agrícola, que es el único que hace gran inversión en investigación y desarrollo en conjunto con el Estado. El sector industrial manufacturero hace muy poca inversión y es frecuente que cuenten la compra de maquinaria como inversión en desarrollo tecnológico, pero comprar una máquina sin saber qué tiene por dentro solo trae mayor dependencia frente al vendedor.

En Estados Unidos el 75 por ciento de la inversión la hace la industria y el 25 por ciento restante proviene de las universidades y el gobierno. En Colombia el 20 por ciento proviene del sector privado y el 80 por ciento, de las universidades y el Estado.

Nuestros empresarios siguen pensando, y en eso nuestros economistas les ayudan, que es mucho mejor negocio ir a comprar la tecnología a Miami que montar una infraestructura para producirla acá, y ese es un razonamiento cortoplacista que no resiste ningún análisis de fondo.

SEMANA: ¿Cómo podría cambiarse esta situación?

E.P.: Con buenos ejemplos de empresas que sacan extraordinarios productos propios. No se necesita una gran infraestructura, sino un nuevo orden de prioridades en el país.