Tráfico de fauna
Red de tráfico internacional pone en riesgo a extraña especie de tortuga de la Orinoquia
Son capturadas recién nacidas en la cuenca del Orinoco, donde los traficantes las llevan en cajas de manzana hasta Leticia para ingresar a Perú. De allí parten a Estados Unidos, Europa o Asia para convertirse en mascotas. Esta tortuga acaba de ser ratificada como una nueva especie para la ciencia.
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Bajo el silencio y misticismo de los ríos, pantanos y ciénagas pequeñas de los bosques tropicales de Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Ecuador y las Guayanas, permanece sumergida y casi que inmóvil una tortuga cabezona con nariz alargada y puntiaguda y una caparazón repleta de montículos triangulares y algas, un escudo impenetrable pintado con los tonos marrones y naranjas característicos de la hojarasca.
Su parecido con una hoja seca le permite camuflarse con facilidad. Solo queda en evidencia cuando el brillo de la luna llena se proyecta en sus pequeños ojos, incrustados en una cabeza grisácea, ancha, aplanada y con forma de triángulo. Es amante de la soledad, pareciera que estuviera sonriendo y hace movimientos lentos y pasmados en las noches, características con las que hace honor a su nombre.
Se trata de la tortuga matamata o caripatúa, un reptil depredador y carnívoro que en edad adulta alcanza hasta el metro de longitud y el cual emite gases hediondos con la intención de alejar a cualquier visitante no deseado. Solo caza de noche y únicamente sale de su refugio acuático en épocas de sequía, entre octubre y diciembre, para enterrar sus huevos en las doradas playas de arena o barrancos de las orillas de los ríos.
Debido a su raro aspecto, la matamata es comercializada ilegalmente en varios países de Asia, Europa y Norte América. Foto: Fernando Trujillo.
Esta carismática tortuga aprovecha su camuflaje para alimentarse. Sin mayor esfuerzo físico, solo espera a que los peces y pequeños animales invertebrados transiten desprevenidos cerca de su inamovible cuerpo. Nisiquiera tiene que mover sus cuatro extremidades cortas y débiles: solo abre su boca y succiona con fuerza el agua, una corriente inversa con la que ingiere de tajo a sus víctimas. No las mastica, se las traga de inmediato.
En Colombia, la solitaria matamata ha sido vista en los cuerpos de agua de departamentos como Amazonas, Arauca, Caquetá, Casanare, Guainía, Guaviare, Meta, Putumayo, Vaupés y Vichada. Hace parte de la dieta de las comunidades indígenas, habitantes de la manigua que, a través de su sabiduría ancestral y conocimiento cosmológico, pueden diferenciarlas de las hojas de los bosques. También la utilizan como insumo medicinal, teoría que no ha sido comprobada científicamente.
Las matamata recién nacidas son capturadas en la Orinoquia. Foto: Fernando Trujillo.
Sucumbe por el tráfico
Por lo exótica y rara, la tortuga matamata es bastante apetecida en los mercados internacionales, en especial en Estados Unidos y varios países de Asia y Europa, sitios donde la tienen como mascota. En páginas de internet de ciudades como Hong Kong, un reptil pequeño, es decir neonato, puede costar más o menos 70 dólares.
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Desde 2015, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) empezó a realizar varios decomisos de matamata en el aeropuerto de Leticia, animales que pretendían ser transportados a Perú. Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, recuerda que en este entonces la Interpol se puso en contacto con la organización por un cargamento de tortugas en Miami, Estados Unidos, proveniente de la Amazonia.
“Eran 456 tortugas pequeñas. Con Corpoamazonia empezamos a ver cómo repatriábamos las tortugas, pero no fue posible. Al año, cerca de 1.000 tortugas fueron capturadas en Leticia, lo que nos llevó a hacer unos estudios genéticos con el Instituto Humboldt y la Universidad de los Andes, caracterización que nos permitió concluir que estos reptiles no eran de la cuenca del Amazonas sino del Orinoco”, informó Trujillo.
La matamata del Orinoco acaba de ser ratificada como una nueva especie para la ciencia. Foto: Fernando Trujillo.
