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Trump dirige una rueda de prensa en la Casa Blanca el 16 de febrero, 2017. Crédito: Nicholas Kamm / AFP.

Periodismo

Donald Trump vs. la realidad

El presidente de Estados Unidos apenas lleva un mes en el cargo y ya le ha declarado la guerra a los medios, los hechos y la diplomacia en general. ¿Qué significa esto para los Estados Unidos y el mundo?

Ana Gutiérrez
22 de febrero de 2017

“Los medios son el enemigo del pueblo”, declaró el presidente estadounidense Donald Trump en un tuit. Su "denuncia" se suma a las múltiples declaraciones que ha realizado contra la prensa, acusándola de engañosa, de solo publicar noticias falsas y de conspirar en su contra.

No es sorpresa que un presidente tenga una relación tensa con la prensa. La filósofa Hannah Arendt dijo que “nadie ha dudado jamás con respecto al hecho de que la verdad y la política no se llevan demasiado bien, y nadie, que yo sepa, ha colocado la veracidad entre las virtudes políticas. La mentira siempre ha sido vista como una herramienta necesaria y justificable para la actividad no sólo de los políticos y los demagogos sino también del hombre de Estado”. Es por algo que el periodismo se denomina ‘el cuarto poder’ y se considera un elemento esencial de una democracia balanceada. En las palabras del pensador Tzvetan Todorov: "ninguna institución superior, dentro del Estado, debería poder decir: ‘usted no tiene derecho a buscar por sí mismo la verdad de los hechos, aquellos que no acepten la versión oficial del pasado serán castigados‘. Es algo sustancial a la propia definición de la vida en democracia: los individuos y los grupos tienen el derecho de saber, y por tanto de conocer y dar a conocer su propia historia; no corresponde al poder central prohibirselo o permitírselo".

Pero la administración de Trump se ha distinguido por su repentina y violenta ruptura con la realidad. Desde su inauguración el 20 de enero, Trump ha desafiado la percepción para acomodarla a su versión de los hechos. Cuando se publicaron estas fotos comparando su posesión con la de Obama en 2009, acusó a los medios de mentir. Alrededor de seis periodistas fueron arrestados cumpliendo su labor cubriendo las protestas de ese día, pero luego fueron puestos en libertad y los cargos en su contra retirados.

Foto que compara la audiencia de la posesión de Trump (izq.) con la de Obama (der.). Via BBC Mundo.

Trump también ha señalado a medios en particular, como CNN y Buzzfeed, llamándolos ‘basura’. Esquire reportó que la administración consideró seriamente expulsar a la prensa de la Casa Blanca del todo. El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, dijo: "frente a esa obsesión por deslegitimar a este presidente, no vamos a sentarnos y dejarlo pasar". En una rueda de prensa el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, afirmó, contrario a toda evidencia, que la multitud presente en la investidura del nuevo presidente había sido la más numerosa de la historia estadounidense, y la asesora Kellyanne Conway lo defendió ante la crítica tildando la explicación como "hechos alternativos". La declaración recordó el concepto de "doble pensamiento" presentado por el escritor británico George Orwell en su novela distópica 1984, que desde entonces sus ventas se dispararon. 

Tampoco es grato que dirigentes totalitarios como Stalin y Mao también utilizaron la frase “enemigo del pueblo” para señalizar a sus enemigos. Pintar a los medios como la oposición es un elemento común de los gobiernos populistas. Carl Bernstein, uno de los reporteros que destaparon el escándalo de Watergate que derrocó la presidencia de Richard Nixon, compartió su propio tuit: “el ‘enemigo del pueblo’ más peligroso es la mentira presidencial -siempre-. Los ataques a la prensa de Donald Trump son más traicioneros que los de Nixon”.  

El 21 de enero las calles se llenaron con una marcha de rechazo al presidente, Trump se reunió con el FBI y la CIA, presuntamente para reparar su relación con las dos agencias, a las cuales regañó públicamente durante su campaña por su manejo de Benghazi, Hillary Clinton y su actitud hacia el partido demócrata en general. En dos tuits previos a su posesión, por ejemplo, vituperó: “[citando a Fox News] ‘John Brennan, jefe de salida de la CIA, critica fuertemente al presidente electo Trump ante la amenaza de Rusia. Que no entiende bien’ Ah sí, no podría hacerlo mucho peor que él- solo miren Siria, Crimea, Ucrania y la acumulación de bombas nucleares rusas. ¡No es bueno! ¿Fue él quien filtró noticias falsas?”.

