| Foto: Juan Carlos Sierra

PERFIL

El zar del petróleo

El manejo de la empresa más grande del país recae sobre los hombros de Javier Gutiérrez, un paisa por adopción que ha descrestado por su bajo perfil y su capacidad de gestión. Este es el hombre detrás del gigante petrolero.

11 de mayo de 2013

Una imagen del Divino Rostro, una virgen que compró en La Ceja (Antioquia), otra más que trajo de Fátima (Portugal) y arrumes de libros y documentos son los principales adornos de la oficina del hombre que maneja la empresa más grande de Colombia, Ecopetrol. La verdad es que se trata de un despacho bastante austero que dista de las enormes y elegantes oficinas que suelen tener los presidentes de las grandes corporaciones.

El protagonista de este relato es Javier Genaro Gutiérrez Pemberthy un ingeniero civil de la Universidad de los Andes que llegó hace seis años a la presidencia de Ecopetrol, la cuarta petrolera más importante de América Latina, la empresa 114 más grande del planeta según la revista Forbes. Gutiérrez acaba de ingresar al grupo de los 500 personajes más poderosos del planeta según la revista Foreign Policy.  

Para llegar a este cargo –uno de los más apetecidos del mundo empresarial– tuvo que pasar un riguroso filtro de una empresa de cazatalentos que buscaba un ejecutivo que cumpliera tres condiciones: haber trabajado en el sector eléctrico, haber manejado grandes empresas y haber llevado a cabo un proceso de transformación. 

Llenaba los tres requisitos sin problema. Gutiérrez conocía el sector eléctrico porque trabajó 31 años en Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), una compañía estatal que salió de la oscuridad gracias en gran medida a su gestión, que incluyó un ambicioso plan de transformación empresarial. Después de 14 años como su gerente, la convirtió en la quinta transmisora de energía más grande de América Latina. Esa fue su carta de presentación para su arribo a Ecopetrol.

El cambio ha sido total desde que asumió la presidencia el 23 de enero de 2007. “Aquí se trabaja a todo taco porque la intensidad, los niveles de exigencia y la dedicación son muy altos”, dice el directivo, quien reconoce que en ISA se movía en aguas bastantes tranquilas. 

A pesar de esta inmensa responsabilidad Gutiérrez duerme tranquilo, aunque poco. No se va antes de las 10 de la noche y llega, por lo general, antes de las 6 de la mañana para revisar toda clase de correos e información. 

Lo primero que revisa es una bitácora o un informe sobre cómo está la operación en cada campo petrolero, el entorno laboral y las condiciones de seguridad de los trabajadores. Y, por supuesto, hace seguimiento al comportamiento del precio del petróleo y a las informaciones internacionales que puedan tener un impacto en el sector. 

Se obsesiona por la planeación. No deja nada al azar, no le gusta improvisar. En el informe que presentó ante la pasada asamblea de accionistas trabajó durante un mes con su equipo de colaboradores de sol a sombra. En asuntos laborales es un “intenso”, como lo define un amigo. Por eso seguirle el ritmo puede ser agotador. Le gusta más trabajar que ir a cocteles o eventos sociales.

Esa pasión por el trabajo lo han llevado a él y a su equipo de colaboradores a triplicar los resultados de la compañía en estos seis años –que se reflejan en ventas que superan los 60 billones de pesos y que equivalen a la tercera parte del presupuesto de la nación–, la cual tiene 8.000 empleados, 26 filiales, operaciones en el golfo de México, en Brasil y Perú y que es “la gallina de los huevos de oro” por los millonarios recursos que le aporta a la Nación en impuestos y regalías. 

 Ana Mercedes Villegas, quien trabajó con él en ISA recuerda una de las frases que repetía con frecuencia: “El éxito es 90 por ciento sudor y 10 por ciento inspiración”. Otra de sus frases preferidas es que “el ejemplo no es la mejor manera de enseñar, es la única”. 

Por ese ritmo de trabajo y porque no hace distinciones con la gente –igual saluda con nombre propio al portero o al director de un área de la empresa– se gana el aprecio de los trabajadores, con los que no tiene problema en ir a almorzar si se encuentra inspeccionando los campos petroleros, una de las labores que más le gusta. 

Cada 15 días se pone las botas, el casco y el overol y sale a recorrer los sitios donde está presente la compañía. Pero no viaja en clase ejecutiva. “Me gusta más el vecindario de la clase económica”, dice. También es frecuente encontrarlo en alguna librería buscando textos de administración, de historia o economía o caminando por una acera como cualquiera. Quienes lo reconocen le piden puesto en la compañía. Lo inundan con hojas de vida.

A Ecopetrol llegó solo. A diferencia de lo que ocurre con otros ejecutivos que aterrizan con su ‘cuadrilla’ de colaboradores más cercanos, no quiso llevar a nadie porque es un convencido de que hay que darle oportunidades a la gente de crecer en su empresa.