Luego de varias investigaciones, el grupo de expertos concluyó que en Perú es legal exportar tortugas debido a un acuerdo que les permite a las comunidades ribereñas, en especial las que habitan en la Reserva Nacional Pacaya Samiria, hacer proyectos de rancheo de tortugas para venderlas como mascotas y así tener ingresos económicos.
“Concluímos que esas matamata no son producto de rancheo de las comunidades locales, sino que detrás de eso hay un lavado de tráfico de fauna ilegal que inicia en el Orinoco colombiano y culmina en Perú. Publicamos un artículo científico para prender las alertas, lo que nos ha permitido hacer tres grandes operativos de decomiso en los últimos años, como el registrado en 2019 en Bogotá: miles de tortugas incautadas en el aeropuerto ElDorado que, luego de hacerles estudios genéticos, fueron liberadas en el Meta”, anota Trujillo.
La matamata es una tortuga acuática que solo sale de los cuerpos de agua para poner sus huevos en los barrancos durante la época de sequía. Foto: Jorge E. García Melo.
El modus operandi de esta red de tráfico inicia en los caños y cuerpos de agua pequeños de la Orinoquia, donde las tortugas son capturadas con escasos días de vida. Los captores las camuflan en cajas de manzanas con algunos peces, esto con el fin de despistar a las autoridades policivas. Son transportadas en avión de Puerto Carreño a Villavicencio, donde algunas siguen por tierra hasta Bogotá.
En la capital del país, las cajas con las matamata ingresan a aviones de carga y salen rumbo hacia Leticia. Cuando los cargamentos logran burlar los controles de las autoridades, los traficantes cruzan la frontera con Perú, país donde aprovechan la legalidad de la actividad para llevarlas a Estados Unidos o varios países de Asia y Europa para covertirse en mascotas.
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“Hace tres semanas se hizo otro decomiso de 1.000 tortugas en Leticia, lo que demuestra que este tráfico es bastante recurrente. Los personajes que están liderando esta actividad ilegal no han sido sancionados. Simplemente se hace el decomiso cuando se encuentran las cajas abandonadas con las tortugas en hacinamiento. Estamos siendo testigos de ese tráfico de la Orinoquia hacia la Amazonia y Perú, un trabajo que necesita de mucha información para identificar a los diferentes tentáculos”, anota el experto.
Por medio de pruebas genéticas, expertos lograron identificar que las tortugas matamata del Orinoco son de una especie distinta a las de la Amazonia. Foto: Beiker Castañeda.
Para Trujillo, la logística de este tráfico internacional de fauna es bastante compleja, la cual inicia con lograr identificar a las matamata en su hábitat natural, sitios donde permanecen camufladas bajo el agua.
“La matamata pone entre 14 y 16 huevos por postura en caños bastante alejados, no como las charapas, a las que vemos fácilmente en las playas con más de 60 huevos. La logística para capturar más de 1.000 tortugas requiere de un esfuerzo enorme, además no sabemos cuántos cargamentos han logrado coronar y pasar a Perú. Las fronteras entre ambos países son amplias”.
El experto tiene la teoría de que es más fácil capturar y conseguir matamatas en la Orinoquia que en la Amazonia. “Aún hay muchas preguntas en el aire. Lo que sí está demostrado es que contamos con una gran mafia organizada de tortugas, el animal silvestre más traficado en Colombia, el segundo país con mayor diversidad de tortugas en América Latina. Contamos con 32 especies, de las cuales cinco son marinas y 27 continentales”.
Encontrar una matamata en su hábitat natural no es sencillo. Se camuflan perfectamente por su parecido con las hojas de los bosques. Foto: Fernando Trujillo.
Más de 5.000 decomisadas
Luis Fernando Cueva, director territorial de Corpoamazonia en Amazonas, afirmó que desde 2015 se han incautado 5.456 tortugas matamata en cuatro operativos, la gran mayoría en el aeropuerto de Leticia y procedentes de la Orinoquia.
“De este total, 4.094 tortugas del Orinoco fueron decomisadas en Leticia. Las demás, es decir cerca de 1.359, fueron incautadas en el aeropuerto ElDorado de Bogotá”, complementó Cueva.