Trump también eligió recibir los informes de inteligencia que se entregan a los presidentes electos solo una vez por semana en vez de recibirlos a diario, tildándolos de repetitivos, algo que empeoró su relación con el aparato de inteligencia del país. En ningún momento ofreció disculpas por sus palabras, dio un discurso caótico en el cual culpó a los medios por la mala relación: "Hicieron parecer que tenía un conflicto con la comunidad" dijo encogiendo los hombros antes de decir que el campo estaba lleno de "personas especiales, asombrosas".

El miércoles 25 de enero, también por medio de Twitter, Trump alegó que las elecciones habían sufrido de fraude electoral extendido. A pesar de que no existe evidencia creíble que lo apoye, y muchas investigaciones que dicen que no es un problema real, el presidente ha insistido repetidamente sobre el tema. Algunos señalan que es una manera de deslegitimar el hecho de que Hillary Clinton ganó el voto popular en las elecciones, otros creen que es una manera de atacar a los inmigrantes diciendo que fueron ilegales quienes cometieron el fraude. Por otra parte, es posible que se utilice como una manera de justificar mayores regulaciones a la hora de votar, que haría que menos personas pertenecientes a minorías pudieran participar en el sufragio. Si, por ejemplo, se pidiera más identificación, sería una medida prohibitiva para los que no pueden pagar los trámites o viven en lugares donde es difícil acceder a las instituciones del Estado.

Vale la pena resaltar el papel en todo esto de Steve Bannon, el estratega principal de Trump, que algunos han señalado como el “verdadero” presidente de Estados Unidos. Es un hombre experimentado en el campo mediático, primero como cineasta y luego como dirigente del portal de noticias de extrema derecha Breitbart, conocido por apelar con titulares amarillistas al sexismo, racismo y nacionalismo. El medio empezó en los márgenes, pero su retórica pesó en las elecciones y ahora tiene un adepto en la Casa Blanca. Reflejó el cambio contratando periodistas de medios mainstream para ampliar el alcance de su mensaje. También está abriendo puestos internacionales. Matt Boyle, el editor político de Breitbart en Washington le dijo a la revista The Atlantic"estoy construyendo el nuevo New York Times. Eso es lo que hago ahora, construir un empresa periodística diseñada para reemplazarlos a todos ustedes".

Breibart quiere legitimar, por medio de la presidencia, un mensaje violento y xenofóbico. De hecho, fue Bannon quien orquestó la orden ejecutiva prohibiendo el ingreso a Estados Unidos de ciudadanos de siete países en su mayoría musulmanes. Si Trump rechaza y descalifica a los otros medios, Breitbart  puede llenar el vacío. El 25 de enero, luego de que Trump hablara de “una guerra continua” con los medios, Bannon le dijo al New York Times que los medios eran la oposición y que no entendían ni al país ni a la presidencia: “deberían estar apenados y humillados y cerrar la boca un rato y escuchar”.

A principios de febrero, Kellyanne Conway volvió a estar en la mira del público cuando justificó la dura prohibición migratoria de Trump citando la masacre que ocurrió en Bowling Green, en el estado de Kentucky. Pero dicha masacre nunca ocurrió. Conway afirmó que "Obama estableció una prohibición de seis meses en el programa de refugiados iraquíes después de que dos iraquíes que vinieron a este país, se radicalizaron y fueran los autores intelectuales de la masacre", durante una entrevista con la cadena de televisión estadounidense MSNBC. Sí es verdad que en 2011 se aplicaron medidas de seguridad ampliadas sobre ciudadanos iraquíes que querían ingresar a Estados Unidos después de que dos personas de ese país fueron arrestadas bajo cargos de terrorismo, pero nunca fueron acusados de planear o de intentar realizar un ataque en EEUU. La frase se volvió viral en Twitter, y eventualmente Conway dijo que se había equivocado al hablar. Pronto la eclipsó su jefe.

El 16 de febrero Trump dió una inconexa rueda de prensa en la Casa Blanca. Empezó por quejarse del “desastre” que había heredado y de las filtraciones de inteligencia que han aquejado a su mandato. Luego se dedicó a fustigar a los medios, explicando que él si sabía cuándo decían la verdad y cuándo no, luego los llamó “odiosos”, “falsos” y “tramposos”. También halagó a las publicaciones que lo avalaban. Cuando un periodista pidió clarificación, señalando que no era posible que todos los reportes fueran falsos si él mismo admitía que las filtraciones eran acertadas, Trump respondió en lo que se está volviendo su estilo característico: “las filtraciones son reales, los reportes son reales. Las noticias son falsas porque muchísimas noticias son falsas”. Luego le preguntó a una reportera afroamericana si lo podía poner en contacto con el Comité Congresional Negro. Por último lamentó lo injusta que había sido con él los medios: “la prensa se ha vuelto tan deshonesta que si no hablamos de eso perjudicamos fuertemente al pueblo estadounidense. Estoy aquí para llevar mi mensaje directamente al pueblo”.