Pero su dedicación por el trabajo no lo aparta de otra parte muy importante en su vida: su familia. Sagradamente viaja todos los fines de semana a Medellín, donde viven su esposa y sus dos hijos de 22 y 24 años. Cuando lo nombraron presidente de Ecopetrol su esposa le dijo claramente que para estar sola en Bogotá, mejor se quedaba en Medellín en donde tenía a sus amigos y su familia. “Uno se acostumbra a viajar todos los fines de semana. Ahora compartimos más que cuando trabajaba en ISA”.

Una de las pocas cosas que añora es no haber compartido un poco más de tiempo cuando los hijos estaban pequeños. “Para ellos no ha sido fácil, especialmente para mi mujer y para mi hija. Una niña siempre quiere tener al papá a su lado”. Hoy saca más tiempo para ir a cine, para almorzar o simplemente para estar en la casa descansando. Uno de los pocos deportes que practica es el patinaje, aunque ahora lo hace con menor frecuencia. Al exterior viaja muy poco. Una de las veces que lo hizo fue un fin de semana para viajar al Santuario de la Virgen de Fátima. 

Luis Fernando Rico, presidente de Isagén, quien también trabajó con él en ISA, dice que es una persona de buen humor, cuentachistes, fiestero y coleccionista de cuanto documento y papel le pueda interesar para su trabajo. Atiende a sus amigos con la misma diligencia que lo hace con algún asunto laboral. “Si tuviera que definir a Javier lo haría en tres palabras: pasión, humildad y fe”.

Esa religiosidad, que no saca a relucir como muchos personajes públicos, le viene en parte por su familia que es de origen paisa –su papá era del municipio antioqueño de Donmatías–. Aunque nació e hizo buena parte de sus estudios en Bogotá es paisa por adopción. “Yo fui hecho en las montañas de Antioquia” dice orgulloso. Además tiene un tío que pertenece a una comunidad religiosa. Va a misa los domingos y si puede no se pierde ninguna procesión en Semana Santa. Por eso no es de extrañar que lo primero y lo único que se llevó de ISA para Ecopetrol fue la imagen del Divino Rostro y una virgen.

Esa fe también le ha servido para afrontar momentos difíciles, como el que vivió la compañía el 23 de diciembre de 2011 cuando explotó un poliducto de la petrolera en el barrio Villa Carola de Dos Quebradas (Risaralda) y dejó como resultado 31 personas muertas y otras 70 heridas. Aunque Ecopetrol quedó en ese momento en el ojo del huracán, logró sortear este duro episodio. 

Y también se ampara en su fe cuando los resultados financieros no son tan buenos como los esperados. “Cuando una empresa está en el primer lugar siempre le exigen más. Es como con el niño que siempre saca buena nota y queda en el primer puesto, pero cuando baja al segundo lo castigan”, dice al referirse a los resultados del año pasado cuando Ecopetrol registró utilidades por 15 billones de pesos. Se trata de las segundas más altas de su historia, aunque levemente inferiores a las de un año atrás. 

Sin embargo, estas circunstancias no lo dejan salir de sus metas fijadas a mediano y largo plazo. Una de ellas es encontrar más petróleo y aumentar las reservas de hidrocarburos que llegan a 1.877 millones de barriles y que alcanzan solo para ocho años. El otro reto es seguir posicionando a la petrolera como una de las grandes jugadoras en los mercados internacionales, lograr un ritmo de crecimiento de la producción de crudo del 8 por ciento anual, entregarle más combustibles limpios al país y aumentar la capacidad de transporte.

Ya lleva un buen trecho ganado con los objetivos que se fijó hace seis años cuando siguió adelante con el proceso de transformación emprendido por su antecesor Isaac Yanovich. Además, fue el artífice de la mayor y más exitosa emisión de acciones en la historia del país –colocó 5,7 billones de pesos, una cifra impensable que marcó un hito en el mercado bursátil colombiano y acercó más a la gente a este complejo mundo–. En la bolsa hay un antes y un después de dicha operación. 

¿Ha pensado en retirarse? Ese es un verbo que no hace parte de su vocabulario porque cree que todavía tiene cuerda para rato, bien sea al frente de la compañía o en cualquiera otra. No lo estresa aferrarse al poder a pesar de que de vez en cuando surgen rumores de que le quieren correr la butaca y de que más de uno está detrás del puesto. 

“Javier es un hombre serio, que no tiene que pagar favores políticos ni tiene que hacerle mandados a nadie”, dice Fabio Echeverri Correa, presidente de la junta directiva de la petrolera, quien sostiene que si un empleado es bueno para qué cambiarlo. Y si se sigue esta máxima, podría estar por mucho tiempo al frente de la petrolera colombiana.