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Según el directivo, por ahora no se han podido identificar las principales cabezas de este tráfico de fauna internacional. Corpoamazonia ha abierto dos procesos sancionatorios, pero solo contra empleados que trabajan en las empresas de carga en el momento de los decomisos.
“Con el fin de poder llegar al fondo de este tráfico, actualmente adelantamos una coordinación con la Dijin de la Policía Nacional y la Fiscalía General de Nación desde Bogotá. Tenemos la hipótesis de que esta red inicia en varios zoocriaderos de tortugas matamata en la Orinoquia colombiana, los cuales podrían tener contacto o conexiones con un zoocriadero en Iquitos (Perú) con permiso de exportación. Estamos organizando la cadena criminal para hacer la investigación correspondiente”.
Los traficantes capturan a las matamata recién salidas de los huevos. Foto: Esther Marín.
Lo que sí han arrojado las investigaciones policivas y ambientales, es que los meses de marzo y abril son los preferidos por los traficantes para hacer los cargamentos de matamatas. Además, todas las tortugas son capturadas recién nacidas, con tamaños que no superan los cuatro centímetros de largo.
“El último decomiso fue el 6 de marzo de este año, un cargamento de 1.882 tortugas. Todos los reptiles eran neonatos, la gran mayoría con pequeños cordones umbilicales que les permiten guardar alimento entre 15 y 18 días. Esto facilita que los animales puedan sobrevivir mientras son transportados”, indicó Cueva.
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El directivo de Corpoamazonia también ha evidenciado que esta red de tráfico está puliendo sus mecanismos. “Las cajas de manzana chilenas que utilizan para transportar las tortugas tienen dos compartimentos para burlar a las autoridades. En la parte superior meten alevines o peces ornamentales, una actividad permitida, y debajo están bastante camufladas y hacinadas las matamata. En Leticia contamos con un perro experto en olfatear fauna silvestre”.
Cueva ha identificado dos principales puntos de mercado internacional, los cuales parten desde Perú. Uno va hacia Estados Unidos y el otro a Asia, a países como Japón y China. “Es un negocio ilegal bastante lucrativo. Un animal de estos puede costar entre 100 y 300 dólares. El último decomiso, 1.882 tortugas camufladas en solo tres cajas, podría llegar a costar hasta 600 millones de pesos”.
Todas las tortugas decomisadas son sometidas a pruebas genéticas para identificar su sitio de procedencia, es decir si son de la Orinoquia o la Amazonia. “Las llevamos al bioparque Ikozoa, ubicado a 12 kilómetros de Leticia, donde cumplen su proceso de rehabilitación y se hacen las pruebas genéticas, que son enviadas al laboratorio de la Universidad de los Andes. Actualmente tenemos cerca de 2.700 tortugas listas para su liberación, con tamaños superiores a los 12 centímetros”.
La cuarentena por el coronavirus atrasó la liberación de estos reptiles. Según Cueva, Corpoamazonia está a la espera de la confirmación por parte de la Fuerza Aérea, para así llevar las tortugas hasta Puerto Carreño y liberarlas en sitios cercanos al río Bita.
“Para llegar a Carreño, los aviones de la Fuerza Aérea tienen que hacer escalas en Bogotá, lo que dificulta un poco su traslado. En la capital deben permanecer hasta 15 días, lo que las pone en peligro por temas como la alimentación y el cambio de clima. En el bioparque, un cuidador dura todo el día dándoles de comer, porque se les da a cada una un pedacito de pescado”.
Una red de tráfico tiene amenazadas a las tortugas matamata del Orinoco. Foto: Fernando Trujillo.
Las matamata del Orinoco decomisadas en Leticia no pueden ser liberadas en sitios de la Amazonia, ya que afectarían los ecosistemas amazónicos y a la misma especie. “Cada vez que se realiza una incautación, procedemos a hacerles exámenes genéticos para establecer su procedencia. En Ikozoa hay miles de tortugas que no hemos podido liberar”, apunta Trujillo.
Según la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA) de Bogotá, durante los últimos cuatro años se han recuperado 1.372 tortugas matamata en operativos de decomiso en las terminales de transporte terrestre y aérea de la ciudad.