Es claro que Trump no es comparable a ningún presidente anterior. Su falta de experiencia, su comportamiento y las señales que fuerzas externas como Rusia y los intereses de Bannon complican el entendimiento sobre el proceso detrás de los ataques a la prensa. Twitter, una de sus formas preferidas de divulgar información, parece ser un esfuerzo altamente personal de compartir su versión de la realidad. Es cierto que los presidentes mienten, y se puede comprobar, pero ninguno lo ha hecho de manera tan frecuente, agresiva o evidente que Trump y los miembros de su equipo. Son mentiras fáciles de desmentir y sin embargo, como explicó el semiólogo Jesús Martín Barbero en relación al plebiscito colombiano: “la mentira corre más deprisa que la verdad porque ésta implica grados mínimos de complejidad mientras que la mentira puede simplificar todo y así aligerar el esfuerzo que la gente debería hacer para entender y por tanto la mentira vuela donde la verdad solo puede caminar”. Entre la elección de Trump, el Brexit y más, el prestigioso diccionario Oxford declaró que la palabra del año 2016 era ‘posverdad’: “la situación sociológica, muy frecuente en la actualidad, en la que el recurso a los sentimientos o creencias es más efectivo para conformar la opinión pública y los votos electorales que los hechos objetivos y críticas racionales”.

El sábado 26 de febrero, en Florida Trump volvió a hablar del yihadismo, defendiendo su actitud al decir: “ven lo que está pasando en Alemania. Lo que estaba pasando la otra noche en Suecia. ¡Suecia! ¿Quién podría creérselo? Suecia. Han acogido en grandes números a refugiados. Están teniendo problemas como nunca pensaron que fuera posible”. Pero Suecia no ha sufrido ningún atentado reciente y el país le pidió aclaraciones a EEUU. El presidente estadounidense aclaró el domingo que hacía una referencia a una historia que vió emitida por el canal Fox News, que vinculaba la llegada de inmigrantes con el aumento del crimen en Suecia pero no quedó claro de cuál hablaba. Luego emitió este tuit: "Dénle un descanso al público- los FALSOS MEDIOS están tratando de decir que la inmigración a gran escala en Suecia está funcionando de maravilla. ¡NO!"

Las repetidas mentiras de Trump buscan deslegitimar la reportería y consolidar al presidente como única fuente de información. O más bien a ‘Donald Trump’ porque sigue tuiteando desde su cuenta personal y no la cuenta oficial de la presidencia. Los medios deben ajustar a su narrativa o ser agredidos. Como en 1984 se debe confiar en su versión de los hechos por encima de la realidad o hasta la propia percepción. En otras palabras: la verdad es lo que él dice que es.  

Esa meta es incompatible con el periodismo, cuyo propósito es confrontar al poder con la verdad y contener sus excesos. Al compartir información nutre el poder del pueblo, dándoles capacidad de acción. Es más, la controvertida administración de Trump ha visto manifestaciones de rechazo desde el primer día de su mandato con la marcha de las mujeres el 21 de enero, seguida de eventos de inmigrantes y la sociedad civil en general, en todos los continentes desde Norteamérica hasta Antártica. A su vez los medios cada vez son más insistentes en su trato del presidente, así los denuncie continuamente por nombre en su Twitter. Las medidas de Trump han tenido el efecto opuesto al que buscaba.

Programas de humor como Saturday Night Live se han burlado de las claras mentiras de Trump y su tenue relación con la realidad. En vez de normalizar los arranques del presidente, la sociedad ha hecho claro su rechazo. El New York Times declaró que va a señalar todas las mentiras que diga Trump sin utilizar eufemismos. El 22 de febrero el Washington Post agregó un nuevo eslógan a su página web: ‘la democracia muere en la oscuridad‘. The Atlantic ha dicho cosas similares y hasta Fox News, una de las cadenas favorecidas por Trump, criticó fuertemente su trato de los medios, llamándolo un mentiroso. Jake Tapper de CNN resumió la actitud que ha asumido la prensa frente a las agresiones del presidente contra su profesión y contra la realidad. Recordando los comentarios de Bannon, quien afirmó que la prensa debería quedarse callada, simplemente dijo: "No".