Condenada por su apariencia
Carlos Lasso, investigador sénior en ciencias básicas de la biodiversidad del Instituto Humboldt, manifestó que el aspecto físico de las tortugas matamata es su principal atractivo para los traficantes ilegales de fauna silvestre.
“La matamata llama mucho la tencion por lo extraña que es. Tiene un físico raro con un patrón de coloración y forma peculiares. Su caparazón, en forma de punta con escamas que las protegen, las hacen más llamativas. Es un reptil tranquilo y fácil de mantener en cautiverio, lo que lo convierte en un animal apreciado por los aficionados a la acuariofilia cuando es neonato o juvenil”.
Marzo y abril son los meses predilectos por los traficantes para capturar a las tortugas de la Orinoquia. Fotos: Carlos Lasso.
Su rareza le ha jugado en contra. Las tortugas matamata han tenido una creciente demanda en el mercado mundial para tenerlas como mascotas. Lasso indica que en el mercado negro, una matamata puede llegar a costar hasta 200 euros o 200 dólares.
“Es un reptil acuático. Permanece inmóvil en el agua y caza al acecho al confundirse con las hojas y la materia orgánica. Cuando pasa un pez o camarón, la matamata se traga el agua con sus presas. En el cuello tiene varios tubérculos o carnosidades parecidos a unos gusanos, lo que atrae a sus víctimas y las ingiere por el fenómeno de succión. Tiene un olor peculiar, algunos dicen que pareciera que emitieran gases. Estas sustancias fuertes le sirven como repelentes o mecanismos de defensa, algo común en la naturaleza”, indica Lasso.
El investigador del Humboldt afirma que la matamata es uno de los reptiles menos estudiados. “El individuo más grande del que tenemos conocimiento fue en los llanos de Venezuela, una tortuga de 17 kilos con más de un metro de largo, pero al sol de hoy sabemos muy poco de su biología. Desde hace varios años, en la Reserva Natural Bojonawi en Vichada, hemos marcado varias tortugas para estudiar su crecimiento. No sabemos mucho de su longevidad, pero podría ser de 25 años”.
Para Lasso, el tráfico ilegal de esta tortuga inicia en zonas de la Orinoquia, como Vichada, Meta y Casanare. “Creería que llegan por tierra a Bogotá o Villavicencio, y luego son transportadas en avión hacia Leticia. Hay muchas rutas del tráfico de fauna que culminan en Estados Unidos, Europa o el sureste asiático, donde tienen un mejor precio internacional. En Colombia la venden a 200.000 pesos y en el extranjero puede superar el millón de pesos. Este tráfico viene de muchos años atrás”.
La mayoría de tortugas matamata decomisadas han sido liberadas en varias zonas del Vichada. Foto: Luis Barreto.
Nace una nueva especie
Aunque las matamata de la Orinoquia y Amazonia son físicamente idénticas, un trabajo genético adelantado desde hace cinco años por expertos del Instituto Humboldt, Omacha, Universidad de los Andes, Universidad Nacional y Corpoamazonia, identificó que son reptiles distintos.
Dicho estudio demostró una diferenciación filogeográfica de las matamatas con base en tres fragmentos de ADN mitocondrial, un fragmento de ADN genómico nuclear y 1.661 polimorfismos de nucleótido único.
“Los análisis moleculares y morfológicos revelaron la existencia de dos linajes evolutivos distintos de matamatas, genéticamente divergentes que se separaron en el Mioceno tardío, hace aproximadamente 12,7 millones de años”, cita el artículo científico publicado por Science Direct.
Con este hallazgo quedó demostrado que hay dos especies de tortugas matamata: Chelus orinocensis, con presencia en las cuencas del Orinoco, Río Negro y Essequibo, que se convierte en una especie nueva para la ciencia, y Chelus fimbriata, en la cuenca del Amazonas y en el drenaje del Mahury.
En Asia, Europa y Estados Unidos, la matamata es apetecida por su rareza. Termina exhibida en acuarios. Foto: Fernando Trujillo.
“Chelus orinocensis se colecta para el comercio de mascotas en Colombia y Venezuela. Sin embargo, no se conoce el alcance de las colectas ni su impacto. Por lo tanto, es crucial recopilar más información, evaluar su explotación en todo su rango de distribución, comprender mejor su estado de conservación y diseñar acciones apropiadas de manejo”, indica el artículo.
Estos estudios genéticos empezaron con los decomisos de 2015 y 2016 realizados por Corpoamazonia en Leticia. “Las tortugas fueron incautadas a personas que las transportaban en moto después de recogerlas en el aeropuerto. En la incautación de 2016, el transportador ilegal aseguró que los animales provenían de un vuelo de Villavicencio. Las pruebas genéticas demostraron que todas venían del Orinoco, el primer paso de la ruta del tráfico de esta especie”, dijo Lasso.
A 30 individuos decomisados en 2015 y 2016, que habían muerto y permanecían congelados en las instalaciones de Corpoamazonia, se les tomó una muestra de piel para realizar los análisis genéticos en el laboratorio de ecología molecular de vertebrados de la Universidad de Los Andes, donde fueron procesadas para extraer y purificar el ADN.
La matamata tiene la peculiaridad de camuflarse con las hojas que caen en los cuerpos de agua. Foto: Fernando Trujillo.
“Las primeras 15 muestras analizadas en 2015 presentaban un único haplotipo tanto para el gen COI como para la región control. Este haplotipo fue el más común identificado en la cuenca del Orinoco, con alta frecuencia alrededor de la zona de Puerto Carreño, el cual no se encontró en la cuenca del Amazonas”, cita el primer artículo genético elaborado por varios expertos como Lasso y Trujillo.
Al corroborar que las tortugas procedentes del Orinoco son de una nueva especie de matamata, Lasso le hace un llamado a todas las corporaciones autónomas y fuerzas militares para que los decomisos de estos reptiles sean sometidos a pruebas genéticas antes de cualquier liberación.
“Ese es el primer llamado de atención. Todas las poblaciones de una determinada especie tienen unas particularidades de adaptación a su medioambiente. Si se cruzan especies de diferentes zonas se puede generar un empobrecimiento genético e incluso la introducción de enfermedades. Los análisis genéticos nos dan evidencia y pruebas para la liberación y futuro repoblamiento de la especie”.
Movimientos lentos
De acuerdo con Lasso, aún queda un amplio camino para estudiar a las matamata del Orinoco, ya que no se conoce mucho sobre su biología. Desde 2015, el Instituto Humboldt y la Fundación Omacha han marcado más de 75 ejemplares liberados en la Reserva Natural Bojonawi para analizar sus comportamientos.
“Les hicimos muescas en el caparazón y las soltamos cerca al río Bita. Cerca de 26 fueron recapturadas, es decir más del 35 por ciento. Este es un dato muy elevado para este tipo de estudios con los animales. También les instalamos sistemas telemétricos a cuatro machos y una hembra para analizar su desplazamiento, tamaño y uso del hábitat”.
Las matamata son liberadas en una reserva natural en Puerto Carreño. Foto: Mónica Morales.
Las pruebas de telemetría arrojaron que estas matamata apenas se mueven. El mayor desplazamiento fue de dos kilómetros, cifra que contrasta con los más de 50 kilómetros que se puede desplazar una tortuga sabanera. “Los machos se quedaron en el sitio, mientras que la hembra salió de la reserva hacia el Orinoco. Es una especie residente y fiel a su ambiente y hábitat. Tenemos contemplado marcar otras 13 tortugas matamata, pero la cuarentena lo ha impedido”, anotó Lasso.
El investigador concluye que la matamata cumple una función específica en el ecosistema. “No están ahí por capricho. Es un depredador visual que se alimenta de peces pequeños y camarones, por lo cual se ubica en la parte superior de la cadena trófica o ciclo alimenticio. Juega el papel de depredador y aporta nutrientes a los ríos o lagunas con agua pobre. Estamos trabajando en identificar cuál podría ser su mayor verdugo, que por hoy es la red de tráfico internacional”.
Varios científicos concluyeron que las matamata del Orinoco y la Amazonia son de especies distintas. Foto: Fernando Trujillo.